sábado, 5 de septiembre de 2015

¿Colombia vs Venezuela o lucha de clases?



La Excelentísima, Honorabilísima, Señora Encopetada de Alta Alcurnia, Ilustre Canciller de la no menos Ilustre República de Nueva Granada – ahora llamada Colombia – nombre creado por Francisco de Miranda y fundada por Simón Bolívar - me ha dado la clave para entender los orígenes, causas y fundamentos del horrible problema que ahora confrontan con Venezuela; así, a secas, sin títulos nobiliarios porque aquello de “Bolivariana” debe ser para ellos algo como vulgar, ergo despreciable.

Veamos. Ella dijo, palabras más o palabras menos, que los culpables de todo somos nosotros porque nuestro gobierno subsidia muchos productos para que los venezolanos muertos de hambre podamos comer algo, resultando esos productos muy baratos o, lo que es lo mismo, creamos una tentación para que sus paisanos, nuestros vecinos, vengan en masa a comprarlos. Estrategicamente olvidó mencionar todas las conquistas sociales, por cierto, extensivas sin egoísmo alguno a los colombianos y todas las demás nacionalidades que felizmente conviven con nosotros.

Soy medio tarado pero haré una analogía. Es como si a alguien le roban una joya, o cualquier objeto valioso, va a la policía a denunciar el robo y el encargado de recibir la queja le espeta en el rostro que el o ella es el o la culpable por tentar al ladrón.

Confieso que al principio estaba medio paralizado y tuve que ir a la historia antigua para desentrañar la que creo la verdadera razón para que la Señora Canciller - ¿o se dirá Cancillera? - diga esa profunda aseveración, porque ella, en realidad solo dijo algo de la boca para fuera, pero en el fondo, allá bien profundo, quiso decir otra para que los inteligentes como ella, naturalmente, si lo comprendieran todo incluyendo sus razones más íntimas.

Perdonen lectores(as) si me pongo fastidioso pero no me queda más remedio que remontarme en el tiempo. Retrocedamos solo unos 4 ó 5 siglos. En esa reciente época la sociedad esta estratificada más o menos así: primero El Rey, el Monarca, el Supremo, el ungido de Dios. Segundo los y las cortesanas. Tercero los favoritos de los dos primeros. Cuarto los nobles y luego, allá abajo, muy lejos los inexistentes invisibles, es decir los siervos, la plebe, súbditos o vasallos o, como se le dice modernamente, el pueblo.

Entre los segundos, terceros y cuartos había intrigas, luchas, muertes y muchas perversiones pero eso no tiene importancia y el denominador común era que todos trataban de trepar hacia alturas mayores en esa sociedad. Pero como la conexión con quienes se partían el lomo para trabajar y mantener toda esa caterva de inútiles y flojos, es decir el pueblo, la tenían los nobles, éstos se acostumbraron a mandar y que los pendejos obedecieran ciegamente sin derecho a chistar porque de lo contrario, ay Dios, las palizas, latigazos, tormentos o la muerte les esperaba. En resumen, los nobles cuyo origen estaba en algo por lo general oscuro en un antepasado criminal, ladrón o ambos, se acostumbraron a que su palabra fuera considerada santa, única, última, obedecida sin chistar por la gente del pueblo. Siempre tenían la última palabra. Era superior a la de la Biblia. Más adelante la denominación de nobles cambió a mantuanos, burgueses u oligarcas aunque ellos siguen considerándose nobles de prosapia y sangre limpia, desde luego imposibilitados de ensuciarse permitiendo que un sucio y hediondo miembro del perraje siquiera los mire, mucho menos hablarles y, peor aún, pensar en igualarse a ellos poniéndose a su nivel. Y llevarles la contraria algo peor que una profanación al Santísimo Sacramento.

Había olvidado mencionar que de los segundos a los cuartos, como estrategia para figurar, se acostumbraron a lamer los pies, oler los peos y jalar bolas al supremo.

Pero la historia de los dos últimos siglos ha sido una vaina rara. En algunos países mandamos al carajo al viejo orden pero los burgueses de otros no lo han notado y, ¡que vaina! No les queda más remedio que tolerarlos a regañadientes pero siempre con el morboso deseo de quitárselos de encima y poner a alguien de su prosapia y alcurnia. Y como el supremo cambió, ahora no es el rey sino un capitalista también burgués pero de otro imperio, siguen con su inveterada práctica de lamer los pies, oler los peos y jalar bolas al representante del imperio al cual sirven mansamente. Los que no chillan son ellos porque están felices y satisfechos que su nuevo supremo les diga todo cuanto tienen que hacer. Es decir, no han cambiado nada en 500 años.

Volviendo a la Señora Cancillera y su gobierno, entendamos, ellos no pueden aceptar ni siquiera oír ninguna razón o explicación que les de Venezuela. Ellos son ellos y nosotros nadie. Su palabra es la única, la que debe ser oída y la que se debe imponer; así que, su declaración aludida al principio debemos aceptarla porque sería muy incómodo para ella, hoy en día, decir por todo el cañón que nosotros somos una pila de pendejos, que ella es ella y tanto ella como su gobierno tienen que tener la palabra final.

Para mis lectores(as) de otras latitudes les aclaro que la República de Colombia, después del desmembramiento causado por la burguesía al país fundado por Simón Bolívar, para mal de ellos venezolano, ha sido gobernado por una burguesía oligárquica criminal que no ha salido todavía del siglo XVII, que sigue pensando, actuando y comportándose como en aquellos tiempos y debemos entenderlo. Para ellos es normal aplastar al pueblo colombiano, para ellos es normal aniquilarlos, para ellos es normal desplazarlos de sus territorios ancestrales cuando les convenga, para ellos es normal que se vayan sobre todo a Venezuela que la tienen cerquita y muchas otras aberraciones más. Pero también debemos entender que para ellos es normal hablar con lenguaje y que refinado, muy modositos ellos y ellas para decir eufemismos, es decir nada; que para ellos es normal manipular, mentir, intentar confundir, para ellos es normal construir verdades inexistentes a partir de falsos positivos (vaya contradicción inclusive lingüística) y, también, es normal para ellos tener siempre la última palabra porque, al igual que sus viejos y nuevos reyes, son infalibles ungidos de Dios.

Pero, ¡que vaina otra vez! Cada día que pasa solo ellos se creen su propio embuste. Por mi parte, mi deseo personal es que el sufrido, perseguido, preterido y masacrado pueblo neogranadino emerja de su gloriosa historia y se alce, haga su REVOLUCIÓN y se los quite de encima. Que se libere de sus verdugos. Ya basta ya. Adelante camaradas, como dice nuestro Himno Nacional en su última estrofa:

¡SEGUID EL EJEMPLO QUE CARACAS DIO!


¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!