Lamento
no haber tenido la suerte y el privilegio de estar en Caracas para
presenciar el traslado de los restos simbólicos del Negro Primero al
Panteón Nacional el día 24 de junio pasado, fecha en la cual murió
hace 194 años en la Batalla de Carabobo.
Desde
niño he sabido algunas de las historias menudas que rodean la vida
de este prócer ejemplar y, en algunos aspectos, único de nuestra
larga y sangrienta Guerra de Independencia; y, a partir de esas
historias, lo he conocido y sentido más por el cariñoso apelativo
de Negro Primero que por su propio nombre, Pedro Camejo.
No
me referiré a la historia ni a los hechos que rodean la vida
conocida de Pedro Camejo. No, intentaré discurrir sobre el apelativo
que ostentó en vida y el que se ha inmortalizado y, mucho más ahora
que reposa en el Panteón donde se guardan los restos de los héroes
por la eternidad de la Patria Venezolana.
Negro
y Primero. Empecemos por el final. Primero se le conoce en la
historia por su valor, coraje, desprendimiento y sobretodo audacia.
Encabezaba; es decir, iba de “primero” en todos los ataques y
recordemos que aquellos ataques eran de caballería lanza en ristre;
tipos de ataque no aptos para cobardes; eran realmente actos
suicidas. Era así y pasó a la leyenda, que se inició entre sus
propios compañeros de lucha que lo admiraban y les servía de
ejemplo y acicate para arriesgar sus vidas por la Patria. Sea
propicio recordar en que la Guerra de Independencia se inmoló la
mitad de la población que entonces habitaba el territorio
venezolano.
Negro.
La palabra negro jamás ha sido una palabra peyorativa ni ofensiva en
Venezuela. Es más, lo afirmo, es una palabra cariñosa, muy
afectiva. Cuantos catires he conocido cuyas madres y familiares
llaman cariñosamente “negros o negritos”. Quien no ha conocido
una dama de sus afectos a quien llamen “la negra o la negrita”.
Deportistas destacados conocidos como “el negro tal o cual”.
Cuantos cuentos, chistes o chascarrillos se han producido en los
cuales la palabra negro no salte para graciosamente referirse a
alguien. Revisemos la poesía seria, costumbrista o humorista de
Venezuela y nos encontraremos, al azar, con Angelitos
Negros de Andrés Eloy Blanco o La
Negra del Maraquero de Ernesto Luís Rodríguez y no vayamos a la
literatura en general, porque saltará a la vista Pobre Negro de
Rómulo Gallegos o Cumboto de Ramón Díaz Sánchez y, aunque Cumboto
no es sinónimo de negro si se deriva de “cumbe” o lugar donde se
refugiaban los esclavos que se escapaban de sus amos en búsqueda de
su ansiada libertad.
Ignoro
la razón por la que ultimamente se usa un edulcorado eufemismo,
“afrodescendiente” para referirse a los negros si toda la vida
nos acostumbramos a llamarlos negros y, en este momento, me acuerdo
mucho de una cantante muy popular, Edith
Salcedo apodada nada más y nada menos que “La Negrita
Cariñosa”. ¿Quien no se ha deleitado oyendo El
Curruchá cantado por el Dr. Jesús Sevillano o algún otro
cantante o la deliciosa canción Mi
Negra? A falta de una explicación que no encuentro, me siento
libre para pensar que es un eufemismo importado de los EEUU o Europa,
gente que siente prurito ante la palabra negro.
Digo
lo anterior a partir de algunos indicios. Conocí en los EEUU un
simpático “potorro” (peyorativo de portorriqueño empleado por
otros gringos de origen latino) de apellido Negrón. Carajo, los(as)
gringos(as) se torcían pero no pronunciaban el apellido Negrón,
porque para ellos es insultante que a alguien lo llamen negro y le
decían Lagron, Magron o cualquier otra palabra pero jamás su
apellido. Por otra parte, negro, es decir el color negro se dice
black en idioma inglés.
Negro
(pronunciado nigrou)
es para referirse a las personas de piel negra. También en francés,
noir
y negre;
en alemán, schwarz
y
negger
o en italiano, nero
y negro.
Resumiendo,
en castellano no hacemos diferencia lingüística,
negro es para ambos, tanto el color como la persona. Y
volviendo a los gringos, ellos utilizan una palabra sumamente
insultante, a los negros, despreciativamente, los llaman niggers
y
cuando quieren suavizar las cosas los llaman colored
people,
es decir gente
coloreada.
Se valen de argucias para disfrazar sus verdaderos sentimientos
respecto a los descendientes de esclavos africanos a quienes
desprecian y odian. Ahora también recuerdo que en cierta ocasión
discutía con un gringo y éste se quejaba que “ellos” habían
venido de Africa a contaminar su sociedad blanca y se quedó perplejo
cuando le recordé que los negros jamás hicieron cola en ninguna
embajada o consulado para pedir una green
card,
es decir, una tarjeta de residente en los EEUU, sino que, por el
contrario, los cazaron como fieras, los encadenaron y los trajeron al
Continente Americano muy, pero muy en contra de sus voluntades.
Dejémonos
de eufemismos y sigamos como siempre fuimos. Al negro y la negra
llamémoslos negro, negrito, negrazo, negrote, negra, negrita,
negraza y todas las derivaciones de la palabra que el rico idioma
castellano nos da y, eso sí, con el mismo cariño de siempre.
Recordemos que nuestro Libertador Simón Bolívar mamó de las tetas
de una NEGRA y que esa leche tenía algo, algo que él se encargó de
transformar
en un gran
tesoro para la posteridad.
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ VIVE Y VIVE! ¡LA
PATRIA SIGUE Y SIGUE!
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