martes, 1 de mayo de 2012

No nos conocemos – Parte III


El territorio que hoy ocupa la República Bolivariana de Venezuela fue uno de los territorios coloniales de España más pobre de todo el continente americano.

El historiador Manuel Pérez Vila lo describe maravillosamente: “Durante la primera mitad del Siglo XVI las perlas de Cubagua incrementaron sustancialmente el tesoro de la Corona, pero los ostiales se agotaron pronto y el “boom” cubagüense no tuvo consecuencias durables para la economía venezolana. La empresa coriana de los Welser resultó un fracaso económico, si bien dejó como saldo el establecimiento de ciudades – Coro, El Tocuyo…- en la región occidental; y tal vez aquel fracaso contribuyó a arrancar de las mentes el espejismo de “El Dorado”, es decir, la esperanza de un súbito enriquecimiento mediante el botín de imaginarios reinos indígenas opulentos. Pronto pudo verse que Venezuela no era un nuevo México, ni un nuevo Perú. Los conquistadores se volvieron hacia las tareas más prosaicas de la agricultura y la cría”.

Es así como aquella Venezuela de esa lejana época colonial volteó sus ojos al campo a partir de los comienzos del Siglo XVII hasta entrado el Siglo XX cuando nos cayó la maldición petrolera, que no solo acabó con unas actividades ya seculares de apego a la tierra que, ciertamente, nació en la colonia sino que también perduró después de la independencia trunca. Venezuela sorteó épocas difíciles, guerras, montoneras, caudillaje, pobreza, desastres, pero sus producciones primarias sustentaron la país a través de todas sus épocas. Es a partir del segundo tercio del Siglo XX cuando el petróleo termina por desarticular totalmente al país y nos sumerge en la miseria del rentismo que solo benefició al imperio y a las podridas oligarquías lacayas.

A partir del Siglo XVII, el cacao se convierte en el primer producto de exportación, seguido por el tabaco y los cueros de ganado. La producción de cacao fue la fuente de grandes riquezas de ciertos personajes al punto que, aún hoy en día, perdura desde entonces el apelativo de “gran cacao” para señalar a los oligarcas millonarios.

Entre 1728 y 1784, la Corona concede el monopolio de todo el comercio a la Compañía Guipuzcoana de la cual el mismo Rey de España era accionista. No analizaré las implicaciones políticas, económicas o sociales que este hecho trajo consigo; pero el comercio de alguna manera se desarrolló y creció. El cacao fue el primer producto de exportación. A partir de 1784 el cacao continúa ocupando su lugar seguido por el añil, cueros, ganado en pie y comienza a tomar importancia el café que para 1830 desplaza al cacao y se convierte en el principal rubro de exportación. Para 1854, el café genera el 37% de los ingresos por exportaciones, el cacao 21%, los cueros 14%, etc. Hubo periodos cuando el café y el cacao llegaron a producir el 70% de esos ingresos y la diferencia la aportaron el algodón, los cueros y el ganado en pie.

Una vez logrado el propósito imperial de convertir a Venezuela en solo una factoría petrolera, la producción de la tierra casi desaparece pero, aún así, bajo esas terribles condiciones, muy adversas, lograron sobrevivir ciertos cultivos, de tal manera que el café y el cacao se mantuvieron como segundo y tercer rubros de exportación detrás, por supuesto, del petróleo. Lógico que sus valores relativos resulten insignificantes frente al petróleo y así permanecieron hasta la segunda mitad del Siglo XX cuando fueron desplazados por el hierro y el aluminio.

Actualmente ha tomado auge nuevamente la producción de café y cacao bajo el estímulo y los auspicios de los ambiciosos programas de desarrollo agrario impulsados por la Revolución Bolivariana,

Lo que nunca llegó a perderse fue la tradicional calidad y el gran aprecio de los consumidores por el café y el cacao venezolanos.



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