miércoles, 24 de octubre de 2012

Mi vecina

Aclaratoria: les cuento una realidad. No es ficción.

No sé su nombre, vive a unos 80 metros de mi casa, es bastante fatua y empingorrotada (¿existirá la palabra?), siempre ataviada con mono y zapatos deportivos no obstante haber pasado hace rato la frontera de los 60, visitante consuetudinaria de la peluquería; pero, lo que más me llama la atención es que siempre anda con la nariz elevada como oliendo las nubes y, por supuesto, su mirada anda muy alto por encima de nuestras estaturas. Jamás me ha dirigido la palabra en 15 años a pesar que muchas veces le di los buenos días, las buenas tardes o las buenas noches.

Veamos otro aspecto de su comportamiento. No se pela un operativo de Mercal y se colea para comprar pollo, carne, aceite, leche, etc. Sin querer la he oído quejarse y hablar mal de esos operativos. La he visto muchas veces en la consulta de Barrio Adentro, sea el módulo vecinal, CDI (Centro de Diagnóstico Integral) o SRI (Sala de Rehabilitación Integral), intenta siempre no hacer cola y adelantarse a quienes llegaron antes, reclama airadamente las medicinas o los resultados de laboratorio y despotrica cuando algún médico está haciendo una cirugía o simplemente está ocupado en alguno de sus menesteres. Adicionalmente obtuvo sus lentes y su prótesis dental en las Misiones Milagro y Sonrisa, terminó secundaria en Misión Ribas pero le dio flojera ingresar a Misión Sucre aunque pudo haberlo hecho.

Entre sus pertenencias figura un celular “Vergatario”, tiene una antena satelital CANTV, compró un “Centauro” en cómodas cuotas sin pago inicial, el club comunal para damas de la tercera edad la ha llevado a varios viajes con todos los gastos pagos y es una de las personas más beligerantes en las asambleas del Consejo Comunal, eso sí, para presentar quejas y, que yo sepa, jamás ha hecho una propuesta constructiva.

Todos sus nietos y sobrinos acaban de recibir todos los útiles escolares y toditos tienen sus computadoras Canaima; pero, además, a través del Concejo Comunal ha recibido dinero y materiales para refaccionar su vivienda.

Ah, olvidaba que ella y su esposo reciben pensión de Seguro Social y no cotizaron jamás. Eso sí, sus quejas y sus lamentos por las colas que debe hacer para cobrar llegan a la estratósfera; sin embargo, su viveza criolla le resolvió el inconveniente, ahora llega al banco con un bastón y cara de tragedia para que le den preferencia. Está muy bien que tenga su pensión y nos reímos de su comedia para pasar antes que los demás, pero lo deleznable es que se queja a rabiar. Los negocios de sus hijos no habían estado antes más boyantes gracias a los créditos y apoyo, entre otros, de la Misión Agro – Venezuela. No me consta, pero me ha llegado la noticia que un familiar suyo ahorra ahora mucho dinero gracias a las diálisis gratuitas instauradas por las autoridades sanitarias; y, hasta dicen algunos que otro pariente recibe tratamiento gratuito, incluida la dotación de medicinas, para el VIH SIDA.

El balance lo podría ampliar. Tengo otros elementos pero nos aburriríamos demasiado.

¿Dónde quiero llegar? Ella es escuálida, súper escuálida, odia a Chávez y a quienes sospeche que son chaviztas. Odia al PSUV y a todo lo que huela a Revolución Bolivariana. En esta pasada campaña repartió profusamente propaganda de la derecha y montó en su casa las dos más grandes pancartas del candidato de la ultraderecha.

Ah, también olvidaba decir que ella opina y sostiene que todos los chaviztas son tierrúos, chusma, orilleros, marginales, borrachos, escoria, lumpen, arrastraos, esdentaos, brutos, animales, bichos y muchas otras lindezas más. Seguro ella se considera aristócrata de sangre azul, burguesa plutócrata, etc., etc.

Lo dejo de ese tamaño pero les hago una estúpida pregunta para la cual no encuentro ni busco respuesta: ¿ustedes entienden?

PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  -  ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS! 

miércoles, 17 de octubre de 2012

Perrarina - Parte III


Trataré de ser menos cáustico en el tratamiento a mi anónimo insultador porque, realmente, no me insultó. Cometió un enorme desatino al pretender descalificar mis afirmaciones y he llegado al convencimiento – espero no errar – que se trata de una de esas personas que se regodean en la liviandad de las palabras, frases, clichés o explicaciones de ciertos medios que, también, tan solo se regodean en retorcer la realidad cuando ésta no les cuadra a sus intereses crematísticos. Jamás penetran en los hechos y por tanto desconocen los acontecimientos anteriores a su enajenación mental. Ningún medio le dijo nada y, si lo dijo no le dio la regalada gana de entenderlo porque, simplemente, tampoco cuadra con sus muy limitados antivalores restringidos a liviandades generalmente folklóricas, pero folklóricas de otros países diferentes al suyo, en este caso Venezuela de la que se avergüenzan intensamente; cuanto darían por haber nacido al norte del Trópico de Cáncer entre los meridianos 60 y 125 y, por encima de todo, tener su propio nombre escrito al menos en spanglish.

Amigo, se te ve por encimita que has sido un niñito malcriado de esos que cuando agarran una rabieta porque quieren una chupeta y, si no se las dan en segundos, les da tremendo soponcio o desesperante pataleta. Tú no tienes ni idea de la vida y mucho menos de lo que ocurre en el mundo de los pobres.

Voy a echar un cuento que creo te retrata de cuerpo entero.

Del niño rico que le piden en la escuela escribir una composición sobre la pobreza.

He aquí lo que escribió:

En aquella casa de tres pisos rodeada de jardines mustios construida sobre una pequeñísima parcela de tan solo veinte mil metros cuadrados, que solo tenía catorce dormitorios todos eran muy pobres; el padre era pobre, la madre era pobre, los dos hijos varones y una hembra eran también muy pobres. Pero no era solo la familia, también eran muy pobres los tres choferes, el mayordomo, los dos jardineros, el ama de llaves, las dos cocineras, las dos mujeres encargadas de lavar y planchar al igual que los dos hombres y las dos mujeres que siempre estaban disponibles para cualquier eventualidad, tal como una fiesta que se tuviera que improvisar intempestivamente.

Como eran muy pobres, las tres limousines, los dos deportivos, el rústico que usa el señor para ir al campo y las dos motocicletas que maneja la servidumbre tenían tres años de antigüedad  ya estaban muy viejos y requerían pintura nueva.

Pero eso no era todo, el yate, las cuatro lanchas, el catamarán y el velero estaban viejos con cuatro años de antigüedad, requerían mantenimiento mayor o por lo menos ciertas reparaciones menores y no se las habían hecho porque la familia era realmente muy pobre. 

Ni que decir del jet y las dos avionetas. Lo mejor era el jet con más de mil horas de vuelo, las avionetas en estado lamentable porque aquella familia era realmente tan pobre que no podía costear el mantenimiento y las pequeñas reparaciones. Inútil mencionar que la pintura de esos aparatos viejos está en estado lamentable. Da rabia la pobreza de esa familia.

Como eran tan pobres esos seres tan desgraciados, lo que comían sí que era para entristecer a cualquiera. Imagínense lo lamentable; por ser tan pobres solo comían caviar del Mar Negro una vez cada dos semanas, salmón de Alaska una vez por semana, trufas blancas una vez al mes y, últimamente, el jamón ahumado de jabalí una vez cada seis semanas. De quesos ni hablar, en los últimos tiempos redujeron el consumo de gruyere, camembert, parmesano grana y el chevre y el chantal casi desaparecieron de la mesa. Esa pobreza atroz que sufrían los había dejado comiendo apenas langostas, camarones y angulas cada dos o tres días, además de uno que otro lomito de ternera.

La escasez de bebidas espirituosas es una situación peor porque solo han podido consumir tres cajas de Möet Chandon Brut Imperial, 2 de escocés de 25 años, una de cognac Napoleón VSOP, una de Cardenal Mendoza y seis botellas de Absintio persa durante los últimos dos meses. Pobrecitos, como los desgraciados son tan pobres.

Lo más triste de tanta pobreza es que durante los últimos meses solo pudieron viajar a Biarritz, Chamonix, Val D’Isere, Montecarlo, Niza, La Spezia y Cranz tan solo cuatro veces y no pudieron ir a Disney World porque perdieron en el Casino de Montecarlo los escasos dos millones de dólares que llevaron.

El cuento es más largo pero lo dejo ahí. Si ustedes, amigos lectores lo desean, den rienda suelta a su imaginación y agreguen lo que deseen. Total, lo que queremos es divertirnos y pasarla bien.
Ah, ¿y las conclusiones y o la moraleja del cuento? Eso también corre por cuenta de ustedes. ¡Salud camaradas y amigas(os)!

PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  -  ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

jueves, 11 de octubre de 2012

Perrarina - Parte II


Respondo con cierta tristeza a un apreciado lector – los aprecio sinceramente a todos – se esconde tras el anonimato y pretende insultarme llamándome EMBUSTERO. Reflexiono. He dicho solo verdades verificables y si alguien las pone en duda existen muchas maneras de comprobarlas. Solo un par de conexiones en Internet que te sirven para documentarte algo:



Eso por una parte, y por la otra, pregunto a mi anónimo corresponsal.

¿Por qué te escondes en el anonimato? No creo que te avergüences de tu nombre propio. ¿Por qué quieres atrincherarte allí para difamar? Recuerda, no ofende quien quiere sino quien puede y no me siento ofendido. No has cometido una ofensa. Ha sido un desatino; sí, un gran desatino. Tampoco te doy consejos, ni te doy nada más allá de la atención necesaria para despejar dudas porque soy seguidor de la máxima de José Gervasio Artigas: CON LA VERDAD NI OFENDO NI TEMO. La única razón que encuentro para desahogar tu rabia por lo que yo afirmé es que seas un oligarca explotador, hambreador del pueblo con intereses en alguna empresa capitalista chupasangre que produce alimentos -¿o venenos? – para animales que quisieron en su momento hacer que los humanos tragaran…y lo lograron. Si no estás relacionado con esos seres perversos es posible que los admires, que sean tus ídolos, y no eres el único lamentablemente.

No es mentira que las mismas empresas promovieron el consumo de perrarina por parte de los humanos. Es más, en su momento, se sintieron orgullosos de que ello fuera así. Claro, ¡tenían más compradores y ganaban más!

Son falaces tus argumentos sobre precio y sabor. Recuerdo que en esa triste época, los retallones de carne que antes botaban o regalaban – pellejos para perros – los vendían aproximadamente a Bs. 50 por kilo y la perrarina a Bs. 39. Las empresas convencieron a los carniceros, generalmente malagradecidos extranjeros para que NO PERDIERAN. Lástima que no dispongo de estadísticas, pero tampoco las voy a buscar para darte gusto. ¿Sabes? Dudo también que seas venezolano porque usas algunos vocablos cuyo uso no es muy común en este país. Ejemplo: tenía años que no oía hablar de chanfaina. ¿O serás uno más de esos y que venezolanos, que nacieron en Venezuela, tienen cédula de identidad venezolana pero solo adoran, admiran, viven y mueren con su podridas mentes y corazones puestos en otras latitudes con “generosos empresarios transnacionales” generalmente expoliadores de nuestros pueblos?

Amigo, revísate. Algo anda mal dentro de ti. Si sabes pensar y hacer deducciones positivas, sí acaso eres venezolano y algo te duele esta generosa patria haz algo para que se consolide la Revolución Bolivariana y nadie jamás en esta generosa tierra vuelva a comer perrarina o nada parecido.

PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  -  ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

lunes, 1 de octubre de 2012

Perrarina

Aclaratoria para los amigos lectores de otras latitudes: Perrarina no es harina de perros, es la marca comercial de un alimento para perros que desde hace mucho tiempo se produce en Venezuela.

El tema del consumo de Perrarina como sucedáneo de alimento para humanos es un tema muy viejo y creía ya olvidado. De hecho, históricamente cierto, hubo un largo período de tiempo cuando los pobres, constreñidos por la agobiante miseria a la que fueron sometidos por  los malhadados gobiernos de la iv república (en minúsculas en señal de asco y repudio), la consumieron en abundancia. Es como para avergonzarnos, diría cualquier idiota de la burguesía, pero ellos mismos y sus “exquisitos y refinados” dirigentes fueron los causantes de esa mancha en la sociedad venezolana. ¿Qué dirán mis amigos del jet set si supieran que en mi petrolero país hay gente tan tan que come cosas de esas solo para perros? ¡Qué vergüenza! Pues, se tendrán que avergonzar si acaso tienen un ápice de dignidad y otro ápice de orgullo patrio. 

Era un asunto ampliamente conocido en muchas zonas enclavadas en los cinturones de miseria de grandes y medianas ciudades. Para esos desheredados de la fortuna nunca fue un secreto, pero sí lo fue para el resto de la población porque, sencillamente, los medios de comunicación propiedad de la burguesía jamás lo divulgaron y, como ellos mismos lo impusieron en el imaginario colectivo de las clases que afortunadamente todavía podían alimentarse como Dios manda, “si no lo dicen los medios no existe”. Veamos pues que hay dos aspectos entrelazados: uno, si los medios no lo divulgaban era inexistente esa aberración; y dos, a nadie de ellos les importó jamás lo que pudiera pasar o no a las clases invisibilizadas.

