Se asume que todas las personas tienen capacidad para razonar. Unas más, unas menos. Sin embargo, la experiencia indica que muchos no razonan. ¿Por qué?
No voy a formular un tratado de psicología; no es mi intención ni tampoco soy psicólogo. Cuanto diré está basado en mis observaciones más recientes, especialmente el comportamiento de algunos personajes en las discusiones (¿debates?) en la Asamblea Nacional. Pero primero debo reafirmar lo dicho en mis anteriores escritos: Gracias a Dios no soy diputado. De haber estado allí, no sé que hubiera hecho. Alejarme discretamente o darle cuando menos una patada por el trasero a alguien.
Continúo disgregando. En este momento recuerdo que hace más o menos 30 años, gobierno del Dr. Herrera Campins, el Presidente del Banco Central de Venezuela Dr. Leopoldo Díaz Bruzual, apodado “el búfalo”, le ofreció públicamente unos foetazos a un diputadito adeco que lo había ofendido. El diputado calló y transcurrido todo este tiempo no volvió a mencionar el asunto. Díaz Bruzual actuó como un macho criollo y vernáculo tal como la gran mayoría de venezolanos acostumbraba actuar cuando su honor y reputación estaba en entredicho. He escrito acostumbraba. Repito: acostumbraba. ¿Qué le ha pasado a muchos que se han vuelto blandengues frente a tanto grosero y atrevido? A mi manera de ver, siempre hacen falta unos pocos búfalos que pongan en su sitio a las tantas hienas.
Unos cuantos no razonan porque se las echan de machos y arrechos sin ser ni lo uno ni lo otro y porque no les da la gana. Otros, sospecho, porque no pueden. No pueden por dos razones, no aprendieron o están enfermos. Los tres, para mí tienen el mismo origen.
Los sempiternos “amos”, los burgueses explotadores y aniquiladores del pueblo se acostumbraron desde hace siglos a una determinada forma de comportamiento caracterizada por hacer y decir los que les daba la gana sin que los demás pudieran ni siquiera chistar. No importaba que cuanto dijeran, y en consecuencia hicieran, fuera cierto o falso, verdad o mentira. Era simple y llanamente “su” palabra. Santa palabra. Los mortales comunes y corrientes tenían que tragársela y punto. Así operaba la sociedad. Ellos se acostumbraron a que así fuera. Si llegaba a surgir cualquiera que pusiera en duda esa pontificación con características obligadas a ser infalible, se convertía de inmediato en reo de condenación, sujeto de destrucción física, moral o ambas.
Fue así como surgieron esas familias “con clase y abolengo”. Vacas sagradas. Hicieron y deshicieron. Robaron, mataron, destruyeron pero, eso sí, lo hicieron con clase. A una delictuosa invasión de tierras siguió un emporio montado en rapacería y sangre pero, siempre con mucha clase a la vez que adquirían gran reputación que ellos mismos se encargaron de promover. (Ver mis artículos Habrase Visto, Noviembre, Esto fue y sigue siendo real, partes 1 y 2, Agosto 2010).
El Presidente repetidas veces los ha llamado a dialogar a ver, si de una vez por todas, se acaba la conspiradora y los esfuerzos para tumbarlo y que el país se encamine hacia etapas de paz y construcción. Mi opinión es que nunca jamás aceptarán ni siquiera hablar de lejos a menos que se les restituyan plenamente los privilegios que apenas se les ha medio tocado y de paso, ellos vuelvan a gobernar. No lo harán porque no forma parte de sus estructuras mentales. Ellos creen que nacieron y están destinados por la providencia a para mandar. A ellos no les cabe en la mente conversar amistosamente con un zambo pelo chicharrón con verruga que, para colmo, nació en un rancho y muy pobre. Según esa estructura mental, el Señor Presidente Chávez nació para ser un “cachifo” de ellos. Imposible dirigirle la palabra como no sea para ordenarle hacer oficios degradantes. Lo degradante es todo oficio o actividad que ellos, por tener manos tan exquisitas, no se rebajan a hacer.
Ellos no podrán jamás aceptar que los pobres, harapientos, sucios, pata en el suelo, marginales, hordas, borrachos, inútiles, miserables, asquerosos, brutos, hediondos, desaliñados, toscos, muertos de hambre y una larguísima etcétera sean los beneficiarios directos de la acción de gobierno. ¿Cómo? ¡No!. Eso no puede ser. Todo tiene que ser para ellos. Ellos son los finos, educados, ilustres, cultos, con clase, gente de bien, abolengo y alcurnia, además de otras hermosas características que los adornan y siempre los han adornado.
Y además hay que ver como se encolerizan, insultan, arman berrinches, patalean y agraden cuando de manera tangencial se menciona, hasta por accidente, algunos de sus desmanes pasados. ¿Cómo? Ellos impolutos seres angelicales benefactores de Santa Madre Iglesia. Ellos, mecenas que no botan toda la comida que les sobra para despectivamente echársela y matarles el hambre a esos asquerosos desarrapados.
Para ellos matar, robar, destruir y todo lo malo que hacen es parte del orden natural. Es su derecho inalienable. No se puede ni se podrá hacer nada nunca para hacerlos cambiar. No cambiarán, así que lo único que podemos hacer es continuar soportándoles y dándoles palo y palo hasta que desaparezcan. Que se pudran en la nauseabunda bilis de su propio odio. Y si tienen mucha rabia, yo, cariñosamente les doy un consejo: muérdanse las orejas para que se les aplaque.
No me llamen resentido social. Ese término no existe. Ese lo acuñaron ellos mismos para destruir a quienes los enfrentan. Según esa definición, resentidos sociales fueron Jesucristo, Bolívar, Ghandi, Mandela, Luther King y muchos otros que tú, amable lector, puedes agregar a la lista.
Señor Presidente: desista. Olvídese de esas crápulas. No los invite más. Siga adelante. La suya es la lucha de los hombres buenos contra los humanoides malos.
PATRIA SOCIALISTA O MUERTE - ¡VENCEREMOS!
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