Nací
en un pueblo pequeño y recuerdo fielmente que mi pueblo era autónomo
en muchos aspectos en cuanto a las necesidades elementales de los
pobladores. La carne vacuna y la leche, así como la porcina, caprina
y de aves era surtida por sus propios habitantes, bien porque en los
solares de las casas se criaban gallinas que producían huevos y
pollos, cerdos y otros animales o porque había producción en los
campos cercanos. Igual ocurría con frutas, hortalizas y verduras en
general y no hablemos de granos, cereales y otros rubros porque la
situación era igual. En lo que respecta a productos
agro-industriales, en las afueras del pueblo había haciendas de caña
y el papelón era abundante. Basicamente, lo único que se traía de
otras partes era la sal y alguna que otra excentricidad.
Parte
de mis recuerdos infantiles eran los arreos de burros o mulas
provenientes de las campos de la periferia con sus cargamentos para
surtir el llamado Mercado Municipal y las pulperías. Todo cuanto se
comía o bebía era 100% natural. Del pan ni hablar, muchas casas
tenían su horno redondo de barro, a leña, en el cual se hacían
también muchas granjerías y para la ocasiones especiales las
famosas y deliciosas cabezas de cochino horneadas.
Luego
vino una especie de maldición. Llegaron las bebidas carbonatadas,
los enlatados y una serie de productos que llamaré exóticos. Pero
esa maldición trajo aparejada la implantación de una rara cultura
que inducía al desprecio de lo campesino, a las labores del campo y
sus productos. Lo chic era consumir comida chatarra importada y
cuanto más exótico el incomprensible nombre, mejor
La
autonomía del pueblo no era solo en lo alimentario. La ropa era
elaborada por las costureras y sastres del pueblo, los zapatos y
alpargatas igual. En definitiva, había una economía local
productiva y la dependencia respecto a otros lugares era ínfima. Que
recuerde, jamás hubo crisis de abastecimiento de ningún rubro.
Los
sociólogos y los antropólogos tendrán explicaciones sobre este
terrible cambio cultural que acabó con la autonomía de, me atrevo a
decirlo, todos los pueblos pequeños del país. Ahora se depende de
las grandes agro-industrias que están practicamente centralizadas en
zonas muy específicas y particulares del país. Igual pasa con la
ropa, el calzado y otros artículos necesarios para la vida diaria,
lo que quiere decir que estamos en manos, a merced, de lo que decidan
unos pocos empresarios quienes ultimamente nos acogotan con sus
prácticas malsanas. Y peor aún, muchos de estos mal llamados
empresarios cerraron o redujeron al mínimo su producción, se
dedicaron a importar toda suerte de cachivaches lo que, obviamente,
nos hace dependientes de otros países. Me parece un exabrupto que
cosas tan sencillas como un peine, unos caramelos o un par de
calcetines tenga que importarse de lugares tan distantes como la
mismísima China.
Es
hora que intentemos, al menos, darnos cuenta, percatarnos de nuestra
terrible involución disfrazada de adelanto y progreso. No digo que
volvamos exactamente al esquema al cual me he referido antes; pero,
sí estudiar como vivíamos antes y extraer de esas vivencias lo
positivo que había y adaptarlo a nuestra nueva realidad y, de paso,
creo imperativo dar pasos firmes hacia muchos núcleos en todo el
país de pequeños pueblos con la mayor autonomía productiva
posible, con economías locales sustentables que satisfagan muchas de
las necesidades elementales de sus pobladores.
Insisto
en hablar del tema de la alienación cultural. Presencié por TV un
acto en el cual se inauguraba un mercado en un pueblo no tan pequeño
con el fin de reubicar un grupo de buhoneros, o como les dicen,
miembros de la economía informal. El representante de los vendedores
de ropa insistía en que los importadores les vendieran directamente
para rebajar sus costos. Analicemos. El hombre pretendía seguir
vendiendo ropa importada y me pregunto y les pregunto, ¿cómo no se
le ocurrió proponer que se financiara un grupo de costureras del
pueblo para que les suministraran las prendas que ellos venden? De
esa manera, se quedaría en el pueblo parte del esfuerzo, el llamado
valor agregado de la confección, porque al no haber empresas
fabricantes de telas en el municipio tendrían que traerla de otras
partes del país, suponiendo de buena fe que los empresarios textiles
no estén saboteando el abastecimiento.
Los
pobladores de pueblos pequeños, y con más razón los de medianos y
grandes, deben hacer esfuerzos para aumentar su producción local de
la mayor parte de sus necesidades; es decir, buscar su propia
autonomía económica. En caso de no poseer determinadas capacidades
productivas, ir pensando en desarrollarlas. Después vendría la
interacción comercial entre localidades cercanas y así,
sucesivamente, estableciendo circuitos regionales más ambiciosos y
para ellos solo se necesita motivación, que alguien tenga la idea de
propagar entre la gente la conveniencia de emprender una actividad
productiva para satisfacerse a sí mismos y nadie mejor para hacerlo
que los Concejos Comunales y las Comunas. Ya he observado algunos
ejemplos iniciales que vale la pena imitar, de actividades en ese
sentido en algunos lugares del país en materia agrícola y
artesanal.
Cada
población haría las cosas en razón de su vocación. Por ejemplo,
si el pueblo tiene vocación turística, pensar en producir
localmente para satisfacer los pedidos de sus visitantes.
Me
entusiasma tanto la idea que ya me imagino, en un futuro próximo,
una serie de poblados productivos cuya vida haya cambiado para su
propio bien y olvidado las desastres que la guerra económica nos
está causando en estos momentos.
La
ayuda proveniente de “papá estado” no debe faltar pero ésta no
llegará si previamente los pobladores de esos pequeños centros
poblados no toma la iniciativa y muestra, por lo menos, que sus ideas
funcionan. Hagan una pequeña prueba, muestren sus resultados
iniciales, muestren los productos que son capaces de generar y el
mandado estará practicamente hecho.
A
pensar como resolver sus propios problemas y ¡suerte!
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!
Excelente Juan Pedro. Compartido como siempre en twiter.
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