domingo, 31 de enero de 2016

Emprendimientos frustrados

Se armó el revuelo. Ahora muchos, subitamente, quieren volverse empresarios y producir porque, al parecer, se acabó la manguangua de pedir dólares a papá estado para volverse o seguir siendo bachaquero internacional. Pero, veamos, ¿acaso es fácil y viable volverse emprendedor en este nuestro bello y querido país? Yo digo que no porque todo esta habilmente arreglado para que solo “la gente fisna, decente y pensante” con muna burda pueda hacerlo y, debo admitirlo, es una herencia de nuestro pasado colonial. Las leyes, reglamentos, providencias y casi todas las medidas gubernamentales tienden a impedírselo a los demás. Así pues, para ser empresario que no es lo mismo que emprendedor, hace falta pertenecer a la casta aquella o a una camarilla afiliada a sus intereses. Visto de esa manera, Rabelais tenía razón cuando afirmó que para tener éxito en la vida es necesario pertenecer a una camarilla. Y si es una fedecamarilla “más mejor”. También me da la impresión que el francés asociaba éxito con riqueza y, si mal habida, más cierto.

Me han contado algunas experiencias de emprendimientos frustrados. Gente que con buena voluntad pero malos recursos intentó poner en práctica una idea para producir y, sencillamente, no pudo. Se lo impidió el sistema imperante. Ojo, contaré esas experiencias con el deliberado sano propósito que se corrijan esas trabas y cualquier hijo de vecina pueda emprender lo que se le ocurra, siempre y cuando sea honesto.

Primer caso según me contaron. Cuando comenzó esta guerra económica en contra del pueblo llano por parte de la derecha, pensé que era oportuno aprovechar la oportunidad para producir algo en vista de que las empresas restringirían la oferta. Dispongo de mangos en abundancia, quise procesarlos porque son tantos, no se aprovechan y debo pagar para botar los que no tenemos capacidad de consumir frescos, como jugo o jalea, así que quise producir mermelada en cantidades razonables. Ahí empezó la calle de la amargura.

Contacté la fábrica de envases de vidrio. Bien atendido amablemente. Debería comprar miles de frascos porque no venden cantidades pequeñas y, para colmo, no tenían las tapas metálicas. El siguiente inconveniente, imposible comprar azúcar por sacos en ninguna parte. Eso en cuanto a insumos. El rollo mayor está en las autoridades sanitarias para obtener los permisos que mejor no lo cuento, además de las trabas del SENIAT para obtener las autorizaciones y cumplir con los requisitos de las facturas, que también hay que ordenar por miles solo a las tipografías autorizadas. El costo, las molestias, los viajes y el tiempo para lograr esa infinidad de papeles antes de producir el primer frasquito de mermelada de mango es inenarrable.

Segundo caso. Tengo un pequeño terreno y quise sembrar rubros de ciclo corto, tomate, pimentón, ají, caraotas o algo similar. Entusiasmado acudí al INIA y al CIARA buscando sobretodo semillas criollas. Hasta ahí llegó todo. Imposible comunicarse con esas instituciones, les escribí correos que no contestaron y les hice sopotocientas llamadas que nadie atendió. No sé para que tienen teléfonos y plataformas para mensajes en sus páginas de Internet si no los contestan y, si alguien lo hace, la respuesta es “imposible”, “eso no se puede” o “lo llamo” lo que jamás ocurre. Observo que es práctica generalizada en todas las dependencias del estado, si quieren haga la prueba, llamen al mismísimo Palacio de Miraflores, pregunten por alguien y se quedarán una eternidad esperando que el adjudicatario de la extensión conteste la llamada.

Tercer caso. Tuve la idea de elaborar productos de limpieza. Lo primero que hice fue buscar proveedores de materias primas que luego mezclaría y envasaría. Ningún distribuidor se comprometió a nada porque “la cosa está muy difícil y no sabemos nada sobre precios ni abastecimiento”. Nada, la Petroquímica es la solución. Acudí a ellos y hasta ahí llegó el impulso porque, por ejemplo, el suministro mínimo de sosa cáustica es de 30.000 litros, nada más y nada menos que una gandola completica. No tengo ese gran capital ni las instalaciones para recibir el producto. Eso solo lo tienen los grandotes para quienes se diseñó el sistema. Juan Sabroso no tiene porque estar inventando aventuras productivas, su destino es ser esclavo de un explotador capitalista.

Conozco otros casos concretos pero no lo quiero aburrir más de lo necesario. Seguro estoy que ustedes, queridas(os) lectoras(es), también tienen sus ejemplos. Por ahora, lo que me acicatea es la posibilidad que las cosas cambien y, para ello, debemos todos empujar el pesado carretón del paquidérmico estado.

¿Sugerencias? Las y los animo a presentarlas.

¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!


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