El engaño aplicado a la
justificación de las guerras, naturalmente siempre terriblemente destructivas,
que solo tienen por objetivo el aprovechamiento y expoliación de recursos
naturales, es lo más pérfido y aberrante que comete el capitalismo.
No hay término o palabra que
pueda ni remotamente embellecer la descripción de un crimen horroroso de
dimensiones catastróficas. Sin embargo, acuden a expresiones maquiavélicamente
diseñadas para intentar justificar sus demoniacos fines y, para lograrlo, se
apoyan en refinadas técnicas de engaño.
Observemos algunas de esas
justificaciones tomadas al azar entre las muchas que han voceado al mundo
recientemente. Al pueblo que quieren agredir siempre lo califican de malo, malvado,
horrible y lo dirigen perversos que no solo ambicionan dañar a los agresores
sino a sus mismos pueblos. En cambio, los agresores siempre se presentan a sí
mismos como seres seráficos que desean la paz, el progreso, el entendimiento,
la libertad y sus acciones están inspiradas en los valores más sublimes. Inútil
decir que desean la paz pero van a la confrontación, mejor dicho a la agresión
descarada, en contra de sus excelsos deseos e inspirados en amor a la humanidad
para rescatar esos pueblos y liberarlos de otros seres salidos del averno.
La contradicción entre dicho y
hecho es total. ¿Cómo puede ser humanitaria una acción criminal, asesina,
genocida? Imposible justificar que “te mato por tu bien”.
Historicamente, las aseveraciones
que los pueblos que han sido atacados y destruidos poseían armas letales de
destrucción masiva, que tiranizaban a sus habitantes y que representaban una
amenaza para otros, han resultado falsas.
Todo no es más que una trama
científicamente diseñada para robar después de haber matado y destruido, pero
el engaño individual y colectivo ha servido para obtener “apoyo” por parte de
los idiotizados.
¿Será tiempo para abrir los ojos?
Continuará.
PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA -
¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
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