En
alguna parte leí hace mucho tiempo que “el único responsable de
su propio prestigio es uno mismo”; o lo que es lo mismo, solo tu
mismo puedes construir, modificar, alterar o eventualmente arruinar
tu prestigio. O dicho de otra forma adicional, nadie puede dañar tu
prestigio sino tú mismo. Los demás podrán intentar dañarlo pero
siempre florecerá la verdad verdadera, en cuyo caso se cumple la ley
física de la gravedad específica, es decir, cada quien ocupa el
sitial que se merece su propio peso específico.
Asociado
al prestigio, empresarial y en algunos casos personal, existe también
la llamada imagen de la cual hacen tanto uso los publicistas,
especialistas de marketing y
todos los manipuladores capitalistas que nos inducen a creer lo que
no es cierto. Ellos intentan crear artificialmente una imagen que no
es la real para consumo de todos nosotros. Pero, más allá de todo
cuanto podamos teorizar existe la verdad irrefutable que cada quien
es responsable por su propio prestigio y por la imagen que irradia a
su entorno más cercano, a la comunidad, al mundo.
Las
organizaciones, al igual que la personas, tienen de por sí una
imagen; es decir, su propio
prestigio. Solo que, dentro de esas organizaciones pueden y de hecho
hay individuos a quienes no les importa ni la organización, ni mucho
menos su prestigio. Y voy a un hecho real. Existen numerosas Empresas
del Estado Venezolano con sus respectivos directorios, cuadros
gerenciales y administrativos y todo un tren de burócratas; pero,
dentro de esas categorías hay parásitos que van desde flojos y
vagos hasta saboteadores en toda la línea y esos son quienes
desprestigian, dañan la imagen de cada corporación en particular
porque la gente no sabe generalmente distinguir entre la organización
y cada uno de sus integrantes. Si en la empresa tal hay un corrupto,
la gente ligeramente opina que toda la empresa está podrida.
Hace
más ruido un deshonesto que un millón de honestos.
Y
van tres largos párrafos que ya los debe aburrir, así que voy
directo al grano y apelo a
quienes me leen a mejorar y divulgar este clamor, de tal manera, que
llegue hasta los más elevados estamentos del Estado Venezolano,
incluyendo al
Sr. Presidente de la República.
Es
bien sabido que muchas Empresas del Estado son corporaciones
industriales y que, como tales, tienen obligatoriamente que importar
máquinas, equipos, repuestos e inclusive servicios especializados
para sostener sus operaciones, por lo que pregunto:
¿Por
qué no pagan puntualmente sus obligaciones a sus acreedores, tanto
nacionales como extranjeros?
¿Abulía?
¿Desidia? ¿Incompetencia? ¿Ineficiencia? ¿Faltas o fallas de
planificación? ¿O simplemente saboteo?
Recuerden,
como consecuencia de la falta de pago por parte de las empresas,
quien se desprestigia es nada más y nada menos que TODA la República
Bolivariana de Venezuela. La imagen dañada es la de todos nosotros y
especialmente la de nuestro Gobierno. Para la opinión de mucha
gente, dentro y fuera del país, tenemos un Gobierno maula, un país
maula, todos somos gente maula porque nadie dice ni afirma que los
responsables directos son unos pocos saboteadores de oficio.
Sr.
Presidente, me tomo la licencia de pedirle, en nombre de las personas
decentes y honorables de mi país, que ordene una revisión profunda
de la administración de todas las empresas del estado, haga un
sacudón total y bote a todos los saboteadores de todo tipo de las
empresas que son de todos nosotros. Pienso que es muy fácil comenzar
pidiéndoles a la brevedad una relación detallada y minuciosa de
todas la deudas que cada empresa tiene con sus proveedores. Si
la lista es honesta, se sorprenderá al comprobar que tienen cuentas
por pagar vencidas de hace más de un año
cuando el compromiso asumido
fue pagar a la entrega de la
mercancía o a los 30, 60 o
90 días.
Por
otra parte, como consecuencia del incumplimiento de los pagos en los
plazos aceptados, muchos proveedores han suspendido los despachos de
insumos que son necesarios para la actualización de equipos y
maquinarias, para su mantenimiento normal e, inclusive, para la
iniciación de nuevos procesos de producción. Y lo peor, muchos
proveedores han amenazado con adelantar pasos legales; dicho por todo
el cañón, demandar judicialmente para cobrar sus cuentas; así que,
imagínense, una lluvia de demandas contra la Nación por una
incomprensible falta de pagos.
Muchos
gerentes honestos se quiebran la cabeza pensando en soluciones
técnicas que se resuelven rapidamente con un cambio de repuestos o
con el reemplazo de un elemento que ha llegado al fin de su vida
útil. Hay muchos programas de actualización detenidos por estas
razones; entonces me pregunto, ¿hasta cuando se van a detener?
¿Hasta cuando vamos a esperar para iniciar, mejorar, ampliar o
modernizar nuevos procesos productivos? También cabe la o las
razones por la cuales hay también muchos proyectos de nuevas
instalaciones detenidos, muchos de ellos por tiempos injustificables.
Lo
dicho anteriormente es una clara contradicción a los postulados de
la frase “eficiencia o nada”. ¿De qué eficiencia estamos
hablando?
Por
mucho que deban las empresas del Estado, el monto consolidado de esas
deudas no debe ser una cifra tan astronómica que el ESTADO no pueda
solventar rapidamente en aras de salvar el prestigio de la República.
Estoy casi seguro que al Sr. Presidente le han dicho que “no hay
novedad”. Sr. Presidente, ordene una investigación y se asombrará
ante las novedades reales, las existentes.
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!
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