Decir que nosotros los
latinoamericanos hemos vivido de espaldas los unos a los otros y que no nos
conocemos es un lugar común, una verdad de Perogrullo. Y lo peor es que lo
hemos sabido, lo sabemos y bien poco hemos hecho para revertir esa triste y
deplorable situación.
A lo largo del tiempo he
sufrido el desaliento y la frustración que casi nadie en el mundo sabe de
nosotros, excepto los deformados estereotipos implantados por la filmografía de
Hollywood. Nos han hecho creer la deformada e irreal visión que presentan de
los mejicanos como unos seres tarados y desnutridos que se la pasan durmiendo
arropados con un xarape bajo un sombrero alón, que viven en un pobrísimo lugar
desierto donde solo hay polvaredas y chamizas voladoras y que, además, están a
la espera de un gringo elegante, fuerte, prepotente y machote que venga a
redimirlos.
Según esos estereotipos, los
argentinos lo único que hacen es bailar tango, los colombianos son todos
despiadados guerrilleros terroristas y traficantes de drogas; los brasileños
andan todo el año bebiendo cachaza disfrazados en un eterno carnaval. En
resumen, todos somos feos y tarados, ninguno es “smart” pero en medio de todo hay una enorme contradicción porque
ellos, los gringos y muchos europeos, donde quiera que llegan dan por sentado
que los heladeros, barrenderos, choferes, al igual que todos los miembros del
más bajo y despreciable estrato social sea perfectamente bilingüe, que hable su
idioma, si es inglés mejor que un académico de Oxford y se comunique con ellos
espléndidamente, sobretodo para obedecerles servilmente.
Una vez presencié el
alborotado berrinche que armó un turista gringo porque un vendedor callejero de
perros calientes no hablaba inglés. Por fin, ¿en qué quedamos? No me explicaré
jamás como un presunto tarado analfabeta tiene que hablar perfectamente un
idioma extranjero. Inútil decir que ellos no se rebajan a aprender aunque sean
veinte palabras de ningún idioma cuando viajan como turistas o como
“experimentados hombres de negocio”.
Al fin y al cabo me y nos
importa un carajo lo que ellos digan, sientan, piensen u opinen sobre nosotros.
Lo que sí me escuece es que entre nosotros mismos, los latinoamericanos,
tenemos también esos estereotipos que nos han hecho tragar de cada uno de
nosotros y así, estupidamente, nos creemos esas ficciones tan falaces.
(Continuará)
PATRIA SOCIALISTA Y
VICTORIA - ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
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