Amigas(os) lectoras(es), si se llegan a tomar la
molestia de revisar todos mis escritos anteriores, observarán a simple vista
que es la primera vez que pongo comillas a un título. Y lo hago porque quiero
resaltar la expresión “Estados
democráticos más avanzados”.
No, no crean que estoy desvariando. Esa antojadiza
expresión estoy cansado de leerla en “enjundiosos” escritos por sesudos
analistas y, también, estoy cansado de oírla a tipos cabeza hueca que con
estudiada pose pseudoacadémica y engolada voz pontifican al referirse, ambos
grupos, a la democracia venezolana.
Cuando escriben, o hablan, argumentan que nuestro
sistema está lejos de compararse y, mucho menos, igualarse a “Estados democráticos más avanzados”;
pero lo que siempre les ha fallado es el otro referente de toda comparación.
¿Con cuál otro sistema implantado en otra parte del planeta nos compararan?
Siempre omiten esa parte.
Aunque no les hago el menor caso a todo cuanto
escriben, o hablan, me pareció hasta algo cómico para rellenar un par de cuartillas.
Esos desvergonzados tipejos cuyas cavidades
encefálicas están llenas de materia color ocre y no gris precisamente; en sus
mentes, presumiendo generosamente que tengan algo, ¿con qué país nos comparan?
Descarto a priori que lo hagan con Ecuador o Bolivia. Esos países pareciera que no
existen.
Sus países paradigmáticos son los EEUU, Reino
Unido, España, Francia y otros del mal llamado primer mundo donde, casualmente,
en estos tiempos que corren, están cercenando a sus ciudadanos, vasallos o
súbditos todos los derechos adquiridos sometiéndolos a hambre y miseria
mientras un grupito de privilegiados se enriquece inmoralmente; o sea, están
haciendo a sus propios habitantes (observen que ex profeso no digo ciudadanos)
exactamente lo mismo que antes, cuando las circunstancias los favorecieron en
el pasado, descaradamente hicieron a los pueblos que colonizaron, aparte de los
inmensos genocidios por todos conocidos.
Cuando se hace una comparación es como poner en
ambos platillos de una balanza los elementos que componen cada uno de los casos
a comparar y, según el peso específico de cada uno de ellos, la balanza se
inclinará hacia uno de los lados. Invitados a comparar algunos de los
componentes de la democracia venezolana con la de los EEUU. Comencemos por la
Constitución, punto de partida, origen de todo estado democrático. Primera
consideración: ¿Quiénes la redactaron aquí y allá?
Aquí, el pueblo soberano conjuntamente con los
miembros de la soberanísima Asamblea Nacional Constituyente; miembros elegidos
por el pueblo de la República de Venezuela en libérrimas elecciones. A
posteriori, ese
mismo pueblo la aprobó en referéndum por amplísima mayoría y uno de los
primeros y emblemáticos cambios fue el nuevo nombre de República Bolivariana de
Venezuela. De paso, existen mecanismos constitucionales para hacer reformas y o
enmiendas que deben también ser aprobados por el pueblo mediante referéndum.
Allá, la escribió, hace más de 200 años, un “selecto” grupo de fanáticos
clasistas, racistas de terratenientes comerciantes que vieron sus intereses
crematísticos amenazados por sus colonizadores británicos. No sé si aún estará
vigente – tampoco me voy a molestar en averiguarlo – la disposición que
establece que un negro libre vale la quinta parte de un blanco y, por supuesto,
se les niega todo derecho y la esclavitud se mantuvo hasta que financieramente
no les interesó más. A los esclavos había que proveerles sus necesidades
básicas – un costo monetario – mientras que a los trabajadores se les pagaría
un pírrico salario que jamás alcanzaría ni siquiera para comer completo, con lo
que aseguraron mano de obra más barata en las peores y más inhumanas
condiciones.
Aquí, los candidatos a gobernantes son postulados
por el pueblo a los partidos políticos, e inclusive existe la figura de la
autopostulación, éstos van a elecciones libres y el pueblo los escoge mediante
el voto en elecciones de primer grado.
Allá, limitándonos al Presidente, este lo escogen previamente los grandes
grupos fácticos de poder y se lo imponen al pueblo que supuestamente los elige
en elecciones de tercer grado. Adicionalmente,
para ser candidato a cualquier cargo es necesario ser rico, millonario o tener
respaldo económico suficiente por parte de grandes intereses para sufragar el
carnaval electoral. Se usan las más refinadas técnicas promocionales,
publicitarias, manipulación de masas, engaño descarado, mentiras y toda una
serie de artificios psicológicos para literalmente vender los candidatos a la
población tal como se hace una engañosa campaña de ventas de un jabón, una
licuadora, un automóvil o cualquier otro artículo de consumo. Si no me creen
lean un artículo escrito en inglés titulado The selling of the president http://scotterb.wordpress.com/2008/08/08/the-selling-of-the-president/ y o busquen el libro “Como
se vende un presidente” por Joe McGinniss.
Pero vayamos a ciertos resultados. Todos los
tratadistas están de acuerdo que se gobierna una sociedad con la idea de
obtener el bien común. Entiendo que el bien común es el mayor bienestar posible
de toda la sociedad; es decir, de todos y cada una de los ciudadanos. Ese
concepto lleva implícita la repartición equitativa de la riqueza nacional entre
todos sus habitantes. Para ello, Perogrullo dixit, la política debe dirigir,
orientar o como se le llame, la economía para que los bienes producidos; es
decir, la riqueza nacional sea para satisfacer las necesidades sociales
(alimentación, salud, educación, vivienda, servicios esenciales, ambiente sano,
ocio creativo, etc.)
No voy a perder tiempo comparando entre aquí y
allá. Solo mencionaré que aquí, año tras año, se reduce el Índice de Ginnis
(mide la igualdad o desigualdad social) mientras que allá el 1% es cada día
descaradamente más rico que el 99%. La
diferencia salta a la vista. Para abreviar los remitiré a mis anteriores
escritos en http://juanpedrotorres.blogspot.com/search?q=La+riqueza+de+las+naciones
INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA -
¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS! -
¡CHÁVEZ VIVE Y VIVE! - ¡LA LUCHA SIGUE Y SIGUE!
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