sábado, 4 de agosto de 2012

El Gran Día


Cuando me enseñaron Historia de Venezuela siendo niño y luego adolescente, los programas de educación vigentes para esa época se limitaban a mencionarnos elencos de batallas y otros acontecimientos, fechas y nombres de algunos personajes inocultables. Muy poco dijeron los maestros, ni estaba escrito en los libros, nada sobre las causas, consecuencias y otras consideraciones. En el fondo, muy en el fondo, que incluso me atrevería a decir que de manera subliminal algunas veces, y otras de manera abierta y franca, que tales procesos educativos en su aspecto positivo era consecuencia directa de la inteligencia de la burguesía, de los llamados hombres ilustres, hombres de bien; hombres blancos, finos y ricachones.

Algunas veces me entretenía pensando en cosas obvias que no señalaban por ninguna parte y, entre ellas, recuerdo que me producía curiosidad saber de donde habían sacado recursos los patriotas para realizar todas esas proezas y campañas victoriosas o no. Cuales habían sido los orígenes de todos esos cuantiosos recursos utilizados para sostener varios frentes de guerra contra el entonces imperio más poderoso del planeta. Que esfuerzos habían hecho para crear y movilizar toda esa logística necesaria no solo en el campo estrictamente militar sino en el civil.

En primer lugar, todavía no he llegado a saber que se hizo entonces para convencer esos enormes contingentes humanos para que se incorporaran a la gran lucha que alcanzó la independencia de medio continente al cabo de catorce años de esfuerzos sobrehumanos, especialmente aquellos que se movilizaron desde el Caribe hasta el Potosí y más allá.

Mil preguntas hay todavía a las que no puedo encontrar respuestas. ¿Qué y cómo comían? ¿Quiénes producían y de qué maneras suministraban armas de todo tipo, municiones, guarniciones, avituallamiento, vestimenta, caballos, mulas, ganado para la alimentación, etc., etc.? ¿Y los recursos económicos y financieros, qué? ¿Y la atención médica a los heridos y otras víctimas? Pensemos no más en las enormes dificultades para mantenerse comunicados, lo cual ciertamente lograron a pesar de las distancias y muchísimos otros obstáculos.

No cabe duda que detrás de los ejércitos existió un enorme esfuerzo productivo y organizativo que hizo posible esos logros, además del esfuerzo de pacificación y gobernabilidad de los territorios que se iban arrebatando al imperio español. De esos héroes anónimos no sabemos nada. No está escrito. Tan solo hay pequeños fragmentos en su mayoría anecdóticos.

Los poetas han cantado loas a los vencedores, las mezquinas tradiciones localistas han creado héroes que realmente no lo fueron e incluso no existieron y, así, nos han contado hasta invenciones para hacernos creer en lo que realmente no fue. Alí Primera, el desaparecido (¿asesinado?) gran cantor del pueblo venezolano, nos enseña que a Bolívar le llevaban flores a su tumba todos los 17 de diciembre, no para homenajearlo ni rendirle honores sino para asegurarse que estaba “bien muerto”.

La rebelde y pobre colonia sin importancia que fue Venezuela soportó el mayor peso de la Guerra de Independencia suramericana. Allí la guerra duró trece años durante los cuales se libraron más de mil y tantos combates y batallas en tierra y en agua. Su población se redujo a la mitad y el territorio quedó devastado y aun así se formó Colombia, Colombia La Grande, creación de Bolívar que nació a orillas del Orinoco y un ramillete de repúblicas libres. A Venezuela le cabe la inconmensurable gloria de que la única vez que sus ejércitos salieron de sus fronteras fue a dar libertad a pueblos hermanos y no a sojuzgarlos.

¿Cómo pudo hacerlo?

Muchas de las respuestas a mis dudas y a mis interrogantes deben estar sepultadas en legajos de viejos documentos que han permanecido ocultos; sin embargo, después de muchos años, por fin, me ha llegado la clave del porque se obtuvieron esos inmarcesibles resultados. Obvio, Venezuela y Suramérica vivieron esos momentos estelares porque llegaron a ser entonces una REGION POTENCIA.

Ahora entiendo parte de las razones, - muchas de ellas deben permanecer también sepultadas en archivos ocultos – de la gran oposición y los despiadados ataques, abiertos o subvertidos, de las demás potencias de la época que se aterrorizaron; sí, se asustaron ante la veloz insurgencia de una nueva potencia que nacía a disputarles su hegemonía porque no les cabía en la mente que unos salvajes, supuestamente condenados por Dios a ser esclavos de uno o varios de ellos, se elevara a sitiales, también predestinados por Dios, para “civilizados”. Ahora se me aclara el panorama de la conformación de la Santa (más bien diabólica) Alianza, de la elevada perfidia del hoy decadente y venido a menos imperio británico (con minúsculas en señal de repudio y desprecio) y del incipiente y emergente imperio gringo (ídem) y su baboso destino manifiesto incoado en base a los antivalores más detestables.

Simón Bolívar murió frustrado y en una de sus históricas frases proféticas aseguró que “el gran día de la América del Sur no ha llegado”. Las características del tiempo histórico, que ahora vivimos a estas alturas del Siglo XXI, nos indican a las claras que si no cometemos los mismos errores históricos de entonces estamos en vías de convertirnos para siempre en REGION POTENCIA, el único camino posible para dar cumplimiento a otro deseo del Libertador, convertirnos ahora sí en el eje motriz del equilibrio del universo.

Adelante pues, trabajemos con optimismo, constancia y tesón en búsqueda de ese nuestro destino y hagamos llegar lo más pronto el gran día de Nuestra América.

PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  -¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

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