domingo, 13 de febrero de 2011

El PSUV y las cinco líneas

Llamar a la militancia, es decir al pueblo, a debatir y llegar a conclusiones conducentes al futuro constituye una loable iniciativa porque, según mi opinión, Bolívar tenía y continúa teniendo razón cuando afirmó que confiaba más en el tino del pueblo que en los consejos de los sabios.

A muchos copartidarios les producirá piquiña, pero me arriesgo a ser chocante y afirmo que una de las acciones que garantizará nuestro futuro éxito radica en la AUTOCRITICA. Si señores, es indispensable ver nuestro propio rabo de paja o la viga en nuestro propio ojo. No hacerlo es continuar cometiendo y aumentando los errores que erosionan nuestra credibilidad y hacen perder la fe y, por ese camino, se puede ir directo a la pérdida de la revolución.

Me dirán que el proceso es joven y se está en un proceso de aprendizaje. Lo acepto, pero aceleremos ese aprendizaje y actuemos en consecuencia, revisemos lo que hemos hecho, mejoremos lo bueno y corrijamos cuanto antes lo que no satisface plenamente las expectaciones de todos (cuando digo todos me refiero a todos, todo el pueblo de todo el país y no solamente los partidarios y simpatizantes del proceso)

La primera autocrítica que haré se refiere al hecho concreto que el partido llama a todos los militantes al debate. Veo por televisión que se realizan reuniones, discusiones y debates en muchas partes; oigo opiniones vertidas en los medios, me gustaría participar en algún grupo aunque sea para oír de la propia boca que quienes hablen pero, aquí se atraviesa el primer “pero”. En mi sector, en mi pueblo, en mi estado NO SE NI NADIE ME HA INFORMADO quienes, donde, cuando se reúnen. Ya lo sé. Me dirán que busque. Contesto como en el poema de Garrid: “ya he buscado”. Amplío en lenguaje coloquial de mi pueblo: que hago si no jallo. Ni siquiera jallo con quien informarme.

Un querido lector de estos escritos me planteó una gran queja y yo la hago mía. La hago mía porque sé que es así, lo he vivido. No diré nombres ni circunstancias a menos que alguien calificado del partido y o del gobierno me lo pida, no con el ánimo de contradecirme, sino de solucionar la situación.

Hay un grupo de empresas del estado que dentro de las circunstancias, altibajos y vaivenes, funcionaban relativamente bien. Con la debida regularidad se pagaban las nóminas, se planificaban las compras y se cumplía casi religiosamente con los pagos a proveedores nacionales y extranjeros.

Eso se acabó. Ahora solo se pagan las nóminas. Muy cierto es que los compromisos con los trabajadores deben ser la primera prioridad, eso no está en discusión. Pero no se han dado cuenta que al no pagarle regularmente a los proveedores se falla en el cumplimiento de una obligación asumida. Cuando se firma un compromiso de pago a 30, 60, 90, o los días que sean, se empeña la palabra y, cuando se empeña la palabra, los hombres deben cumplirla por encima de todo y de lo que sea. Es una cuestión de honor.

Pero tampoco se han dada cuenta que esos proveedores a quienes no se les paga tienen sus propios trabajadores a quienes se está en la ineludible obligación de pagarles regularmente, con toda puntualidad. Cuando un proveedor vende a crédito planifica sus fuentes de financiamiento y se compromete. Si no cumple toman acciones y medidas contra él. Si no recibe los pagos a tiempo se puede ver, y de hecho se ve, en dificultades. ¿Cómo honrar sus compromisos con sus propios trabajadores?

La falta de pago a los proveedores es una maldad contra sus trabajadores, contra la clase obrera, contra los pobres que trabajan para el proveedor. Si las empresas del estado no pagan a tiempo, parte del sufrimiento recaerá en el eslabón más débil de la cadena.

No me vengan con el gastado cuento que “las empresas” tienen mucho dinero, pueden aguantar y esperar el pago cuando a ciertos burócratas les dé la gana de pagarles a los seis meses, al año. No señores, no es así. Puede que una que otra transnacional, en teoría tenga la capacidad de aguantar. Pero, ¿saben algo? Las transnacionales poderosas prefieren perder el monto de UNA factura, no la cobran pero tampoco despachan más. En ese caso pierden las empresas maulas del estado porque tienen que salir de urgencia a buscar otros proveedores que le venderán más caro o productos de inferior calidad.

Resumo. La queja es contra la mediocridad de la que hacen pésima gala los gerentes, los ejecutivos, los jefezotes. Esa mediocridad manifiesta de la gerencia genera malos o pésimos procedimientos, esos procedimientos crean trabas administrativas, esas trabas a su vez crean retrasos en todas las actividades incluyendo las rutinarias de cancelar a tiempo los compromisos adquiridos.

De manera tangencial me he referido a ciertas empresas del estado pero, debo decirlo, desgraciadamente, también se ve lo mismo en las propias dependencias del estado, en todos sus niveles, donde dejan indefenso y desprovisto al ciudadano que acude a resolver pequeños problemas que lo azotan a él o a su entorno. No me asombraré en nada al saber muy pronto que los habitantes de mi municipio mayoritariamente me darán la razón.

Hay que destruir una falsa matriz de opinión. Cuando criticamos con razón no atentamos contra el gobierno ni contra el partido. No hay deslealtad alguna. Eso es una falacia. No se atacan las personas. Se atacan las malas consecuencias de sus errores con la esperanza que los corrijan. Tengan en cuenta que los pecados de los que nadie se arrepiente son los de omisión.


PATRIA SOCIALISTA O MUERTE - ¡VENCEREMOS!

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