Un cierto día, una empresa productora de ese tipo de alimento para perros “descubrió” que se le presentaba la gran oportunidad de aumentar astronomicamente sus ventas si, además de los canes finos de gente fina, la no tan fina caterva de muertos de hambre también la consumían. Imaginen ustedes lectores, reemplazar un gran grupo de otros alimentos de la dieta normal de cualquier pobre con PERRARINA. Negocio redondo, ¿o no? La perrarina reemplazó, pues, a la leche, la pasta, cereales, los productos cárnicos de segunda o tercera porque los de primera “esos” no la comían nunca. Y el renglón que da grima recordar, los alimentos para niños.

Oficialmente reconocido por las mismas empresas, hubo años cuando el incremento en la producción y venta de perrarina se llegó a duplicar. Obvio, las ganancias también.

El asunto se hizo público en aquella no tan lejana época porque una empresa, altamente preocupada por el crecimiento de las ventas, se veía obligada a aumentar su capacidad de producción y ordenó un estudio de factibilidad que incluía un estudio de mercado. La gente del común lo tomó a guasa y los chistes malintencionados o no proliferaron. El estudio comprobó que las ventas de Perrarina crecían casi exponencialmente en los barrios pobres donde nadie tiene San Bernardos, pastores, poodles y otros canes de pedigree y lo único que hay son esmirriados y famélicos yusos y cacri que no la comen. Las mismas revistas especializadas para gerentes de mercadeo y ventas lo reseñaron y orgullosos burócratas lo presentaron como “su” gran logro, al punto de afirmar sin vergüenza alguna que “su” empresa duplicó o más su producción.

La perrarina es solo un renglón de los producidos por las empresas que elaboran “alimentos para animales”. Tronco de filón si lo comen también los humanos. El segmento de mercado de los animales “finos” no es tan substancioso ni tan grande numéricamente hablando. Que la coman los pendejos pobres muertos de hambre y los números se harán estratosféricos.

Esos productos, como la mayoría lo sabe, se elaboran con desechos. Con subproductos de otros procesos que de no ser utilizados en alimentos para animales irían al basurero. Es la práctica capitalista de aprovechar hasta el más recóndito filón para extraer beneficios. Que los infrahumanos lo coman es provechoso para la empresa, para MAXIMIZAR la ganancia.

Ellos, los industriales capitalistas, promovieron y estimularon el consumo por parte de los subhumanos. No fue una cuestión azarienta ni resultado del hambre generalizada. Recuerdo perfectamente al desaparecido animador Renny Ottolina comiendo perrarina en vivo en su show de televisión. Claro, él disfrazaba la cuña publicitaria diciendo que era tan buena para su perro que también podían comerla los humanos. Como quiera que las empresas productoras también controlaban o controlan otros segmentos de la rama alimentaria para “personas”, se las ingeniaron para manipular los precios, subirlos y hacerlos inasequibles a los pobres. Resultado concreto: ganancia por todas partes. Quienes podían pagar más, pagaron más; quienes no podían pagar, compraban perrarina cuyo costo de producción es ínfimo pero la ganancia que comenzó a dejar entonces se volvió astronómica. La estrategia resultó perfecta.

Recuerdo haber leído reseñas de prensa asegurando que la producción de perrarina per cápita era de una de las más altas. Así como los pobres comieron mucha perrarina, pudieron también haber consumido gatarina, conejarina, cochinarina, o lo que fuera, pero el sistema de distribución ya estaba establecido y fue fácil ampliarlo.

Han resucitado el tema recientemente. Dejen la hipocresía a un lado. No fue que los pobres buscaron voluntariamente la perrarina. Ustedes los obligaron y como les gustarían que volvieran nuevamente a ser sus mejores consumidores, pero eso no ocurrirá porque el 98% de los venezolanos ya se mete sus tres “papas resueltas” todos los días. Los que permanecen aún en la tenebrosa mazmorra infernal de la miseria cada día son menos, afortunadamente. Se acabó el tiempo de los muertos de hambre, así que olvídense de volver a obligarlos a comer perrarina.

A ustedes les convendría que comieran perrarina, pero la única razón es que la relación costo/precio es exorbitante. El costo de la materia prima es prácticamente cero porque es desecho, pero el precio de venta asusta y no a los perros propiamente.

Traigo el tema a colación porque me fastidia la hipocresía y las falsas posturas de “la gente fina”. ¡Oh, qué horror! “esos” que comen perrarina. ¿Y cómo no la iban a comer si ustedes mismos los indujeron, prácticamente los obligaron?

No sé porque este asunto de la hipocresía en su salsa me recuerda el capítulo de La Pagapeo del libro de Herrera Luque, “En la casa del pez que escupe el agua”.

PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  -¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!