En
Venezuela hay un refrán que dice así: Picao e'culebra cuando ve
bejuco brinca.
Algunos
lo expresan de otra manera: El que lo picó culebra corre
cuando ve bejuco. En síntesis,
popularmente se expresa que la voz de la experiencia nos informa ante
cualquier peligro cualquiera sea su naturaleza.
Voy
a enlazar la sabiduría popular con una cita bíblica: Por
sus obras los conoceréis. Las
palabras se las lleva el viento y lo que perdura y vale son los
hechos, las obras de los hombres.
Tangencialmente
voy a invocar otra expresión que he oído desde que era apenas un
muchacho: Todo lo bueno para Fedecámaras es malo para el
pueblo. O viceversa: Todo
lo bueno para el pueblo es malo para Fedecámaras.
Nota
explicativa a mis queridos lectores de otras latitudes: Fedecámaras
es la Asociación de Federaciones de Cámaras de Comercio y
Producción de Venezuela, organización que agrupa a los empresarios,
aunque no a todos. Siempre han pertenecido a esa asociación los
tradicionales empresarios más rancios, herederos de las oligarquías
que se originaron en el período colonial, los más conservadores y,
casi siempre, politicamente pertenecientes a la derecha o ultra
derecha. Es equivalente de lo que en España llaman “la patronal”.
Tal
vez alguno se esté extrañando y preguntando a que se debe esta
aburrida introducción. Verán. La última gran acción política de
Fedecámaras; por cierto de muy ingrata recordación, fue el golpe de
estado contra la Revolución Bolivariana y el Presidente Hugo Chávez
que generó un gobierno de
facto encabezado
por el mismísimo
presidente de Fedecámaras
Pedro Carmona Estanga en
Abril de 2002 y el paro
sabotaje petrolero, de finales de 2002 y comienzos de 2003, que causó
inmensas pérdidas a la República.
Hace
poco tiempo, el día 2 de Agosto próximo pasado, el periodista José
Vicente Rangel entrevistó en su habitual programa de televisión al
nuevo presidente de Fedecámaras, Sr. Francisco Martínez a quien no
conozco, primera vez tengo algún conocimiento sobre él y de quien,
como es natural, no hago juicios de valor.
Como
soy picado de culebra brinqué cuando vi el bejuco; pero, no
obstante, puse atención a la entrevista. Por sus palabras (esperemos
los hechos para luego juzgar), el Sr. Francisco Martínez se pareció
a la Madre Teresa de Calcuta y no digo más porque ustedes me
entienden de sobra.
Sin
embargo, de todo aquel palabrerío florido y aparentemente con muy
estudiada humildad
y maravillosas intenciones, al Sr. Martínez, creo yo, se le escapó
una perla y dejó ver alguna costurita. Entre las peticiones
compulsivas que puso al Gobierno Nacional para un entendimiento entre
las partes; es decir, entre el sector privado (se abroga la
representación de TODO ese sector y no solo de una parte que creo
minoritaria pero con mucha plata) y el público, estuvo la revisión
del sistema de control cambiario pidiendo practicamente su
desaparición inmediata, así como la eliminación de toda traba,
liberar las importaciones de “materias primas, productos
semielaborados, productos elaborados, piezas y repuestos, etc., etc.”
y, no podía faltar el eterno
ritornello, la liberación de los precios; es decir, abandonar de
inmediato cualquier control por parte del Estado.
El
Sr. Martínez se hubiera ganado de inmediato mi admiración y respeto
si hubiera siquiera señalado la posibilidad de repatriar, al menos
parte de los capitales que tienen en el exterior, instalar en el país
fábricas de tantos productos de fácil elaboración que han venido
importando durante tanto tiempo para incorporarlos a esos que ellos
ensamblan y por los cuales, en su mayoría, pagan royalties
bien abultados a consorcios
extranjeros.
El
Sr. Martínez se hubiera ganado mi admiración y respeto si hubiera
hecho, por lo menos, alusión al problema de los bachaqueros, la
especulación, el acaparamiento y el boicot generado por miembros de
su asociación como estrategia de la guerra económica en que han
sumido al país durante tiempo que, a mi entender, ya resulta
demasiado. El mutis al respecto fue total.
Repetiré
por enésima vez lo afirmado por Antonio Guzmán Blanco, un
gobernante muy corrupto del pasado Siglo XIX, quien se entregó en
cuerpo y alma a la ultra derecha oligárquica y al imperio británico
(en minúsculas en señal de asco y repudio) quien dijo que “en
Venezuela no hay empresarios sino pulperos “enfranelaos””. Pues
sí, concuerdo con el llamado “autócrata civilizador” porque los
llamados “empresarios” de nuestro país, salvo honrosas
excepciones, son eso, pulperos y no empresarios porque no emprenden
nada, no invierten sus propios capitales, no arriesgan nada y,
sobretodo, no innovan ni crean adelantos para sus llamadas empresas y
siempre se han limitado a importar toda clase de cachivaches que
venden con módicas ganancias del 500% como mínimo. Y para
ponerle la guinda a la torta, siempre se han opuesto vehementemente a
las reivindicaciones sociales de sus trabajadores; es decir, de
aquellos que con su esfuerzo y sudor cotidiano les producen tantas
ganancias, así que me hubiera encantado que el Sr. Martínez se
hubiera referido al establecimiento de relaciones laborales más
dignas.
Que
nadie me critique por cuanto digo ya que solo me he referido al
pasado. Esperaré lo que promueva Fedecámaras de ahora en adelante y
ojalá que las aparentes lágrimas vertidas no sean de cocodrilo o;
dicho de otra forma, que rectifiquen su conducta de tal manera que
sus futuras acciones se traduzcan en hechos concretos en beneficio de
la patria y no solo egoistamente de sus propios bolsillos y los de
sus mentores imperiales. Sin embargo, han pasado más de dos meses y,
hasta el momento, no he sabido que haya o hayan dicho nada nuevo.
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!
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