miércoles, 9 de noviembre de 2011

La Riqueza de las Naciones


El primer economista fue supuestamente Adam Smith, el primero en acuñar el término “la riqueza de las Naciones”, sin embargo descuidó explicar lo que era. En vista de que mucha gente de todo el mundo siempre ha peleado por apropiársela para satisfacer sus propias formas de avaricia, han surgido distintas teorías para justificar esos deseos.

Según los capitalistas, especialmente neoliberales, ellos asumen que la riqueza y todo cuanto ellos puedan obtener es para ellos y, ellos, significa exactamente la aristocracia más rica.

El punto de vista de los comunistas es que debería pertenecer a la sociedad en general.

Hay un tercer enfoque que intentaré explicar más adelante.

La historia está llena de relatos sobre distintos tipos de guerra que ocurrieron  antes y después de la invención de la llamada ciencia económica. Si son numerosos los relatos de estas guerras, son aún más numerosas las páginas dedicadas a justificar la mayoría de ellas, irónicamente basándose en principios éticos y morales, pero existe una gran contradicción entre el dicho y el hecho al producirse la muerte de mucha gente intentando precisamente salvarla. Además, resulta imposible encontrar un escrito, o una narración oral, explicando las verdaderas razones que provocan o provocaron esas guerras, así como el subsiguiente control y saqueo de riquezas y recursos naturales. ¿Cuáles fueron realmente las verdaderas razones que provocaron todas las guerras coloniales y las intervenciones durante los siglos pasados y los tiempos actuales? De ninguna manera la justificación estuvo o está en la defensa propia, la protección de los intereses nacionales, la amenaza a sus ciudadanos, etc. La hipocresía, el cinismo y las mentiras más absurdas abundan y son voceadas y divulgadas a todo estruendo.  

Debemos hacernos otra pregunta. ¿A quien benefician las guerras? Antes, definamos que es guerra. Viejos que sí se conocen, empujan jóvenes que no, a matarse entre si para defender los intereses de los primeros. En resumen, las guerras son por dinero pero hasta ahora solo hemos hablado de guerras convencionales; nada hemos dicho de otro tipo, semi silentes, formadas por pocas o muchas batallas sin enfrentamiento entre tropas, sin masacres, rifles ni municiones. Me refiero específicamente a la lucha diaria para producir dinero para poder vivir, lucha conocida con el nombre de trabajo, donde la gente pone a diario su intelecto, su sudor o ambos como armas contra un grupo más poderoso que necesita exactamente el mayor rendimiento de los primeros para producir más y más dinero para los segundos, y compensarlos con lo menos posible. Lo antes dicho se expresa en lenguaje ordinario así, ven y jódete por mí casi de gratis, pero produciendo lo más que puedas.

Se oye a menudo a los capitalistas hablar de competencia. Eso es una falacia total. Las empresas poderosas hacen todo lo posible para eliminar sus competidores más débiles y así tener dominio absoluto de los mercados, o sea, crean monopolios que imponen su voluntad, sus precios, calidad,  cantidad y crean crisis permanentes de oferta. Si un cierto número de corporaciones aún así permanecen en un determinado segmento de mercado, terminan poniéndose de acuerdo para explotar conjuntamente a los consumidores. A eso se le adjudica un nombre sucio, cartelización. El surgimiento de carteles es el producto de un acuerdo entre explotadores, para imponer su voluntad a los consumidores y obligarlos a pagar precios obscenos y así obtener ganancias inmorales. En palabras sencillas, a este concepto enormemente apreciado por los economistas y otros tecnócratas se le llama maximización de ganancias.

Al principio, los capitalistas “invertían” parte de su riqueza, o sea, desembolsaban dinero verdadero para comprar maquinarias y equipos para elaborar productos útiles o inútiles, materia prima o semi elaborada para transformarla en productos finales, tierra y edificaciones donde operar, equipo y material de oficina para funcionar, y así sucesivamente. Explotaban a sus trabajadores y a sus clientes.  

Posteriormente dejaron de invertir en activos reales. ¿Cómo? Entonces, ¿qué hicen en cambio? La respuesta no tiene nada de inocente; contratan inversionistas más débiles para que produzcan para ellos, de esa manera compran productos lo más barato posible y lo revenden lo más alto; en consecuencia, explotan a los capitalistas más pequeños y a los consumidores. Sin embargo, comprar y revender artículos reviste algunos riesgos y se pueden generar pérdidas eventuales; así que, encontraron algo mejor y menos riesgoso que no requiere inversiones en activos físicos, nada de depósitos, nada de obreros; todo sin pérdida de tiempo. Fácil de imaginar y conocer. Decidieron comprar papeles, como quiera se les llame, bonos, títulos, acciones y otras denominaciones “legales” imaginables o no. Vender esos papeles lo antes posible, naturalmente a precios mayores, hace que la ganancia se obtenga más rápido.

La producción de bienes materiales reales crea el llamado valor agregado. El negocio de la compra-venta de papeles no crea nada, ningún valor agregado. Al final de cada transacción nada ha cambiado excepto la creación de una cantidad de dinero inorgánico que no tiene ninguna incidencia buena en el sistema económico general. Nada se ha producido ni transformado, ninguna ganancia de capital; esto es, de riqueza que mejore o contribuya al crecimiento de la llamada economía real.

La economía especulativa, también llamada financiera, no produce nada ni para la gente ni para la sociedad en general, pero sí para los capitalistas. Un papel, vendido y revendido varias veces sin control y solo para satisfacer cierta avaricia personal, no contribuye en nada a la Riqueza Nacional; por lo tanto, no hay nada que repartir entre toda la población. No obstante, existe el enorme riesgo de la imposibilidad matemática del crecimiento infinito conocido como el sistema piramidal. Llega el momento cuando la burbuja creada artificialmente explota. Ahora no solo explotan a los trabajadores y a los clientes, explotan a la sociedad en general.

Piensen por un momento para que sirve la Riqueza Nacional. Después de pocos segundos responderán que, para repartirla equitativamente entre todos los miembros de la sociedad. Bien, ese simple criterio no ocurre en una sociedad capitalista: la riqueza no se distribuye con justicia; la mayor parte de esa riqueza común va solo a unos pocos, generalmente al 1%, al segmento más alto de la escala social. Entonces, ¿y el otro 99% qué?

Bien, ya cumplí con lo prometido en el párrafo cuarto, arriba. Para redondear, solo necesito recordarles lo que considero el mejor enfoque para constituir un sistema gobierno. Brevemente, les repetiré las palabras de Simón Bolívar en 1819:

El sistema de Gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política.

Lo anterior, naturalmente, incluye la distribución equitativa de la Riqueza Nacional entre todos los habitantes. ¿Cómo compartirla? Fácilmente. Los campos principales son salud, educación, alimentación, vivienda, infraestructura, ciencia y tecnología, cultura, etc. para todos.


PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  -  ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

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