jueves, 8 de mayo de 2014

Los escuas



No soy psicólogo ni tampoco me ha interesado jamás entrar por los vericuetos académicos que estudian el comportamiento humano; así que, los puristas exigentes no hagan caso a mis locuras, a lo que escribiré a continuación.

Voy a hablar del comportamiento de los opositores venezolanos, cariñosamente llamados también escuálidos, escuas para abreviar, protozoarios y un sin fin de otros cariñosos apelativos que ellos toman exactamente al contrario porque, como les encanta insultar a quienes no actúan, sienten y opinan como ellos y cada ladrón juzga por su condición....., y no digo más. Observarán si han sido sagaces que no he dicho “pensar como ellos” por la simple razón que he llegado al convencimiento que eso, pensar, es algo que no hacen jamás y solo siguen los mandatos e instrucciones elementales que les han incrustado en el disco duro.

Expĺico: vivo en un pueblito tranquilo, bucólico, sin ruidos, donde disfruto de paz paradisíaca y esa es la razón por la cual huí de las ciudades; hice como dice Fray Luís de León, Que descansada vida/ la del que huye del mundanal ruido/ y sigue la escondida senda/ de los pocos sabios que en el mundo han sido. Ah, pero esa paz casi perfecta se interrumpe momentaneamente durante los días de asueto, carnaval, semana santa, navidad o cualquier otro fin de semana largo. En ese pueblito hay muchas casas que permanecen vacías casi todo el año porque pertenecen a gente con ciertos recursos para disponer de una casa para pasar ratos “vacacionales” y, ojo, entrecomillo la palabra “vacacionales” porque cuando vienen no precisamente pasan vacaciones sino que joden la vida de todo el vecindario. Y perdonen la palabreja “joden” porque no hay otra más adecuada para el caso.

Mis bien amados vecinos, efectivamente, vinieron. Ocho o diez carros llenos de gamberros y gamberras, cada uno más vulgar, soez, chabacano y ordinario que el otro. Bebieron aguardiente hasta reventar y tengo la sospecha que que la droga debió asomarse por ahí. Un ruido estridente a altos decibeles de una cosa que llaman música pero que es eso, ruido ensordecedor y neurotizante. Gritones como ellos(as) solos(as) pero, al fin y al cabo, a los jóvenes se le puede perdonar gritar un poco; pero, en este caso, no son solo gritos, es el lenguaje vulgar, soez, chabacano, propio de burdel de arrabal, que no es “bocabulario” sino más bien “culobulario”. De cada diez palabras gritadas, no pronunciadas, veinte eran groserías de la peor calaña. Toda la noche para impedir dormir.

Como dato anecdótico, pusieron varias veces a todo estruendo uno de esos discos que imitan el sonido de cacerolas a los cuales los escuas son tan aficionados, porque la flojera y la vagancia les impide golpearlas ellos mismos y recurren a discos.

Inútil decir que el reguero de basura que dejaron fue apoteósico.

Durante esos días analicé ese desquiciante comportamiento que no es propio de gente “normal” y llegué al convencimiento que simplemente no son gente, son unos androides, unos bichos con pinta y apariencia de humanos; pero, humanos propiamente dichos, no son.

Me he preguntado muchas veces cual puede ser el origen de ese tipo de comportamiento que de social no tiene nada, pues está espantosamente alejado de todo civismo, urbanismo, respeto, cortesía, consideración y otros adjetivos que a muchos nos enseñaron nuestros progenitores desde que empezamos a recibir lo que suele llamarse educación. Y me he atrevido a lanzar una verdad de Perogrullo, quien nada sabe nada puede enseñar. Eso quiere decir que los padres de esas cosas – perdonen, no los puedo llamar gente – olvidaron todo si acaso aprendieron algo y no pudieron transmitir nada a sus hijos.

Por otra parte, supongo que a una escuela fueron; entonces, ¿de qué sirvieron los(as) maestros(as)?

La calle, por supuesto, solo enseña lo malo a punta de ejemplos que es la manera más pedagógica de enseñar y crear modelos a seguir.

Dolorosamente he llegado al convencimiento de que la gran mayoría de los escuas son así aunque se las quieran echar y dragoneen de refinados, cultos, sabios y que sé yo. No dudo que muchos de ellos sean inclusive universitarios, lo que me hace recordar las palabras del sabio Gabaldón cuando afirmó que hasta los autobuses pasan por la universidad. También recuerdo un súper cretino que me echaba en cara una vez que él era egresado de Stanford y poseía un título superior. Por supuesto, me limité a dar media vuelta y alejarme. Entonces no mereció ningún comentario, ahora tampoco.

Si acaso no eran antes así, ¿qué los hizo cambiar? Pienso que es en parte moda. Siguen ejemplos indecentes de otros escuas y lo deben tomar como norma para distinguirse. Ahora resulta que nosotros los marginales, ignorantes, brutos, ordinarios, monos, orilleros, lumpen, patenensuelo, tierrúos, esdentaos, sucios y cien epítetos más tenemos entre nosotros, y frente a ellos también, un comportamiento humano signado por el sentimiento más grande que pueda hacer gala un ser humano: EL AMOR.

Gracias Chávez por habernos puesto así. Gracias Chávez por habernos cambiado para nuestro propio bien, de la sociedad, del país y del mundo.

¿Y los escuas qué? Esperamos que un día, lejano tal vez, recapaciten y decidan seguir nuestro ejemplo.

¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHÁVEZ VIVE Y VIVE! ¡LA LUCHA SIGUE Y SIGUE!

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