Antes
que algunos lectores me juzguen anticipadamente, como suele suceder,
los invito a leer un viejo escrito donde fijo parcialmente mi
posición:
La
llamada Historia Sagrada con la que atosigaban hasta el aburrimiento
más grande a los niños en tiempos pasados, estaba o está llena de
cuentos, mitos, fábulas y leyendas, por no decir mentiras inventadas
sobre el pueblo judío.
Comencemos
por el principio. Lo que se conoce como “historia antigua” lo
describe – a las 12 tribus de Israel - como un pequeño grupo
nómada, criador de cabras, en un territorio también habitado por
muchos otros grupos similares y, el mismo concepto de tribu de
aquellos tiempos era como el de “clan familiar”, lo que viene de
paso a limitar fuertemente el número de personas que integraban cada
clan o tribu. La única diferencia era que ellos, los judíos,
constituían el único “pueblo” monoteísta como cosa rara y
extraña en contraposición con los demás, que eran todos
politeístas a la usanza generalizada. Insisto en lo reducido del
número de personas que componían “el pueblo judío” porque en
uno de tantos mitos nos cuentan de su cautiverio en Babilonia y en
Egipto.
Pregunto:
Si eso fue cierto, ¿qué tan numeroso podría ser un grupo de
personas para ser sometido y controlado en cautiverio? Porque también
intuimos que en esa lejana época, ni los babilonios ni los egipcios
eran tampoco muy numerosos y, por lo tanto, no disponían de
suficiente gente y recursos para mantener grandes contingentes en
cautiverio. Esa, llamémosla información, teníamos que creerla como
dogma de fe porque, sencillamente, no existe evidencia histórica
comprobable, como tampoco existe con relación a muchos otros
episodios.
Esa
historia y la biblia nos habla de las guerras entre los judíos y
otros grupos, lo cual era el pan de cada día en todas partes. Nos
habla también de un período de esplendor durante el cual
“construyeron” obras que recuerdan su “civilización”; pero,
de eso, lo que hay es un pedazo de muro de un supuesto templo que
nadie, salvo ellos mismos, ha pretendido documentar.
Sabemos
que durante siglos muchos pueblos guerrearon en todo ese territorio.
Invasiones iban y venían y cambiaban los dominios de unos sobre
otros. Egipcios, griegos, medos, persas y tantos otros dominaron esos
espacios en mayor o menor grado durante períodos que fueron desde
fugaces hasta algo prolongados. Para la época del imperio romano,
éstos extendieron sus dominios sobre toda la región y es bien
sabido que los judíos formaban dos grupos, los que permanecieron en
“su” territorio, la llamada Judea (una pequeña parte de la
actual Palestina), y los que se regaron a lo largo de las costas
norte y sur del Mediterráneo, o sea, el mundo conocido de entonces
por “nuestra” mal llamada civilización. Seguimos acotando que
como grupos humanos, no eran tan numerosos y apenas constituían
pequeñas comunidades aisladas.
Podemos
decir que hasta entonces la historia transcurría de manera normal,
tal cual había sido conocida y concebida hasta entonces. Pero vino
un acontecimiento inusitado que torció la historia del mundo y ese
evento influye de manera determinante hasta nuestros días. Nació
Joshua Ben Yousef, hijo de un pobre carpintero judío, en una
diminuta aldea de Palestina. Pero, ¿qué hizo ese hombre para
cambiar la historia del mundo? No fue un guerrero ni conductor de
tropas, no escribió un libro, no construyó ninguna obra de
arquitectura o ingeniería, no fue un potentado ni ricachón pero,
tan solo con su palabra dirigida a los excluídos de la sociedad,
proclamó que se cumpliera a cabalidad con los preceptos de esa
religión monoteísta y se pusieran en práctica sus mandamientos,
entre ellos uno que no se cumple todavía salvo de manera muy
excepcional, AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.
Su
mensaje estaba dirigido solo a sus correligionarios. Redundando, a
quienes practicaban la religión monoteísta de los judíos. Era el
tiempo de la dominación del Imperio Romano sobre esos territorios,
incluyendo lo que historicamente ha sido Palestina. Pero ocurrió
algo perfectamente normal en toda sociedad, unos le creyeron y de
alguna manera siguieron y otros no por las razones que sean. Quienes
no le creyeron procedieron de manera errónea y, equivocadamente
creyendo que matando a un hombre se matan sus ideas, urdieron todos
los trucos para justificar matarlo y lo mataron.
Eso
creó un cisma religioso. Los judíos que creyeron se hicieron
cristianos; quienes no, siguieron siendo judíos. Hasta ahí,
aparentemente, todo marchaba normal. Pero los romanos se contagiaron
y emprendieron la persecución sangrienta contra los cristianos y,
como suele suceder, eso los fortificó.
Pero,
volvamos a los judíos. Después de muerto Jesús, como lo llamamos
en nuestro tiempo, una facción se sublevó contra el dominio romano
y éstos, tal como era la usanza de la época, ahogó la rebelión a
sangre y fuego lo que causó la huida de muchos a lugares donde no
corrieran mayor peligro. Pues bien, unos cuantos se fueron, otros se
quedaron en Palestina. Esa separación entre los que se quedaron y
los que se fueron los denominó sabras y sefardíes o ladinos.
El
término semita se aplica a un antiquísimo pueblo que, según la
Biblia, son los descendientes de Sem, hijo de Noé. Más adelante, de
estos semitas surgieron dos ramas, los descendientes de Ismael y los
de Jacob (también llamado Israel), ambos hijos de Abraham. De Ismael
descenderían los árabes y de Israel los judíos.
Como
obra literaria y como poema, esta explicación fabulosa, es desde
luego muy bella; pero, historicamente es muy cuestionable aunque
hiera muchas susceptibilidades. En resumen, según esa historia
fabulada, son semitas ambos, los árabes y los judíos. Y el fenotipo
de ambos los confirmaría, gente morena de ojos y cabello oscuro como
la inmensa mayoría de los nativos de ese gran espejo humano llamado
eufemisticamente el Medio Oriente. Sabras y sefardíes son entonces
semitas al igual que los árabes.
En
medio de la barahunda de las guerras, judíos, judíos conversos al
cristianismo y paganos, de alguna manera convivieron en relativa paz.
Los conflictos eran de naturaleza diferente a la religiosa.
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!
(Continuará)
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