La
pérdida de la Batalla de Boyacá significó la catastrófica
tragedia final para el Virreinato de la Nueva Granada y se ha hablado
y escrito mucho sobre las acciones militares y de otra índole, pero
poco de las historia menudas que siguieron al triunfo Patriota al
mando del Libertador Simón Bolívar.
¿Cual
era el ambiente en Bogotá previo a la batalla? El boato y el
protocolo del virreinato era el pan de cada día desde tiempos
inmemoriales; de tal forma que, el pueblo se acostumbró a los
imponentes desfiles de tropas muy arregladas, muy engalanadas en los
mejores caballos. Eran parte de lo mejor, en apariencia, de los
ejércitos imperiales y tenían fama de invencibles. Por otra parte,
la tremenda influencia de la jerarquía eclesiástica tenía sumido
al pueblo en la más tenebrosa ignorancia. No olvidemos que desde
1814 cuando el Libertador, actuando a las órdenes del Congreso de
Tunja, o lo que es lo mismo, del Gobierno de la Unión, somete al
disidente gobernador de Cundinamarca (Bogotá) Manuel Alvarez por la
fuerza, se originó una repugnante reacción de los clérigos quienes
inclusive lo excomulgaron llamándolo "impío hereje e
irreligioso", lo que a su vez originó para Bolívar el terrible
apelativo de "El Diablo" que la burguesía inyectó al
sometido e ígnaro pueblo.
El
desastre de Boyacá provocó la desbandada y vergonzosa huida de
algunos restos del ejército imperial y a la pregunta generalizada
sobre quien podía derrotarlos surgió la respuesta tétrica: El
Diablo. Un miedo irracional se apoderó de todos y llegó a tal punto
el pavor que el Virrey, y todo su séquito gubernamental, huyeron
despavoridos abandonando en las arcas un millón de pesos en oro.
Imaginemos
ahora el aspecto del ejército patriota cuando entró en Bogotá el
día 10 de Agosto de 1819 aproximadamente a las 4:30 pm, tres días
después de su clamoroso triunfo en Boyacá. Su aspecto no podía ser
más lamentable. En su mayoría hombres de tierras muy cálidas,
llaneros de Apure, maltratados fisicamente por las penurias del Paso
de Los Andes, habiendo soportando el frío y el soroche a más de
4000 metros de altura además de los sangrientos combates, sin las
vestimentas adecuadas, barbudos, muchos descalzos, desarrapados con
bastantes de ellos heridos o mutilados; en fin, una verdadera
calamidad a los ojos de cualquiera. Y habían vencido a los
"invencibles". Se confirmó entre muchos la malintencionada
conseja, al frente de ellos no podía estar otro que el mismísimo
Diablo.
Comparemos
ahora fisicamente a los combatientes. Por un lado los "bonitos"
de acicalada piel tersa y por el otro, "los feos" de piel
tostada, aporreada por los elementos y los sacrificios. Los unos de
preciosa indumentaria, los otros de harapos y la mayoría descalzos.
Imaginemos, no más, la impresión que debieron haber causado cuando
hicieron su entrada triunfal a la ciudad virreinal.
Los
burgueses que permanecieron en la ciudad porque no tuvieron tiempo
para huir, apelando a su rancia hipocresía y maldad se presentaron
inmediatamente a los vencedores a rendirles falsa pleitesía como
historicamente han hecho y harán en casos similares. Organizaron un
suntuoso banquete y un baile en honor a los héroes, a los
vencedores. Naturalmente, buscaban conservar sus viejas
prerrogativas.
Imaginemos
el estado de los uniformes de los principales oficiales del Ejército
Patriota y del mismo Libertador. No tenían indudablemente su mejor
presentación. Sus rostros tampoco. De hecho, digámoslo, estaban
feos y descompuestos comparados con los caballeros y damas de aquella
rutilante burguesía virreinal.
Durante
el baile, una de aquellas damas despreció ostensiblemente al General
José Laurencio Silva cuando éste la requirió para bailar.
Aparentemente lo llamó "sucio plebeyo" entre otros
epítetos; pero, Bolívar observó aquello.
El
Libertador, inmediatamente, ordenó que la orquesta cesara y que
nadie bailara. Tensión general. Dijo entonces: General Silva, el
Libertador bailará con usted. Ordenó
a la orquesta que recomenzara
la interpretación.
Bailaron ellos solos.
Al
terminar la pieza musical se subió a una mesa y, palabras más,
palabras menos, dijo:
Ningún
miembro del Ejército Libertador merece, ni debe soportar la ofensa
del desprecio de ninguna ramera por muy mantuana que sea. Por eso, en
desagravio, Yo, el Libertador, he bailado con el General Silva. Se ha
terminado la fiesta, ¡váyanse todos al carajo!
La
burguesía bogotana todavía, doscientos años después, no ha
perdonado a Bolívar. La oligarquía descendiente de aquella parece
odiarlo cada vez más.
Aunque
a muchos de otras latitudes les pudiera parecer extraño, el pueblo
lo ama.
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!
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