miércoles, 19 de junio de 2013

Un dolor muy grande

Dedicado con especial cariño a todas las madres, a todos los padres.

“Unas son de cal y otras son de arena” – Ay, ¡cuantas veces tenemos que tragar arena en la vida estoicamente! - es un adagio popular que sabiamente resume la gran realidad de la vida. Es muy cierto que a todos nos toca siempre unas verdes y otras maduras dentro de una amplia gama de valores; o para decirlo con otras palabras, unas veces nos va bien y otras no aunque siempre sea nuestro anhelado desiderátum que todo marche siempre sobre rieles.

El gran filósofo español Ortega y Gasset se refirió al hombre y sus circunstancias. Son precisamente esas circunstancias cambiantes, comunes a todos, las que rigen y dentro de las cuales transcurren nuestras vidas.
La vida oscila como péndulo entre dos extremos, uno bueno y uno “malo”, agradable desagradable, feo bonito, dulce amargo, grato ingrato, placentero doloroso.

Para un padre o una madre no existe nada peor que la pérdida de un hijo o una hija. Y dentro de esa escala de valores nada supera el dolor cuando la pérdida de ese vástago ocurre por circunstancias trágicas y “no naturales”. Si por razones de las llamadas naturales – enfermedad, terremoto, inundación, etc. – sobreviene el alivio proporcionado por la resignación ante lo inevitable; pero si es por causas trágicas – accidente, crimen, etc. – nos rebelamos y clamamos y reclamamos con rabia y furia ante una gran injusticia que no atinamos a que o quien achacar. Es ahí ante esa prueba ingrata que proporciona la vida cuando debemos erguirnos y sacar a flote nuestra capacidad para sufrir y soportar todas las inclemencias.

Perder un hijo o una hija trágicamente no tiene explicación, no tiene sentido, ni razón. Se produce en el alma una desolación inenarrable y un vacío infinito que nada ni nadie tiene capacidad para llenarlo porque no existe nada capaz de suplantar esa desgarradora ausencia.

Cada cultura de las existentes en el planeta Tierra asume la muerte de diferente manera. Unos inclusive llegan a celebrarla, pero en la mal llamada “civilización occidental judeo cristiana” no nos enseñan como asumirla ni como afrontarla por lo que, a la hora de la verdad, estamos completamente desasistidos y, entre otras consecuencias, ni siquiera sabemos como reaccionar. Entonces, nos encontramos frente a otro problema existencial, aprender de repente todo lo que ya deberíamos saber porque nadie sabe tampoco nada para enseñarnos.

Filósofos, pensadores y poetas han acuñado frases que posiblemente puedan ayudarnos a meditar y obtener un poco de eso que llamamos consuelo.

Montaigne dijo “El hombre debe aprender a soportar pacientemente lo que no puede evitar debidamente.” La pregunta obvia: ¿Y cómo aprendemos? Toca a cada uno improvisar su propio aprendizaje mientras permanece sumergido en el dolor.

En su hermoso poema “Angelitos Negros”, Andrés Eloy Blanco pone en boca de la negra que perdió su negrito la expresión de fe que alivia su pena: “Dios lo tendría destinao como angelito del cielo”.

Balzac afirma algo muy cierto: “La desgracia crea en ciertas almas un vasto silencio en el que resuena la voz de Dios”. Esa voz de Dios a la que se refiere Balzac realmente truena pero no para consolarnos sino para darnos fuerza, coraje, ánimo y perseverancia. Para ponernos una coraza y mejor soportar los más tenebrosos golpes. Con el tiempo se mitigarán esos dolores que no terminan nunca de pasar y solo se irán con nosotros a nuestra propia tumba.

Busquemos pues refugio en nuestra propia fe, sea ésta cual fuere, como la negra del poema, porque el problema es meramente espiritual y no atañe a nadie más que a nosotros mismos y, sea como sea, la vida continúa y debe continuar.

Y nosotros aquí estamos, aquí seguimos con la obligación ineludible de enfrentar TODO.

PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  - ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

1 comentario:

  1. Muy bellas tus palabras , escritas con sentimiento y razón, siempre he dicho que no hay nada mas difícil que decir adiós, y mucho mas cuando es definitivo y digo definitivo porque la muerte nos arranca a ese ser que nunca más , por lo menos en esta vida , volveremos a ver... ya nuestros ojos no tendrán la dicha de contemplar, y aceptar la muerte no es solo cuestión física, sino emocional y psicológica.. Un tema algo difícil pero a la vez apasionante..Despues de la muerte qué??.abrazos Pedro

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