viernes, 26 de diciembre de 2014

Meditando



La imagen que hoy presento a mis queridas(os) lectoras(es) es la que, indefectiblemente, veo desde mi hamaca cuando tropicalmente me someto al descanso. Pero, para mi, el descanso es tiempo de resumen, recapitulación de eventos y, a la vez, momento ideal para reflexionar y meditar.

Describiré la imagen. La dirección de mi mirada se va rumbo al Noreste y diviso el claro cielo de límpido azul que cubre esta paradisíaca parte de mi Venezuela. Lo que pareciera niebla no lo es, es el reflejo de "ese sol que suda blancos, ese sol que tuesta negros", a decir del gran poeta Andrés Eloy Blanco. En primer plano, un trozo de mi hamaca y el contorno del techo; más allá un imponente árbol de riquísimos mangos y también se ven pequeñas ramas de un ciruelo, pero del que produce las aciditas ciruelas de huesito. Si, ya sé, se están fijando en la parrillera donde ocasionalmente asamos carne o pescado, especialmente un delicioso lebranche envuelto en hojas de plátanos para comer con yuca. Al fondo un árbol seco de "palo sano" al cual le encuentro un gran belleza tal como está y siempre lo imagino cuando vivía con todo su esplendor.

Al PALO SANO seco le encuentro la belleza de las zonas áridas y la belleza de la muerte con dignidad; erguido, de pié, firme, soportando estoicamente el final y permaneciendo así, quien sabe por cuanto tiempo antes que la mismísima madre tierra se lo trague, o lo que es lo mismo, que vuelva al mismo lugar que lo parió y le dió vida noble para deleitar a tantos con su acogedora sombra. Está muerto, pero no, para mí está más vivo que nunca y a veces siento como si me hablara, como si me comunicara alguno de los tantos secretos que encierran sus secas pero muy nobles ramas yertas.

Medito, trato de hacerlo siempre porque me produce un gran descanso mental y, también, un refrescamiento de las ideas, esas ideas que van y vienen moviéndose al compaś con que seguramente se movieron las ramas del palo sano impulsadas por una de tantas refrescantes brisas tropicales que vienen del gran Caribe, ese mágico y trágico mare nostrum.

Como es de esperarse, todo el año llegan muchos pájaros que decoran los árboles y el cielo, especialmente durante los meses de cosecha de frutas, mangos, ciruelas de huesito, guayabas, guanábanas y pienso cual será la razón por la cual los pájaros no comen tamarindo. Y cómo disfruto viéndolos en los secos ramajes del palo sano porque se destacan mucho, al contario de los otros árboles donde se esconden entre las siempre verdes hojas. A mis amigos de latitudes nórdicas o súricas (palabra ahora inventada por mí y, por favor, no corrijan) les digo, o mejor, les recuerdo que la mayoría de los árboles del trópico están siempre verdes a menos que la sequía sea muy intensa durante algunos pocos meses.

Pero me extravié en el pequeño rico paisaje que gozo desde mi hamaca y me fuí literalmente por las ramas. Pero, ¿de qué otra cosa se puede hablar en esta temporada de Navidad y Año Nuevo? Hagamos un alto, descansemos un porquito de esos temas lacerantes relativos a la política y todo cuanto de ella se deriva. Creo, sin embargo, que bien vale la pena recordar un símbolo muy íntimo relativo a Jesús Niño olvidado por la imperante sociedad de consumo que lo mercantiliza todo. Ese Niño, para muchos en el mundo "El Niño Dios", nació como uno de los seres más pobres y excluídos de la humanidad. No nació en cuna de oro; al contrario, nació en un pesebre en una cueva y, por supuesto, rodeado de animales. Dicen los textos que a su madre María la rechazaron en todos los lugares adonde acudió en busca de refugio y pienso a veces en la angustia que debió haber vivido considerando que el parto ineluctablemente se acercaba. Que gran belleza espiritual encierra el recuerdo tradicional de montar un pesebre para decorar las navidades en muchos hogares, que gran belleza enciera el hecho de armarlo en unión familiar en la cual los niños suelen ser los más destacados protagonistas. Que gran belleza encierra la infantil espera por los regalos que les traerá el pequeño divino contemporáneo. Valga otra acotación especial para mis amigas(os) de otros países, le de significarles que, en Venezuela quien trae regalos a los niños en Navidad es el Niño Jesús y lo hace justamente a la hora de su nacimiento, a la medianoche del 24 para el 25 de Diciembre. Que belleza encierra el acto de obediencia infantil que, sin chistar, obedecen la orden o insinuación de ir a dormir y, seguramente arrullados por una música celestial, duermen felices como nunca en esa noche tan especial. Por la mañana, bien tempranito, los padres, sin posibilidades de protestar, tendrán que interrumpir su descanso ante la alegre algarabía de los chipilines que celebran sus regalos. A veces medito y reflexiono sobre lo lindo que hubiera sido para todos no haber nunca dejado de ser niños. Y a esta reflexión debo añadir una petición, un ruego muy encarecido a muchos padres: por la futura salud mental y espiritual de sus niños, de sus hijos, por Dios, que el Niño Jesús ni nadie les traiga jamás juguetes bélicos.

¿Qué otra cosa puedo decirles ahora? Pues lo habitual de siempre por esta época, que sean inmensamente felices, pero felices de verdad. Que esa sensación de paz que todos intentamos lograr en estos días mágicos sea perdurable todo el año y todos los años. La única riqueza que les deseo es la de disfrutar siempre de paz mental y espiritual porque ella nos hará más fuertes para liberarnos de todo mal.


FELIZ NAVIDAD Y UN ESPECTACULARMENTE DICHOSO AÑO NUEVO 2015


¡PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHÁVEZ VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!
¡FELIZ CHAVIDAD!


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