En
mi anterior escrito me refería a la triste asociación que agrupa a
muchos de los llamados “empresarios” venezolanos. Hoy les contaré
dos pequeñas historias contrapuestas para ilustrar el carácter y el
espíritu que animan dos tipos distintos de persona a quienes podemos
llamar, a una empresaria, y a un pulpero.
Una
mujer pobre con relativamente escasa preparación cultural y
educativa trabajaba como costurera para criar y educar sus dos hijos,
un varón y una hembra. Un cierto fin de semana su hija le pide
dinero para comprar un traje de baño porque unos(as) amigos(as) la
habían invitado a la playa. Ella procedió y con recortes de tela
confeccionó un traje de baño, una prenda que requiere una cantidad
mínima de tela. Esta confección llamó la atención de sus amigas y
manifestaron el deseo de comprar algo parecido y se sorprendieron al
saber que la mamá había sido la artífice, así que le encargaron
varios.
Esto
le dio la idea de producirlos, en pequeña escala por supuesto, e
intentar venderlos en el comercio local. Inútil decir que los
comerciantes no le compraron pero ella, tozuda al fin, tuvo otra
idea. Preparó unos lindos estuches y les puso unas etiquetas
llamativas y exóticas, inclusive con palabras extranjeras. Pidió
mayor precio, se los arrancaron de las manos y le hicieron pedidos.
No
es necesario recalcar que el negocio fue un éxito y al poco tiempo
le agregó ropa interior para damas, que también colocó para la
venta en estuches exóticos.
Lo
que empezó con una sola persona, la costurera, se convirtió en
tiempo relativamente breve en una exitosa pequeña industria de la
confección con su respectivo equipamiento, constituyéndose en
fuente de empleo para unas 40 operarias.
A
la otra historia haré una breve introducción. Hace años había, y
digo había porque no sé si todavía existe, una plantación de
lechoza (papaya) en la zona de Barlovento al centro norte de
Venezuela. A ese producto agrícola le hacían una pequeña
transformación artesanal, la enviaban a Curaçao, luego a Alemania
donde realmente la transformaban y volvía al país como un producto
farmacéutico llamado Papaína,
por cierto, el desinflamante o
desinflamatorio más
efectivo.
También,
en una zona del Estado Falcón sembraban zábila o sábila, también
le hacían una cierta preparación, la enviaban a Curaçao, a
Alemania e igualmente la retornaban al país como ingrediente de
jarabes, perfumes,
cosméticos y otros productos con el pomposo apelativo de Aloe
Vera.
Debo
acotar que tanto la extracción de papaína, como de aloe vera, son
procedimientos quimicamente sencillos y los equipos necesarios
no tienen ninguna complejidad.
El
caso es que fui compañero de estudios y todavía soy amigo de un
muchacho que heredó de su padre una incipiente empresa
quimico-farmacéutica, la cual transformó y fortificó después de
haber hecho unos acuerdos con empresas alemanas. En cierta ocasión
le plantee la posibilidad de incorporar a su industria un par de
líneas de producción para obtener localmente la papaína y diversas
fórmulas de aloe vera, e inclusive le asomé la idea de exportar
productos casi terminados. Con la mayor naturalidad me respondió que
eso no era necesario porque él las obtenía de Alemania y que no se
iba a meter en complicaciones y adicionales inversiones, aunque
fueran de poca monta. En definitiva, para él resultaba y resulta más
fácil o práctico comprar materia prima semielaborada, ensamblar y
vender. Creo que su razonada posición refleja fielmente el espíritu
que anima a muchos de quienes se hacen llamar empresarios. Por
supuesto que no es necesario decir que él pide divisas al Estado
para importar insumos facilmente producibles en el país que solo
requieren iniciativa; es decir, ganas de hacerlo e inversiones
moderadas para lo cual también puede ocurrir a entes estatales que
se lo financien y sería, de paso, una fuente para producir divisas
para sí y para la nación.
Comparo
ambas historias. Una iniciativa y una no iniciativa. La primera animó
a una mujer pobre; la segunda, a un “empresario” millonario.
Para
ustedes, caros lectores, ¿cual de los dos merece en verdad el
calificativo de empresario?
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!
Lo que pasa con muchos venezolanos que creen que todo lo extranjero es mejor que lo nuestro sin imaginarse que los Venezolanos no tenemos que envidiarle nada a otros Paises, nosotros no queremos entender que lo nuestro es mejor SOMOS LOS MEJORES X QUE SOMOS VENEZUELA VIVA CHAVEZ CARAJO
ResponderEliminarCamarada "desconocido";
ResponderEliminarTe saludo y doy la razón, pero te faltó acotar que muchos aunque nacidos en Venezuela, con cédula de identidad venezolana, tienen su corazoncito en otra parte. Esos son quienes echan la burra p'al monte.
Pero, ¡que casualidad! la mayoría de quienes se hacen llamar diz que empresarios, tienen su corazón a la derecha y su mente bien lejos de la Patria.
¡Salud Camarada!