Hay muchos frustrados. Aquellos
que apostaron al desastre y al caos. Los que disfrutaron por adelantado
imaginando disturbios, saqueos, indisciplina colectiva y otras manifestaciones
bárbaras de anticivilización. Los mismos que anticiparon el derrumbe de la Bolsa
de Valores, la maxidevaluación y la estampida de capitales.
Por supuesto, es muy prematuro
emitir un dictamen sobre las razones de este extraño antipatriótico
comportamiento. Habría que analizar el fenómeno más a fondo; sin embargo, la
imaginación no tiene ataduras y el fluir de conjeturas es indetenible.
En primer lugar, hemos observado
el comportamiento cívico de la población durante y después de las elecciones
del 6 de Diciembre. De hecho arranca la primera conjetura: ¿es posible que en
elecciones anteriores, los problemas fueran mal intencionadamente inducidos,
provocados y dirigidos por fuerzas ocultas (o no tan ocultas), con el propósito
de lograr determinados resultados hacia la consecución de sus propios (¿y
malignos?) fines.
La realidad ha comprobado que el
pueblo venezolano es pacífico y que no quiere que sus problemas vivenciales se
agraven. Entonces, tiene que haber un grupo de adalides de la anti patria -
frustrados con terribles problemas ocultos en su subconsciente – que,
impulsados por sus complejos, desean la destrucción de todo cuanto nos importa.
De otra manera no se explica el disfrute demoníaco que sienten – basta ver sus
expresiones faciales – al regodearse anunciando las grandes catástrofes que
sólo existen en sus mentes enfermas.
Propongo que nos auto vacunemos
contra tan terrible germen destructivo: no les hagamos caso. Dejémoslos solos,
oyéndose a sí mismos y, en este remedio pueden ayudar mucho los medios de
comunicación, no dando cabida a sus enfermizas elucubraciones.
Pío Gil dijo hace cien años que “Venezuela es el país de los prestigios
consagrados y de las nulidades engreídas”. Este concepto ha vivido porque
nosotros mismos le hemos dado alas a esos ególatras. Ya es tiempo de no darles
más y empezar a derrumbar el mito. Ya basta. Que el anatema de Pío Gil no dure
más de un siglo.
Segunda Parte
Seguiré dando desilusiones a
muchos, a esos que buscan cualquier detalle por insignificante que sea para
criticar e intentar destruir, que se regodean y disfrutan buscando arrugas en
un huevo. No estoy equivocado en fechas ni en otros pequeños detalles. No,
señores escudriñadores. Pero no, admito que sí tuve – observen que escribo TUVE
– un error y no es el que ustedes creen. Mi error estuvo en el párrafo que dice
textualmente, “en este remedio pueden
ayudar mucho los medios de comunicación, no dando cabida a sus enfermizas
elucubraciones.” No sabía para ese entonces que ellos, la mayoría de los
medios, no eran parte de la solución; parte del problema – y muy importante -
eran ellos mismos.
No se sigan reventando el coco,
me apiado de ustedes y les aclaro que el escrito anterior salió publicado el
diario El Informador de Barquisimeto (cuando ellos todavía publicaban algunos
de mis escritos) el día miércoles 16 de diciembre de 1998, página 6C.
Muchas cosas han cambiado desde
esa fecha hasta nuestros días; pero, desgraciadamente – y eso me entristece –
los enfermos no se han acabado. Quedan todavía muchos sin curar y de eso no
hacen falta pruebas porque, llanamente, están por todas partes y es muy
evidente.
El anatema de Pío Gil sigue
vigente precisamente porque siguen existiendo esos enfermos que se creen de
prestigio consagrado y están engreídos en su propia pero exquisita nulidad.
La mayoría del pueblo venezolano
ha aprendido mucho y ha derrumbado el
mito. No les hace caso y, en proporción directa, ahora es más feliz que
antes cuando les creía. Mi deseo es que cada día menos venezolanos (y
compatriotas nacidos en otras latitudes) les hagan caso y, en consecuencia,
sean más felices ellos también. Así lo auguro de todo corazón en este 2013 que
comienza. La consigna es, pues, a ser más felices cada día y hasta sería
posible que muchos de esos enfermos se sanen y también lo sean. ¿Por qué no?
¡VICTORIA Y PATRIA
SOCIALISTA! - ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
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