Se
armó el revuelo. Ahora muchos, subitamente, quieren volverse
empresarios y producir porque, al parecer, se acabó la manguangua de
pedir dólares a papá estado para volverse o seguir siendo
bachaquero internacional. Pero, veamos, ¿acaso es fácil y viable
volverse emprendedor en este nuestro bello y querido país? Yo digo
que no porque todo esta habilmente arreglado para que solo “la
gente fisna, decente y
pensante” con muna
burda pueda
hacerlo y, debo admitirlo, es una herencia de nuestro pasado
colonial. Las leyes, reglamentos, providencias y casi todas las
medidas gubernamentales tienden a impedírselo a los demás. Así
pues, para ser empresario que no es lo mismo que emprendedor, hace
falta pertenecer a la casta aquella o a una camarilla afiliada a sus
intereses. Visto de esa manera, Rabelais tenía razón cuando afirmó
que para tener éxito en la vida es necesario pertenecer a
una camarilla. Y si es una
fedecamarilla “más mejor”. También
me da la impresión que el francés asociaba éxito con riqueza y, si
mal habida, más cierto.
Me
han contado algunas experiencias de emprendimientos frustrados. Gente
que con buena voluntad pero malos recursos intentó poner en práctica
una idea para producir y, sencillamente, no pudo. Se lo impidió el
sistema imperante. Ojo, contaré esas experiencias con el deliberado
sano propósito que se corrijan esas trabas y cualquier hijo de
vecina pueda emprender lo que se le ocurra, siempre y cuando sea
honesto.
Primer
caso según me contaron. Cuando comenzó esta guerra económica en
contra del pueblo llano por parte de la derecha, pensé que era
oportuno aprovechar la oportunidad para producir algo en vista de que
las empresas restringirían la oferta. Dispongo de mangos en
abundancia, quise procesarlos porque son tantos, no se aprovechan y
debo pagar para botar los que no tenemos capacidad de consumir
frescos, como jugo o jalea, así que quise producir mermelada en
cantidades razonables. Ahí empezó la calle de la amargura.
Contacté
la fábrica de envases de vidrio. Bien atendido amablemente. Debería
comprar miles de frascos porque no venden cantidades pequeñas y,
para colmo, no tenían las tapas metálicas. El siguiente
inconveniente, imposible comprar azúcar por sacos en ninguna parte.
Eso en cuanto a insumos. El rollo mayor está en las autoridades
sanitarias para obtener los permisos que mejor no lo cuento, además
de las trabas del SENIAT para obtener las autorizaciones y cumplir
con los requisitos de las facturas, que también hay que ordenar por
miles solo a las tipografías autorizadas. El costo, las molestias,
los viajes y el tiempo para lograr esa infinidad de papeles antes de
producir el primer frasquito de mermelada de mango es inenarrable.
Segundo
caso. Tengo un pequeño terreno y quise sembrar rubros de ciclo
corto, tomate, pimentón, ají, caraotas o algo similar. Entusiasmado
acudí al INIA y al CIARA buscando sobretodo semillas criollas. Hasta
ahí llegó todo. Imposible comunicarse con esas instituciones, les
escribí correos que no contestaron y les hice sopotocientas llamadas
que nadie atendió. No sé para que tienen teléfonos y plataformas
para mensajes en sus páginas de Internet si no los contestan y,
si alguien lo hace, la respuesta es “imposible”, “eso no se
puede” o “lo llamo” lo que jamás ocurre. Observo que es
práctica generalizada en todas las dependencias del estado, si
quieren haga la prueba, llamen al mismísimo Palacio de Miraflores,
pregunten por alguien y se quedarán una eternidad esperando que el
adjudicatario de la extensión conteste la llamada.
Tercer
caso. Tuve la idea de elaborar productos de limpieza. Lo primero que
hice fue buscar proveedores de materias primas que luego mezclaría y
envasaría. Ningún distribuidor se comprometió a nada porque “la
cosa está muy difícil y no sabemos nada sobre precios ni
abastecimiento”. Nada, la Petroquímica es la solución. Acudí a
ellos y hasta ahí llegó el impulso porque, por ejemplo, el
suministro mínimo de sosa cáustica es de 30.000 litros, nada más y
nada menos que una gandola completica. No tengo ese gran capital ni
las instalaciones para recibir el producto. Eso solo lo tienen los
grandotes para quienes se diseñó el sistema. Juan Sabroso no tiene
porque estar inventando aventuras productivas, su destino es ser
esclavo de un explotador capitalista.
Conozco
otros casos concretos pero no lo quiero aburrir más de lo necesario.
Seguro estoy que ustedes, queridas(os) lectoras(es), también tienen
sus ejemplos. Por ahora, lo que me acicatea es la posibilidad que las
cosas cambien y, para ello, debemos todos empujar el pesado carretón
del paquidérmico estado.
¿Sugerencias?
Las y los animo a presentarlas.
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!