domingo, 28 de diciembre de 2014

Meditando algo más

Como ayuda visual, vean otra vez la foto incluida en el anterior escrito.

Cuando descanso en mi hamaca casi siempre con la misma orientación hacia el NE, veo obligatoriamente al palo sano seco. La mirada no suele centrarse en el primer plano y ver al robusto, frondoso y siempre verde árbol de mango sino en el palo sano en un segundo plano. Lo veo, lo observo, centro la mirada y lo imagino cuando estaba plenamente vivo, orgulloso y frondoso esparciendo su enorme belleza a la vista de cercanos y distantes observadores. Es posible que a mi imaginación la ayuden algunas ramas de un almendrón por delante y las de un alto tamarindo por su parte posterior. Y pienso, pienso, pienso.

Me prengunto cuantos años, siglos tal vez, los que tardó la madre tierra en crear ese portento de la naturaleza, portento de unos veinte metros de altura, quizás más. ¿Cuantos se cobijarían bajo su sombra en todo ese tiempo? ¿Cuantos miles de pájaros se habrán montado en su espectacular ramaje? Como quisiera escudriñar los secretos que guarda el palo sano donde concentro mi atención aún sin proponérmelo.

No tengo idea de cuanto tiempo hace que perdió su follaje y solo me atengo a lo que veo, sus aún fuertes ramas secas que permanecerán erguidas hasta que la madre tierra que las parió las llame a formar de nuevo parte de su seno. Se fueron sus vivas hojas, se fue su follaje, sus flores, sus frutos y cuantas cosas de tantas que cotidianamente nos rodean se nos van sin remedio.

Ese ir y venir de la vida, sin querer, sin proponérmelo, me hizo pensar en cosas que eran algo así como el pan nuestro de cada día y que se han ido, las hemos ido olvidando y las nuevas generaciones no tienen idea de su pasada existencia.

Nuestro país ha dado un gran vuelco estos últimos quince años y se han ido tantas cosas que ojalá no vuelvan para desgracia nuestra. Vienen a mi memoria pero no las añoro porque, verdaderamente, estoy contento que se hayan ido. Cero nostalgia y, si acaso existen en algun recóndito plan o dimensión de cualquier vida; pues, que se queden por allá hasta que se desaparezcan con el olvido.

Así es que me parece importante recordar algunas a quienes las olvidaron o no las vivieron.

Tal cual como se fueron las hojas del palo sano, se fué bien lejos del país la recluta, aquel odioso e inhumano sistema de cazar jóvenes para meterlos (que no incorporarlos) a la fuerza en el sistema militar. Recuerdo sin nostalgia las carreras y las escondidas cuando estaba en la edad para ser reclutado.

Se fue la peinilla. Terrible instrumento que usaba la Guardia Nacional y la Policía para castigar atrozmente a quienes nos atrevíamos a protestar por algo. Y cuantos inocentes también la sufrieron por estar en el sitio equivocado a la hora equivocada.

Se fueron los bachilleres sin cupo en las universidades. Cuantos miles truncaron sus vidas al serles imposibilitado el ingreso a las universidades públicas por falta de cupo, un mecanismo creado por la oligarquía burguesa imperante para solo permitir a sus hijos el ingreso a las universidades. Los pobres hijos del pueblo tenían que continuar siendo sus peones esclavizados, víctimas de una bestial forma de exclusión social educativa.

Se fue la Ley de Vagos y Maleantes, un oprobioso esperpento legal para joder a Juan Pueblito. No se sorprendan si les digo que esa aberración legal no la administraban los jueces. No, no la administraban ellos. La administraban los llamados "prefectos" - prefiero escribirlo con minúsculas en señal de asco y repudio - funcionarios civiles de décima categoría, generalmente esbirros policiales puestos para reprimir al pueblo. Correspondía a ellos apreciar y determinar si cualquier desgraciado que cayera en sus manos era, según su único concepto, apreciación y entendimiento que era vago o maleante. Desgraciado quien tuviera la desgracia de ser mirado feo por uno de esos perversos seres antihumanos porque sus huesos irían a dar a las llamadas Colonias Móviles de El Dorado por tiempo indefinido, una ergástula oprobiosa donde se violaban todos los derechos humanos ubicada en lo profundo de la selva guayanesa, lejos de todo contacto con la mal llamada civilización. Cuantos desgraciados seres, todos pobres, pasaron allí años sin término por el solo hecho de no haberle caído en gracia a uno de tantos chácharos con dudoso rango de prefecto o jefe civil.

Muchas cosas más se han ido gracias a la Revolución Bolivariana que las eliminó para siempre porque los de la burguesía parasitaria, explotadora, chupasangre, traidora, pitiyanqui, cipaya y otros calificativos, simple y llanamente, ¡No volverán!

Cerraré esta triste reláfica con algo, tal vez, gracioso para algunas(os). Se fue un refrán piropo que decía: "Tienes los ojos más negros que el porvenir de un maestro de escuela". Dejo a su memoria e imaginación las razones para su desaparición.

Por encima de los recuerdos tristes que suelen aflorar durante estos días de fiesta propicia para la paz y la unión, les impongo la ineludible obligación de ser muy felices, no solo durante la Navidad y el Año Nuevo sino durante todo el 2015 y todos los años venideros. Jamás olvidemos que SER FELICES ES DEBER REVOLUCIONARIO.


¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHÁVEZ VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!
¡FELIZ CHAVIDAD!

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