domingo, 24 de mayo de 2015

Preguntas tontas sobre la Polar

Al comienzo de la brutal guerra económica que ha desatado la burguesía parasitaria contra la República, contra el Estado, contra el Gobierno; pero, especialmente contra el PUEBLO VENEZOLANO, la Polar escondió la harina de maíz precocida, llamémosla, normal. De resto, de todas las otras fórmulas de harina envenenada, había profusión. En todas partes se encontraban, en cantidades practicamente ilimitadas, las presentadas como “para hacer empanadas”, “arepitas fritas”, “integral”, “mezclas con harina de arroz” y otras cuyas denominaciones no recuerdo ahora. Uno de los sindicatos de obreros de la Polar denunció publicamente que “solo producían harina normal dos días a la semana” y, el resto de los días, producían las mezclas envenenadas, lo que originó que el Gobierno, inteligentemente, prohibiera la producción y venta de mezclas raras que no tiene nada que ver, en principio, con la elaboración de arepas tanto en hogares como en areperas.

Como resultado, esa mezclas indeseables que vendían a precios exorbitantes por estar fuera de regulación, gracias a Dios y al Gobierno, desaparecieron del mercado. Ahora viene una pregunta tonta que les hago respecto a la Polar y que, como cosa rara y extraña, nadie que yo sepa se ha planteado hasta ahora.

¿Si la Polar dejó de producir las otras mezclas y se dedicó a producir solo harina “normal”, por qué no la encontramos ahora tampoco?

¿Adonde está esa harina entonces si no está en los anaqueles de supermercados, abastos, bodegas y taguaritas como había sido siempre? Si hay algo que no se le discute a la Polar es su formidable sistema de distribución. Por algo hay cerveza hasta en los lugares más insospechados de todo el país.

¿Si antes de la guerra económica contra el país había harina precocida de maíz normal para dar, prestar y regalar, por qué rara razón no se consigue ahora?

Ellos dicen y afirman que están produciendo a plena capacidad; entonces he ahí la pertinencia de las preguntas anteriores.

Vamos entonces a ponernos capciosos respecto al comportamiento de esa empresa en cuanto a la distribución de harina precocida de maíz. Y me pongo capcioso porque sí se encuentra multitud de productos, llamémoslos no vitales, de la dieta básica o como quieran llamarlos, producidos por Polar. No hay escasez alguna, por ejemplo, de múltiples presentaciones y fórmulas de yogurt y otras baratijas químicas, que al igual que la cerveza no han faltado jamás.

¿Es que acaso la Polar ha diseñado un sistema para contrabandear la harina hacia otros países? No creo que la estén guardando para alimentar gorgojos o, acaso mienten descaradamente cuando afirman que la producen a plena capacidad.

La mentira ha sido un elemento transversal del capitalismo y muy especialmente el del capitalismo parasitario rentista como es el caso venezolano. De ahí que se han inventado múltiples tretas para esquilmar al país. Otro ejemplo, Polar vendió su marca comercial Harina P.A.N.; así, con los puntos, acrónimo de Productos Alimenticios Nacionales, para evadir la palabra genérica “pan” que no puede ser utilizada como marca comercial según la legislación venezolana, a una empresa canadiense por lo que debe pagarles royalties en divisas que, por supuesto, pide anualmente al Estado. Vuelvo a preguntar, ¿para que vender una marca propia a otros, seguirla usando y pagar royalties? Pareciera a primera vista cosa de imbéciles, pero no pequemos de incautos; lo hacen para tener un ardid y extraerle divisas al país, por supuesto en complicidad con sus socios extranjeros.

Si los dueños de Polar son tan empresarios como se autocalifican, o lo que es lo mismo, emprendedores, por que razón no han invertido y arriesgado “su” dinero para crear tecnología sencilla al alcance de profesionales medios, por ejemplo, para producir yogurt. En cambio, se aliaron y pagan royalties a una transnacional para que ésta les permita usar su fórmula e inclusive su marca comercial – Migurt - con sus respectivas manifestaciones visibles.

Pagan con gusto a sus cómplices extranjeros pero nunca pagaron ni medio centavo partido por la mitad a la familia heredera del ilustre Dr. Luís Caballero Mejías, inventor del proceso para elaborar harina de maíz precocida y diseñador de los equipos para hacerlo a escala industrial. Muchos afirman, creo que con sobrada razón, que se valieron de argucias leguleyas y de la misma inocencia de los herederos para hacerse de la patente. Durante años han evadido astutamente explicar este raro e inmoral asunto. Ver mi respuesta dividida en cuatro partes. especialmente la tercera, refiriéndome a a este asunto:


a un bodrio que llegó a mi correo, que reproduje entonces en mi blog:


Si algún amigo lector de otras latitudes se sorprende por lo dicho en el párrafo anterior, le explico que la harina para hacer arepas no es cualquier harina, no es maíz molido; es una masa húmeda de maíz cocido posteriormente molida y deshidratada, mejor explicado en la primera referencia anterior. Con solo agregar agua se regenera; de ahí que sustituyó el trabajoso problema de nuestras abuelas de pilar, cocer y moler el maíz blanco en grano para luego hacer las arepas en aquellos budares o aripos de antaño. Aripo es la palabra indígena para nombrar el instrumento, de barro o hierro, donde se asan las arepas en los fogones y de la cual proviene la palabra arepa.

