miércoles, 17 de junio de 2015

Las empresas del Estado, ¿mala paga?

En alguna parte leí hace mucho tiempo que “el único responsable de su propio prestigio es uno mismo”; o lo que es lo mismo, solo tu mismo puedes construir, modificar, alterar o eventualmente arruinar tu prestigio. O dicho de otra forma adicional, nadie puede dañar tu prestigio sino tú mismo. Los demás podrán intentar dañarlo pero siempre florecerá la verdad verdadera, en cuyo caso se cumple la ley física de la gravedad específica, es decir, cada quien ocupa el sitial que se merece su propio peso específico.

Asociado al prestigio, empresarial y en algunos casos personal, existe también la llamada imagen de la cual hacen tanto uso los publicistas, especialistas de marketing y todos los manipuladores capitalistas que nos inducen a creer lo que no es cierto. Ellos intentan crear artificialmente una imagen que no es la real para consumo de todos nosotros. Pero, más allá de todo cuanto podamos teorizar existe la verdad irrefutable que cada quien es responsable por su propio prestigio y por la imagen que irradia a su entorno más cercano, a la comunidad, al mundo.

Las organizaciones, al igual que la personas, tienen de por sí una imagen; es decir, su propio prestigio. Solo que, dentro de esas organizaciones pueden y de hecho hay individuos a quienes no les importa ni la organización, ni mucho menos su prestigio. Y voy a un hecho real. Existen numerosas Empresas del Estado Venezolano con sus respectivos directorios, cuadros gerenciales y administrativos y todo un tren de burócratas; pero, dentro de esas categorías hay parásitos que van desde flojos y vagos hasta saboteadores en toda la línea y esos son quienes desprestigian, dañan la imagen de cada corporación en particular porque la gente no sabe generalmente distinguir entre la organización y cada uno de sus integrantes. Si en la empresa tal hay un corrupto, la gente ligeramente opina que toda la empresa está podrida.

Hace más ruido un deshonesto que un millón de honestos.

Y van tres largos párrafos que ya los debe aburrir, así que voy directo al grano y apelo a quienes me leen a mejorar y divulgar este clamor, de tal manera, que llegue hasta los más elevados estamentos del Estado Venezolano, incluyendo al Sr. Presidente de la República.

Es bien sabido que muchas Empresas del Estado son corporaciones industriales y que, como tales, tienen obligatoriamente que importar máquinas, equipos, repuestos e inclusive servicios especializados para sostener sus operaciones, por lo que pregunto:

¿Por qué no pagan puntualmente sus obligaciones a sus acreedores, tanto nacionales como extranjeros?

¿Abulía? ¿Desidia? ¿Incompetencia? ¿Ineficiencia? ¿Faltas o fallas de planificación? ¿O simplemente saboteo?

Recuerden, como consecuencia de la falta de pago por parte de las empresas, quien se desprestigia es nada más y nada menos que TODA la República Bolivariana de Venezuela. La imagen dañada es la de todos nosotros y especialmente la de nuestro Gobierno. Para la opinión de mucha gente, dentro y fuera del país, tenemos un Gobierno maula, un país maula, todos somos gente maula porque nadie dice ni afirma que los responsables directos son unos pocos saboteadores de oficio.

Sr. Presidente, me tomo la licencia de pedirle, en nombre de las personas decentes y honorables de mi país, que ordene una revisión profunda de la administración de todas las empresas del estado, haga un sacudón total y bote a todos los saboteadores de todo tipo de las empresas que son de todos nosotros. Pienso que es muy fácil comenzar pidiéndoles a la brevedad una relación detallada y minuciosa de todas la deudas que cada empresa tiene con sus proveedores. Si la lista es honesta, se sorprenderá al comprobar que tienen cuentas por pagar vencidas de hace más de un año cuando el compromiso asumido fue pagar a la entrega de la mercancía o a los 30, 60 o 90 días.

Por otra parte, como consecuencia del incumplimiento de los pagos en los plazos aceptados, muchos proveedores han suspendido los despachos de insumos que son necesarios para la actualización de equipos y maquinarias, para su mantenimiento normal e, inclusive, para la iniciación de nuevos procesos de producción. Y lo peor, muchos proveedores han amenazado con adelantar pasos legales; dicho por todo el cañón, demandar judicialmente para cobrar sus cuentas; así que, imagínense, una lluvia de demandas contra la Nación por una incomprensible falta de pagos.

Muchos gerentes honestos se quiebran la cabeza pensando en soluciones técnicas que se resuelven rapidamente con un cambio de repuestos o con el reemplazo de un elemento que ha llegado al fin de su vida útil. Hay muchos programas de actualización detenidos por estas razones; entonces me pregunto, ¿hasta cuando se van a detener? ¿Hasta cuando vamos a esperar para iniciar, mejorar, ampliar o modernizar nuevos procesos productivos? También cabe la o las razones por la cuales hay también muchos proyectos de nuevas instalaciones detenidos, muchos de ellos por tiempos injustificables.

Lo dicho anteriormente es una clara contradicción a los postulados de la frase “eficiencia o nada”. ¿De qué eficiencia estamos hablando?
Por mucho que deban las empresas del Estado, el monto consolidado de esas deudas no debe ser una cifra tan astronómica que el ESTADO no pueda solventar rapidamente en aras de salvar el prestigio de la República. Estoy casi seguro que al Sr. Presidente le han dicho que “no hay novedad”. Sr. Presidente, ordene una investigación y se asombrará ante las novedades reales, las existentes.


¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

¡CHAVEZ VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!

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