Hace años leí un librito francés,
en mi criterio bastante malo tanto por su contenido como por su escritura, que
me produjo horror y, hasta la fecha no he podido olvidar la desagradable
impresión que me provocó su lectura. Creo que su título era “Elogio a la
Traición” y en su desarrollo se explicaba la conveniencia de mentir y,
eventualmente, traicionar para alcanzar fines de naturaleza política.En cierta manera era algo peor y
más inmoral que el postulado maquiavélico que “el fin justifica los medios”.
Gracias a mis padres, por el
contrario, siempre he creído firmemente que la mejor trampa que podemos hacer
en la vida es ser veraces y honestos. Tarde o temprano lograremos nuestros
propósitos manteniéndonos en el campo de la ética y lo mejor es que nadie podrá
enrostrarnos nada.
En esta época se suceden
sacudones políticos en toda América y podemos conocer muchos aspectos del
pasado hasta ahora ocultos de gobiernos, personajes y eventos de nuestras
repúblicas.
Volviendo al librito, en él se
sostiene la peregrina tesis que es necesario y conveniente mentir para tener
éxito en política, que es necesario al menos ocultar las verdaderas intenciones
porque, de lo contrario, se perderían muchos votos y adhesiones. Inútil decir
que a la mentira generalmente le sigue la traición.
Hacer promesas falsas y ofrecer
un programa de gobierno y, luego, al obtener el poder poner otro diferente en
práctica es precisamente eso, una mentira, un fraude, un engaño, una traición
y, por desgracia, ese parece ser el denominador común de la mayoría de los
políticos y de los gobiernos latinoamericanos (y de muchísimas otras partes
también, los ejemplos concretos abundan) a lo largos de los últimos siglos.
Resalto el honor del periodista
venezolano mártir Fabricio Ojeda, asesinado en 1961 por el gobierno títere del
imperio yanqui, quien en una de sus brillantes artículos confiesa que fue
introducido al mundo de la política de la mano del líder “revolucionario”
Jóvito Villalba de “destacada” actuación como miembro de la llamada Generación
del 28.
Como si lo hubiera leído hoy
mismo, recuerdo que él escribió que un día le preguntó al “líder” las razones
por las cuales no se le decía claramente al pueblo que ellos eran
revolucionarios, antiimperialistas, que pretendían confrontar los poderes
fácticos; en fin, trabajar por y para el pueblo.
Fabricio Ojeda se apartó de esa
organización, tomó un fusil y se fue a la guerrilla armada después de un
emotivo, encendido y valiente discurso de renuncia a su condición de Diputado
al Congreso Nacional. Posteriormente apresado y encarcelado, fue vilmente
asesinado por los esbirros del régimen adeco de la época. Naturalmente, los
voceros de ese asqueroso gobierno intentaron engañar a la opinión pública
diciendo que se trataba de un suicidio.
La respuesta tajante de Villalba
fue que ellos no podían hacer eso porque
se enfrentarían de inmediato a la burguesía oligárquica. Específicamente, le
dijo que los políticos no debían nunca descubrir sus verdaderos planes e
intenciones y que, en todo caso, los pondrían en práctica al llegar al gobierno, eso sí, con “con mucho
tacto” tratando de no herir susceptibilidades. En otras palabras, la difícil
tarea de nadar en aguas turbulentas y simultáneamente cuidar la ropa.
Pero, por desgracia para todos
nosotros, todo funcionó de manera opuesta; es decir, siempre se han ofrecido
villas y castillos a los pueblos y después, al tomar el poder, pactar con los
sempiternos enemigos del pueblo, valga decir, las más rancias oligarquías
explotadoras lacayas del imperio de turno.
Vuelvo a decir que la mejor
trampa es la honestidad. Hoy lo podemos comprobar. Existen ya en Nuestra
América gobiernos orientados a la redención de los pueblos y logran creciente
apoyo popular hablando claro, explicando sin ambages su orientación y luchando
de frente contra los enemigos tradicionales. Se cometen errores. Sí. ¿Qué ser
humano no los comete? Pero hay hombría y bravura para aceptar responsabilidades
y rectificar.
Lo anterior y mucho más gusta a
los pueblos y apoyamos gobiernos conducidos por hombres honestos, responsables
y veraces. Los viejos carcamales los odian e intentan destruirlos.
PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA -
¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
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