Un viejo adagio dice que “quien
hace la ley hace la trampa” y la experiencia, tristemente, lo confirma. Todas
las leyes suelen ser redactadas en conciliábulos secretos en los bufetes de
“prestigiosos” abogados y luego llevadas a las legislaturas por grupos de
poder; éstos, a posteriori, mueven sus influencias o simplemente ordenan a sus
acólitos políticos que las aprueben. De manera interesada dejan lagunas,
vacíos, aspectos confusos sujetos a variadas opiniones e interpretaciones con
el deliberado propósito de resolverlos después, cuando se presente la
oportunidad, en los órganos jurisdiccionales y, - que casualidad – a favor de
determinados grupos o personas generalmente influyentes y en detrimento de los
débiles jurídicos, o lo que es lo mismo, vale decir, el pueblo.
Lo dicho en el párrafo
precedente, lo sabemos todos porque así siempre ha sido, al punto que se ha
convertido en una verdad de Perogrullo, que de tanto saberlo y repetirlo se ha
convertido interesadamente en una gran estupidez que no merece ser considerada
y, mucho menos, debatida.
Lo dicho es también,
indudablemente, una de tantas aristas públicas que inciden directamente en la
vida de los ciudadanos de a pié para su propio mal, y es producto de una trampa
mayor que no es otra cosa que la mal llamada “Democracia Representativa” que no
es en verdad ni lo uno ni lo otro. Es el gran ardid, es la gran falacia para
edulcorarnos y perpetuar el dominio de los poderosos económicamente para
sojuzgar a las grandes mayorías que siempre, en todo tiempo y lugar, han sido
los únicos perdedores, los únicos perjudicados, los únicos explotados y
expoliados, los únicos que sufren el impacto diario de la pobreza, de la
miseria, la exclusión y todas las calamidades imaginables o no, sin esperanza
alguna de redención.
Ha sido la eterna e interminable
lucha histórica que ha girado interminablemente en la noria del tiempo. Ha sido
el acicate y la fuente de todas las revoluciones que, luego, sufren la ofensiva
contrarrevolucionaria que las desvirtúa, las compra, las pervierte, las
destruye y atrás quedan en peor situación las esperanzas, sueños e ilusiones de
los pueblos y, así, se completa el eterno y perverso círculo diabólico del
nunca acabar una y otra vez.
Imposible e inútil negar que así
ha sido la historia y los seres humanos ya deben haber aprendido a punta de
patadas como romper ese demoníaco círculo y obtener de una buena vez, por todas
y para siempre, su redención social y humana.
A muchos ya nos han obligado a
concluir en la mejor definición del punto de partida.
Democracia Representativa
consiste en elegir cada cierto tiempo entre mentirosos exactamente iguales, y
con los mismos propósitos, quienes serán nuestros próximos torturadores y
represores.
Esos mentirosos nos hablan de
mundos futuros fabulosos y no más llegar al gobierno hacen exactamente lo
contrario. Son los eternos traidores y embaucadores que “legalizan” sus
desaguisados con nuestros votos, lo cual tampoco es rigurosamente cierto porque
ellos elaboran los resultados de las elecciones a su propia conveniencia. Es la
misma farsa de siempre. Después de todo, no importa como votemos porque el
resultado viene siempre a ser el mismo porque la única opción que nos presentan
es elegir entre carroñas igualmente putrefactas disfrazadas de ángeles
perfumados.
Algunos pueblos han aprendido más
rápido que otros y se han convertido en faros que alumbran el camino de los que
han tardado más en reaccionar. La idea es sacudirse de ese yugo y liberarse de
la tiranía de los grupos que, de hecho, pervierten y destruyen la humanidad y
el planeta con tal de satisfacer sus egoístas intenciones y ambiciones.
Abraham Lincoln pronunció una
sensacional sentencia que nunca jamás se ha puesto en práctica: Democracia es el gobierno del pueblo, por el
pueblo, para el pueblo. Lo tristemente cierto y comprobado sin grandes
esfuerzos es que nunca, en ninguna parte, se ha instaurado un gobierno del
pueblo porque quienes siempre han gobernado han sido grupos específicos; ni
para el pueblo por la misma razón anterior y ellos han gobernado en su propio
beneficio, el de ellos mismos; ni tampoco para el pueblo por la misma
redundante razón.
¿Cómo hacer entonces para tener
en un país un gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo?
¡Cuánto tiempo hemos tardado para
obtener una respuesta obvia!
Que el pueblo mismo tome el
poder, que no lo delegue, que ejerza su soberanía. El Derecho Divino antiguo
sostenía que la soberanía venía de Dios y éste la delegaba en el monarca; el
Derecho a secas dice que la soberanía radica y proviene del pueblo quien la delega en sus representantes.
Ahí está una gran trampa, quizás la mayor. El pueblo no tiene que delegar nada
y, al contrario, no renunciar jamás a su soberanía. Sería volver al punto de
partida, al Derecho Divino, Vox Populi
Vox Dei, la voz del pueblo es, sí amigos, la voz de Dios.
Que el pueblo tome el poder,
ejerza el poder y use el poder para y por sí mismo y así tendrá para sí todos
los beneficios. Por comparación, así como se habló de la dictadura del proletariado, hablaremos de la democracia del pueblo aunque decirlo constituya una redundancia.
De ello se trata la DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Y PROTAGONICA, en la cual el
pueblo es el único protagonista activo, no renuncia a su soberanía y la ejerce
por sí mismo.
En la democracia participativa y
protagónica, es cierto, hay instituciones pero éstas no son excluyentes una vez
constituidas. Por ejemplo, el pueblo no delega su soberanía en unos
representantes para que hagan lo que les dé la gana una vez electos. No, ellos
son solo voceros de las comunidades que los eligió y todo cuanto hagan, para
que sea válido, debe ser refrendado por el pueblo mismo y todas las leyes
aprobadas no podrán así ir jamás en contra de los intereses populares.
Continuará.
PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA -¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
http://juanpedrotorres.blogspot.com
Totalmente de acuerdo. La representación es el final de nuestra libertad, porque solo participando en la vida politica y decidiendo por nosotros mismos en los máximos niveles posibles puede existir la democracia del pueblo, la de la mayoria, en vez de la farsa democrática en la que solo unos pocos mafiosillos o directamente terroristas, financieros o armados, son los que gobiernan.
ResponderEliminarSaludos desde Rumania, amigo!