Cuando me enseñaron Historia de
Venezuela siendo niño y luego adolescente, los programas de educación vigentes
para esa época se limitaban a mencionarnos elencos de batallas y otros
acontecimientos, fechas y nombres de algunos personajes inocultables. Muy poco
dijeron los maestros, ni estaba escrito en los libros, nada sobre las causas,
consecuencias y otras consideraciones. En el fondo, muy en el fondo, que
incluso me atrevería a decir que de manera subliminal algunas veces, y otras de
manera abierta y franca, que tales procesos educativos en su aspecto positivo
era consecuencia directa de la inteligencia de la burguesía, de los llamados
hombres ilustres, hombres de bien; hombres blancos, finos y ricachones.
Algunas veces me entretenía pensando
en cosas obvias que no señalaban por ninguna parte y, entre ellas, recuerdo que
me producía curiosidad saber de donde habían sacado recursos los patriotas para
realizar todas esas proezas y campañas victoriosas o no. Cuales habían sido los
orígenes de todos esos cuantiosos recursos utilizados para sostener varios
frentes de guerra contra el entonces imperio más poderoso del planeta. Que
esfuerzos habían hecho para crear y movilizar toda esa logística necesaria no
solo en el campo estrictamente militar sino en el civil.
En primer lugar, todavía no he
llegado a saber que se hizo entonces para convencer esos enormes contingentes
humanos para que se incorporaran a la gran lucha que alcanzó la independencia
de medio continente al cabo de catorce años de esfuerzos sobrehumanos,
especialmente aquellos que se movilizaron desde el Caribe hasta el Potosí y más
allá.
Mil preguntas hay todavía a las
que no puedo encontrar respuestas. ¿Qué y cómo comían? ¿Quiénes producían y de
qué maneras suministraban armas de todo tipo, municiones, guarniciones,
avituallamiento, vestimenta, caballos, mulas, ganado para la alimentación,
etc., etc.? ¿Y los recursos económicos y financieros, qué? ¿Y la atención
médica a los heridos y otras víctimas? Pensemos no más en las enormes dificultades
para mantenerse comunicados, lo cual ciertamente lograron a pesar de las
distancias y muchísimos otros obstáculos.
No cabe duda que detrás de los
ejércitos existió un enorme esfuerzo productivo y organizativo que hizo posible
esos logros, además del esfuerzo de pacificación y gobernabilidad de los
territorios que se iban arrebatando al imperio español. De esos héroes anónimos
no sabemos nada. No está escrito. Tan solo hay pequeños fragmentos en su
mayoría anecdóticos.
Los poetas han cantado loas a los
vencedores, las mezquinas tradiciones localistas han creado héroes que
realmente no lo fueron e incluso no existieron y, así, nos han contado hasta
invenciones para hacernos creer en lo que realmente no fue. Alí Primera, el
desaparecido (¿asesinado?) gran cantor del pueblo venezolano, nos enseña que a
Bolívar le llevaban flores a su tumba todos los 17 de diciembre, no para
homenajearlo ni rendirle honores sino para asegurarse que estaba “bien muerto”.
La rebelde y pobre colonia sin
importancia que fue Venezuela soportó el mayor peso de la Guerra de
Independencia suramericana. Allí la guerra duró trece años durante los cuales
se libraron más de mil y tantos combates y batallas en tierra y en agua. Su
población se redujo a la mitad y el territorio quedó devastado y aun así se
formó Colombia, Colombia La Grande, creación de Bolívar que nació a orillas del
Orinoco y un ramillete de repúblicas libres. A Venezuela le cabe la
inconmensurable gloria de que la única vez que sus ejércitos salieron de sus
fronteras fue a dar libertad a pueblos hermanos y no a sojuzgarlos.
¿Cómo pudo hacerlo?
Muchas de las respuestas a mis
dudas y a mis interrogantes deben estar sepultadas en legajos de viejos
documentos que han permanecido ocultos; sin embargo, después de muchos años,
por fin, me ha llegado la clave del porque se obtuvieron esos inmarcesibles
resultados. Obvio, Venezuela y Suramérica vivieron esos momentos estelares
porque llegaron a ser entonces una REGION POTENCIA.
Ahora entiendo parte de las
razones, - muchas de ellas deben permanecer también sepultadas en archivos
ocultos – de la gran oposición y los despiadados ataques, abiertos o
subvertidos, de las demás potencias de la época que se aterrorizaron; sí, se
asustaron ante la veloz insurgencia de una nueva potencia que nacía a
disputarles su hegemonía porque no les cabía en la mente que unos salvajes,
supuestamente condenados por Dios a ser esclavos de uno o varios de ellos, se
elevara a sitiales, también predestinados por Dios, para “civilizados”. Ahora
se me aclara el panorama de la conformación de la Santa (más bien diabólica)
Alianza, de la elevada perfidia del hoy decadente y venido a menos imperio
británico (con minúsculas en señal de repudio y desprecio) y del incipiente y
emergente imperio gringo (ídem) y su baboso destino manifiesto incoado en base
a los antivalores más detestables.
Simón Bolívar murió frustrado y
en una de sus históricas frases proféticas aseguró que “el gran día de la América del Sur no ha llegado”. Las
características del tiempo histórico, que ahora vivimos a estas alturas del
Siglo XXI, nos indican a las claras que si no cometemos los mismos errores
históricos de entonces estamos en vías de convertirnos para siempre en REGION
POTENCIA, el único camino posible para dar cumplimiento a otro deseo del
Libertador, convertirnos ahora sí en el eje motriz del equilibrio del universo.
Adelante pues, trabajemos con
optimismo, constancia y tesón en búsqueda de ese nuestro destino y hagamos
llegar lo más pronto el gran día de Nuestra América.
PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA -¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
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