Por la ignorancia nos han dominado más que por la fuerza – Simón Bolívar.


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miércoles, 13 de mayo de 2015

Pueblo chiquito nuevo, pueblo chiquito tricolor

Existen numerosos pueblos chiquitos y no tan chiquitos en toda Venezuela; unos, más conocidos que otros. A veces me divierte mucho hablar con gente de muchas partes y ya no me sorprende que no conozcan la existencia de tantos de ellos. En la gran mayoría de esas comunidades se vive, por supuesto, una vida placentera, sin sobresaltos, como no ocurre en los grandes centros poblados y me atrevo a decir que el llamado stress es algo así como un artículo de lujo. La paz y la tranquilidad que se respiran, para mi, son inigualables. Pero, por otra parte, la felicidad no es completa porque faltan muchas de tantas cosas que sí se tienen en las ciudades, o lo que es lo mismo, se carece de ciertos elementos solo al alcance de esos habitantes que, de alguna manera, contribuyen a aliviar ciertas cargas de la vida actual.

Aunque la vida es más fácil, más llevadera, esas carencias y limitaciones tienden a crear insatisfacción aunque tienen, a mi entender, fácil solución. Solucionarlas, también a mi entender, tiene que ser más fácil que, por ejemplo, en un enorme barrio caraqueño. Hay barrios en Caracas u otras grandes ciudades con decenas o cientos de miles de habitantes. Los pequeños pueblos a los que me refiero tienen poblaciones infinitamente menores, a veces tan solo una pocas decenas de miles de pobladores e inclusive menos. Con lo que jamás se solucionarán los múltiples problemas de un megabarrio caraqueño, sí se solucionarán los problemas de muchas de estas pequeñas poblaciones. Es cuestión de pensarlo y proponérselo.

Hecha la anterior reflexión, voy a lanzar una idea. ¿Tendrá acogida? Quien sabe, dependerá de la difusión que den mis queridos lectores a este escrito para que llegue a los oídos de tantos dirigentes que tienen voz y voto en el desempeño nacional. Dependerá también del apoyo de muchos que, de paso, deberían contribuir a redondear la idea y hacerla “palatable”.

Así como existe una Gran Misión llamada Barrio Nuevo, Barrio Tricolor para remodelar y hacer grata la vida en los barrios de las grandes ciudades, ¿por qué no extenderla y que uno de sus brazos sea la Sub Misión Pueblito Nuevo, Pueblito Tricolor?

Con tan solo una parte del dinero que se invierte en uno de tantos corredores de la Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor, repito, se pueden remodelar varios pueblitos. Y ya los imagino lindos, relucientes, más ordenados, limpios, con servicios eficientes de iluminación, telefonía fija, agua potable, aguas servidas, comunicaciones, puntos de abastecimiento de la Misión Alimentación permanentemente bien dotados, etc. Instituciones educativas y de salud ya existen en la mayoría de ellos, solo faltaría mejorarlas y ampliarlas según sea el caso.

En las etc., se pueden incluir pequeños pero cómodos terminales de pasajeros y que las lineas de transporte que los sirvan tengan rutas y horarios fijos y que sean respetados. Con pocas unidades y conductores adiestrados se puede resolver el problema del transporte local, urbano y semi urbano. También abrir las llamadas taquillas únicas para realizar trámites administrativos de instituciones públicas y así no tener obligatoriamente que desplazarse. Y no hablemos de agencias bancarias, públicas y o privadas y de otra índole, necesarias para hacer más fáciles tantas necesidades cotidianas. Desde luego que esta lista es ampliable y se oyen sugerencias y recomendaciones.

Haciendo la vida más feliz con la puesta en práctica de pocas pequeñas soluciones, ya imagino muchos de esos pueblitos constituirse en imanes que atraigan gente de las grandes ciudades como asiduos visitantes y, ¿por qué no como futuros habitantes? Que forma tan fácil para lograr aquella largamente cacareada y necesaria idea de desconcentrar los grandes núcleos urbanos.

También se puede pensar en la posibilidad de instalar centros de producción de tantos artículos que se requieren, lo que contribuiría a mejorar los niveles de vida y terminaría de redondear el cuadro de felicidad que avisoro; es decir, un pueblo agradable, cómodo, bien servido y atendido que, de paso, tenga fuentes de empleo estable para sus habitantes. Que no sea necesario desplazarse cada vez que surge una necesidad que solo puede ser resuelta en una urbe mayor.

El establecimiento de unidades productivas que aprovechen los recursos propios de cada zona propiciarían la deseada y necesaria mutación de comunidades de solo consumidoras a productoras, cuestión ésta que ha sido la causante del atraso de tantos lugares específicos. Esa producción, por incipiente que sea, satisfaría total o parcialmente algunas de las necesidades locales pero su ampliación, más allá de cifras limitadas, generaría riqueza local al llevar sus productos a otras localidades, sean éstas cercanas o lejanas. Pensemos, pues, en el establecimiento de una dinámica que impulse, aunque sea en pequeñas escalas, el desarrollo de muchas pequeñas comunidades que, sumadas unas con otras, se convertirían en un gran tejido que, sin duda alguna, contribuiría enormemente al desarrollo nacional integral.

Que la idea se divulgue, es todo lo que anhelo.



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