El título, hablando rápido, pudiera entenderse como “hacer felices”. Bueno, en cualquiera de
los dos casos es válida la frase porque estoy invitando a las dos cosas: a “ser
felices” todos ustedes mis queridos sufridos lectores y, también a “hacer
felices” a todos quienes los rodean. No necesito recordar una vez más que soy
un empedernido propulsor de la felicidad. Al efecto, siempre les estoy
recordando el llamado que hace uno de los filósofos que más admiro, el inmortal
Don Mario Moreno, mejor conocido en el mundo como Cantinflas, quien dijo que “el primer deber de un ser humano es ser
feliz; y el segundo, hacer felices a los demás”. ¿Han visto? Primero dice
“ser” y después “hacer”. ¿Juego fonético? Puede ser, pero en definitiva,
obedeciendo a Cantinflas, hay que ser y hacer felices.
El grave problema de muchos es que no saben encontrar ese
camino tan fácil que está al rápido alcance de todos. Sépanlo muchos, la
felicidad no es imposible ni inalcanzable; por el contrario, la tienes allí
mismito, en tu más inmediata cercanía. ¿No aciertas todavía? Sorpréndete, está
en ti mismo.
Para tener felicidad olvídate de TENER. Lo que tienes que
lograr es SER.
Los católicos estamos es el tiempo litúrgico del Adviento,
lo que quiere decir advenimiento, o
lo que es lo mismo, tiempo de espera.
Pero, ¿qué esperamos los cristianos católicos? Celebramos la espera de un
tiempo especial que llegó hace más de 2000 años, repetimos año a año esa espera
tan especial de la llegada del Mesías anunciado en los antiguos libros de la
religión monoteísta judía. Nos preparamos en ese tiempo de espera arreglando
“nuestra casa”, es decir, nuestro yo interior para estar listos cuando llegue
ese visitante tan especial, Jesús.
La celebración de la llegada de Jesús, lo que el mundo
entero conoce como la Navidad es tiempo de alegría, paz, serenidad, reflexión;
y todo eso debe conducir a preparar nuestro espíritu y nuestras acciones para
SER FELICES. Sí, ser felices porque eso es lo que quiere Dios que “su hijo”
lleve a “sus hijos”.
Intentemos separar el asunto estrictamente religioso apegado
a una fe. Intentemos el ejercicio mental de considerar a Jesús simplemente como
un humano más y no como el Hijo de Dios. Y propongo el ejercicio para todos
incluyendo aquellos que no comulgan con la religión católica. Jesús de Nazaret
o Joshua Ben Youssef (parece ser que ese era su nombre en su lengua aramea) fue
un ser humano de carne y hueso como todos nosotros. Fue un hombre real y la
historia recoge su nombre y parte de sus vivencias en la tierra en un tiempo
determinado y conocido, no es una fábula, un mito o una invención. De hecho
EXISTIÓ, vivió en ciertos lugares reales en tiempos también reales. Pero fue
tal la importancia del legado que Jesús dejó que partió las edades del mundo.
La historia se dividió en ANTES DE CRISTO y DESPUÉS DE CRISTO.
Jesús no fue un guerrero como la mayoría que en su época
pasaban a la historia y nunca condujo ejércitos victoriosos o no,
conquistadores o no. Jesús no fue un líder político considerado esto en la
connotación que solía y suele dársele a estos hombres, Jesús no fue un
académico y no escribió nada que se conozca, Jesús no fue un científico y no
formuló ninguna ley científica, Jesús no fue un hombre distinguido en asuntos
terrenales o mundanos. Jesús no fue muchas cosas y, sin embargo, es conocido
universalmente y considerado GRANDE. Todos sabemos la razón. Jesús fue, es y
será AMOR y amor es sinónimo de FELICIDAD. Por tanto, entre tantas conclusiones
a las que podemos llegar, diremos que Jesús es el gran y único propulsor de la
felicidad entre los seres humanos.
Jesús nos aconsejó amorosamente las reglas para ser felices.
Cuando dijo no hagas a otros lo que no
deseas para ti nos dio una regla de oro para ser y hacer felices. Y
nos dio también muchas otras reglas de oro que complementan la citada tal como ama a tu prójimo (tu hermano) como a ti
mismo, da de comer al hambriento, de beber al sediento, etc., etc. Ama y te amarán, da y recibirás.
Serás feliz.
La celebración año a año de la llegada de la Navidad, la
Natividad, el Nacimiento es ocasión propicia para poner nuestra casa en orden,
prepararnos simbólicamente para recibir ese visitante tan distinguido y,
especialmente, renovar nuestros votos de vida basados en sus divinas
enseñanzas.
Bajando al plano meramente terrenal, apartando toda
consideración religiosa, siendo solo seres iconoclastas y pragmáticos, tengamos
entonces la sabiduría de reconocer las ventajas de ser felices, de hacer
felices y tengamos el comportamiento apropiado para obtener esos dos grandes
logros.
Siempre he criticado las desviaciones que la sociedad de
consumo ha introducido en nuestras vidas, convirtiendo la época de Navidad en
una loca y desenfrenada carrera para gastar la mayor cantidad de dinero en el
menor tiempo posible adquiriendo la mayor cantidad de cosas inútiles. Para ser
felices no es necesario adquirir trapos ni otras chucherías, hartarnos de
aguardiente ni volvernos pantagrueles tragando todo lo que encontremos a
nuestro paso. Basta, eso sí, con satisfacer decentemente nuestras necesidades y
dar generosamente a aquellos menos favorecidos de la suerte y, conste, digo
suerte como un eufemismo para no decir explícitamente negaciones a las cuales los somete la sociedad.
Estamos en tiempo de Adviento, estamos esperando la venida
de Jesús, faltan algunos días, tenemos tiempo aún de barrer nuestras suciedades
y poner la casa en orden; pero, también tenemos tiempo para pasar un trapito y
quitar de nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro intelecto o como quiera que
lo llamemos, esas manchitas que nos perturban la razón. Hagamos pues una ligera
labor de mantenimiento, lubriquemos con aceite de buena calidad nuestros
propios mecanismos que regulan, que controlan, que rigen nuestro comportamiento
ante la vida y ante nuestros hermanos.
Repito; sí, soy feliz además porque soy orgulloso ciudadano
de la República Bolivariana de Venezuela, un país bendito que está intentando
poner en práctica un sabio consejo de nuestro Libertador y Padre de la Patria
Simón Bolívar que dice así: “El sistema de gobierno más perfecto, es
aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad
social, y mayor suma de estabilidad política” (Discurso pronunciado
ante el Congreso de Angostura el día de su instalación, 15 de febrero de 1819)
Preguntémonos, ¿Qué otro país del mundo tiene entre sus
principales postulados políticos producir la mayor suma de felicidad posible a
su pueblo y ya instituyó un Vice-Ministerio para la Suprema Felicidad?
Deseo a todas y todas la más hermosa, placentera, dichosa y
FELIZ NAVIDAD.
¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA! -
¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS! - ¡CHÁVEZ VIVE!
- ¡LA LUCHA SIGUE!
No hay comentarios:
Publicar un comentario