Trataré de ser menos cáustico en
el tratamiento a mi anónimo insultador porque, realmente, no me insultó.
Cometió un enorme desatino al pretender descalificar mis afirmaciones y he
llegado al convencimiento – espero no errar – que se trata de una de esas
personas que se regodean en la liviandad de las palabras, frases, clichés o
explicaciones de ciertos medios que, también, tan solo se regodean en retorcer
la realidad cuando ésta no les cuadra a sus intereses crematísticos. Jamás
penetran en los hechos y por tanto desconocen los acontecimientos anteriores a
su enajenación mental. Ningún medio le dijo nada y, si lo dijo no le dio la
regalada gana de entenderlo porque, simplemente, tampoco cuadra con sus muy
limitados antivalores restringidos a liviandades generalmente folklóricas, pero
folklóricas de otros países diferentes al suyo, en este caso Venezuela de la que
se avergüenzan intensamente; cuanto darían por haber nacido al norte del
Trópico de Cáncer entre los meridianos 60 y 125 y, por encima de todo, tener su
propio nombre escrito al menos en spanglish.
Amigo, se te ve por encimita que
has sido un niñito malcriado de esos que cuando agarran una rabieta porque
quieren una chupeta y, si no se las dan en segundos, les da tremendo soponcio o
desesperante pataleta. Tú no tienes ni idea de la vida y mucho menos de lo que
ocurre en el mundo de los pobres.
Voy a echar un cuento que creo te
retrata de cuerpo entero.
Del niño rico que le piden en
la escuela escribir una composición sobre la pobreza.
He aquí lo que escribió:
En aquella casa de tres pisos rodeada de jardines mustios construida sobre
una pequeñísima parcela de tan solo veinte mil metros cuadrados, que solo tenía
catorce dormitorios todos eran muy pobres; el padre era pobre, la madre era
pobre, los dos hijos varones y una hembra eran también muy pobres. Pero no era
solo la familia, también eran muy pobres los tres choferes, el mayordomo, los
dos jardineros, el ama de llaves, las dos cocineras, las dos mujeres encargadas
de lavar y planchar al igual que los dos hombres y las dos mujeres que siempre
estaban disponibles para cualquier eventualidad, tal como una fiesta que se
tuviera que improvisar intempestivamente.
Como eran muy pobres, las tres limousines, los dos deportivos, el
rústico que usa el señor para ir al campo y las dos motocicletas que maneja la
servidumbre tenían tres años de antigüedad
ya estaban muy viejos y requerían pintura nueva.
Pero eso no era todo, el yate, las cuatro lanchas, el catamarán y el
velero estaban viejos con cuatro años de antigüedad, requerían mantenimiento
mayor o por lo menos ciertas reparaciones menores y no se las habían hecho
porque la familia era realmente muy pobre.
Ni que decir del jet y las dos avionetas. Lo mejor era el jet con más
de mil horas de vuelo, las avionetas en estado lamentable porque aquella
familia era realmente tan pobre que no podía costear el mantenimiento y las
pequeñas reparaciones. Inútil mencionar que la pintura de esos aparatos viejos
está en estado lamentable. Da rabia la pobreza de esa familia.
Como eran tan pobres esos seres tan desgraciados, lo que comían sí que
era para entristecer a cualquiera. Imagínense lo lamentable; por ser tan pobres
solo comían caviar del Mar Negro una vez cada dos semanas, salmón de Alaska una
vez por semana, trufas blancas una vez al mes y, últimamente, el jamón ahumado de jabalí una vez cada
seis semanas. De quesos ni hablar, en los últimos tiempos redujeron el consumo
de gruyere, camembert, parmesano grana y el chevre y el chantal casi
desaparecieron de la mesa. Esa pobreza atroz que sufrían los había dejado
comiendo apenas langostas, camarones y angulas cada dos o tres días, además de uno que
otro lomito de ternera.
La escasez de bebidas espirituosas es una situación
peor porque solo han podido consumir tres cajas de Möet Chandon Brut Imperial,
2 de escocés de 25 años, una de cognac Napoleón VSOP, una de Cardenal Mendoza y
seis botellas de Absintio persa durante los últimos dos meses. Pobrecitos, como los desgraciados
son tan pobres.
Lo más triste de tanta pobreza es que durante los últimos meses solo
pudieron viajar a Biarritz, Chamonix, Val D’Isere, Montecarlo, Niza, La Spezia
y Cranz tan solo cuatro veces y no pudieron ir a Disney World porque perdieron en
el Casino de Montecarlo los escasos dos millones de dólares que llevaron.
El cuento es más largo pero lo
dejo ahí. Si ustedes, amigos lectores lo desean, den rienda suelta a su
imaginación y agreguen lo que deseen. Total, lo que queremos es divertirnos y
pasarla bien.
Ah, ¿y las conclusiones y o la
moraleja del cuento? Eso también corre por cuenta de ustedes. ¡Salud camaradas
y amigas(os)!
PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA -
¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
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