Lucha
típica de un día
Salgo
por la mañana como un ciudadano cualquiera a realizar la rutina
diaria en mi pequeño pueblo donde, por supuesto, cuento con menores
servicios, facilidades y recursos externos que en los conglomerados
mayores. Lo inevitable en estos malhadados tiempos es que, no más
dar el primer paso, me convierto sin desearlo en un combatiente
desarmado y solitario sin preparación a enfrentar quien sabe que
ataques y por cuales flancos. Es la diaria, dura, dolorosa
experiencia que nuestros asesinos despiadados nos han impuesto desde
hace varios años y cuya intensidad arrecia a diario sin
conmiseración alguna.
Espero
al transporte público. Tiempo perdido, conversación intrascendente
con vecinos o desconocidos, calor y angustia y el autobús no pasa.
Conjeturas, chismes, habladurías. Al final nos vamos algunos con un
“pirata” que nos cobra lo que le da la gana en una chatarra
fétida, sucia, incómoda a la que le suena hasta la poca pintura que
le queda. El diario ritornello es
que el autobús está accidentado por falta de repuestos, cauchos,
batería o cualquier otro repuesto y está demás decir que esos
elementos han desaparecido del mercado (acaparados engordándolos) y,
cuando milagrosamente se encuentran, es a precios exorbitantes.
Siendo en gran proporción importados, los precios los indexan a
diario a la cotización del criminal e ilegal dólar “negro”,
otra de las estrategias internacionales para destruir nuestra moneda.
Es una perogrullada decir que dollar today (minúsculas en señal de
asco y repudio) nos acogota a todos para fomentar el placer de los
ladrones. En este punto,
mencionamos también el resto de los servicios públicos. El saboteo
es casi a diario en el servicio eléctrico, los sistemas de agua y
las telecomunicaciones lo cual, como es de suponer, causa severos
problemas a la colectividad.
Después,
una peregrinación por abastos, supermercados y ratoneras en búsqueda
de productos esenciales que necesitamos en casa. No hay, los
acaparan, los esconden, los venden con condiciones y, eso si, suben
los precios casi a diario, especialmente
cuando hay algún evento de naturaleza política; entonces se
ensañan, los porcentajes de aumento no bajan del 100%. Por supuesto,
los comentarios son variopintos; desde los más absurdos hasta los
más incomprensibles: muchos no entienden o no les da la gana de
entender que no es culpa del gobierno como lo repiten hasta el
cansancio todos los medios de alienación, que es una forma
maquiavélica de atacar nuestras neuronas haciéndonos prospectos
para adquirir cualquiera de las patologías mentales que están
haciendo las delicias de psiquiatras y psicólogos.
Debemos por fuerza mayor
intentar sustituir lo que buscábamos. A estrujarnos los sesos para
encontrar formulas sustitutivas. Nuevo peregrinaje y resultados
similares a los descritos en el párrafo precedente. La tortura raya
limites insufribles, la angustia crece, cunde la desesperación, el
humor se altera y nos volvemos proclives a cometer actos que
normalmente somos incapaces.
A
lo anterior debemos agregar el diario calvario de encontrar “algo”
de dinero en efectivo para pagar en sitios donde no hay puntos
electrónicos, pero – oh paradoja – pagar en ellos es
generalmente otra tortura. Si funcionan, los tienen arreglados a
distancia para que tarden una infinitud. Un sencillo proceso que no
debe tardar normalmente más de un minuto se convierte en un tiempo
indefinido o sencillamente la transacción
se frustra. Tenemos dinero, existe el producto aunque excesivamente
caro y no podemos adquirirlo. Total, tortura refinada al máximo.
¿Quienes
son nuestros torturadores? Una larga cadena que todos debemos saber
identificar, culpar y condenar. El jefe mayor de toda esa larga
caterva de delincuentes, criminales, es sin dudas el imperio gringo y
no me desmientan. Quieren a toda costa recuperar el control de
nuestros recursos naturales que tuvieron a sus anchas por unos cien
años y la Revolución Bolivariana recuperó para ponerlos al
servicio del pueblo. Los segundos en el organigrama son sus serviles
lacayos habitantes o no de Venezuela. Hago una digresión: observen
que no digo venezolanos. Aunque muchos nacidos en nuestro país, con
cédula de identidad venezolana, no son venezolanos, la Patria les
importa un carajo, son asquerosos traidores a la Patria que van
abiertamente, sin vergüenza ni pudor, por el mundo arrodillándose
ante sus amos pidiendo sanciones, bloqueos económicos, comerciales y
financieros y hasta intervenciones armadas. Cuanto lamento que no
estemos en tiempos de Bolívar quien hubiera ordenado sin
contemplación alguna que fuesen pasados irremisiblemente por las
armas. Cito de memoria una maravillosa frase de Bolívar: los
traidores deben ser irremisiblemente pasados por las armas
(degollados) porque no
valen ni siquiera el costo de una bala.
Entonces no eran fusilados, ese era un honor para hombres y no para
cobardes, y digo cobardes porque todos ellos son unos pusilánimes
llorones que, cuando los agarran, chillan más que marrano en
motocicleta.
Los terceros, todos aquellos
ignorantes inconscientes, de buena o mala fe, que se prestan para
explotar el pueblo sin saber que ellos también son víctimas de toda
esta trama infernal. Y, transversalmente repito, los medios de
alienación colectiva.
Plan
maquiavelicamente perfecto. Guerra, terrorismo
de todo tipo con ataques
simultáneos por todos los flancos. Destruir nuestras neuronas,
idiotizarnos y someternos lo cual han hecho con intensidades
variables desde hace 18 años. Muchos se preguntan en el mundo si,
siendo esto cierto, como es que hemos aguantado tanto estoicamente y
no nos hemos rendido. En mi modesta opinión, las razones tendríamos
que buscarlas en nuestra historia, nuestros genes y nuestras
esperanzas e ilusiones futuras sin olvidar que hemos sido el
pueblo de las dificultades.
Herencia de nuestro Padre
Libertador Simón Bolívar quien se calificó a si mismo como el
hombre de las dificultades. Tengo
la más cierta de las certidumbres, como dijo Walt Whitman, que
resistiremos y en cierto momento nuestra contraofensiva será
demoledora. No nos quepa la menor duda.
Esos
cobardes traidores no dan la cara, pocos sabemos quienes son nuestros
enemigos. Concluyo con un elenco de mafias criollas criminales,
terroristas que ejecutan esos planes macabros contra todo el pueblo.
Todos, menos los millonarios que se hacen más millonarios cada día,
lo sufrimos. Es una guerra terrorista
contra todo el pueblo; así que, sepamos quienes son algunos de esos
brazos ejecutores, todos
pertenecientes a la oligarquía criminal, cuyas denominaciones
escribiré en minúsculas en señal de asco y repudio.
fedecámaras:
federación de cámaras y asociaciones
de comercio y producción
consecomercio:
consejo
nacional
del comercio
y los servicios
venamcham:
venezuelan american chamber of commerce (cámara de comercio
venezolana
americana)
cavidea: cámara venezolana de
la industria de alimentos
cámara venezolana de la
industria farmacéutica
ansa: asociación nacional de
supermercados y afines
fedenaga: federación nacional
de ganaderos
asociación bancaria nacional
credicard: empresa creada por
los banqueros para el manejo de los puntos de venta y cajeros
electrónicos
Y otros más que escapan de mi
memoria, por ahora (como dijo el penco aquel)
Pueblo: ¡conoce tus verdugos!
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!