Como
ayuda visual, vean otra vez la foto incluida en el anterior escrito.
Cuando
descanso en mi hamaca casi siempre con la misma orientación hacia el
NE, veo obligatoriamente al palo sano seco. La mirada no suele
centrarse en el primer plano y ver al robusto, frondoso y siempre
verde árbol de mango sino en el palo sano en un segundo plano. Lo
veo, lo observo, centro la mirada y lo imagino cuando estaba
plenamente vivo, orgulloso y frondoso esparciendo su enorme belleza a
la vista de cercanos y distantes observadores. Es posible que a mi
imaginación la ayuden algunas ramas de un almendrón por delante y
las de un alto tamarindo por su parte posterior. Y pienso, pienso,
pienso.
Me
prengunto cuantos años, siglos tal vez, los que tardó la madre
tierra en crear ese portento de la naturaleza, portento de unos
veinte metros de altura, quizás más. ¿Cuantos se cobijarían bajo
su sombra en todo ese tiempo? ¿Cuantos miles de pájaros se habrán
montado en su espectacular ramaje? Como quisiera escudriñar los
secretos que guarda el palo sano donde concentro mi atención aún
sin proponérmelo.
No
tengo idea de cuanto tiempo hace que perdió su follaje y solo me
atengo a lo que veo, sus aún fuertes ramas secas que permanecerán
erguidas hasta que la madre tierra que las parió las llame a formar
de nuevo parte de su seno. Se fueron sus vivas hojas, se fue su
follaje, sus flores, sus frutos y cuantas cosas de tantas que
cotidianamente nos rodean se nos van sin remedio.
Ese
ir y venir de la vida, sin querer, sin proponérmelo, me hizo pensar
en cosas que eran algo así como el pan nuestro de cada día y que se
han ido, las hemos ido olvidando y las nuevas generaciones no tienen
idea de su pasada existencia.
Nuestro
país ha dado un gran vuelco estos últimos quince años y se han ido
tantas cosas que ojalá no vuelvan para desgracia nuestra. Vienen a
mi memoria pero no las añoro porque, verdaderamente, estoy contento
que se hayan ido. Cero nostalgia y, si acaso existen en algun
recóndito plan o dimensión de cualquier vida; pues, que se queden
por allá hasta que se desaparezcan con el olvido.
Así
es que me parece importante recordar algunas a quienes las olvidaron
o no las vivieron.
Tal
cual como se fueron las hojas del palo sano, se fué bien lejos del
país la recluta, aquel odioso e inhumano sistema de cazar jóvenes
para meterlos (que no incorporarlos) a la fuerza en el sistema
militar. Recuerdo sin nostalgia las carreras y las escondidas cuando
estaba en la edad para ser reclutado.
Se
fue la peinilla. Terrible instrumento que usaba la Guardia Nacional y
la Policía para castigar atrozmente a quienes nos atrevíamos a
protestar por algo. Y cuantos inocentes también la sufrieron por
estar en el sitio equivocado a la hora equivocada.
Se
fueron los bachilleres sin cupo en las universidades. Cuantos miles
truncaron sus vidas al serles imposibilitado el ingreso a las
universidades públicas por falta de cupo, un mecanismo creado por la
oligarquía burguesa imperante para solo permitir a sus hijos el
ingreso a las universidades. Los pobres hijos del pueblo tenían que
continuar siendo sus peones esclavizados, víctimas de una bestial
forma de exclusión social educativa.
Se
fue la Ley de Vagos y Maleantes, un oprobioso esperpento legal para
joder a Juan Pueblito. No se sorprendan si les digo que esa
aberración legal no la administraban los jueces. No, no la
administraban ellos. La administraban los llamados "prefectos"
- prefiero escribirlo con minúsculas en señal de asco y repudio -
funcionarios civiles de décima categoría, generalmente esbirros
policiales puestos para reprimir al pueblo. Correspondía a ellos
apreciar y determinar si cualquier desgraciado que cayera en sus
manos era, según su único concepto, apreciación y entendimiento
que era vago o maleante. Desgraciado quien tuviera la desgracia de
ser mirado feo por uno de esos perversos seres antihumanos porque sus
huesos irían a dar a las llamadas Colonias Móviles de El Dorado por
tiempo indefinido, una ergástula oprobiosa donde se violaban todos
los derechos humanos ubicada en lo profundo de la selva guayanesa,
lejos de todo contacto con la mal llamada civilización. Cuantos
desgraciados seres, todos pobres, pasaron allí años sin término
por el solo hecho de no haberle caído en gracia a uno de tantos
chácharos con dudoso rango de prefecto o jefe civil.
Muchas
cosas más se han ido gracias a la Revolución Bolivariana que las
eliminó para siempre porque los de la burguesía parasitaria,
explotadora, chupasangre, traidora, pitiyanqui, cipaya y otros
calificativos, simple y llanamente, ¡No volverán!
Cerraré
esta triste reláfica con algo, tal vez, gracioso para algunas(os).
Se fue un refrán piropo que decía: "Tienes
los ojos más negros que el porvenir de un maestro de escuela".
Dejo a su memoria e imaginación las razones para su desaparición.
Por encima de los recuerdos
tristes que suelen aflorar durante estos días de fiesta propicia
para la paz y la unión, les impongo la ineludible obligación de ser
muy felices, no solo durante la Navidad y el Año Nuevo sino durante
todo el 2015 y todos los años venideros. Jamás olvidemos que SER
FELICES ES DEBER REVOLUCIONARIO.
¡INDEPENDENCIA Y PATRIA
SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHÁVEZ VIVE Y VIVE! ¡LA
PATRIA SIGUE Y SIGUE!
¡FELIZ
CHAVIDAD!
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