Hago un alto y me pongo mi
indumentaria de académico para variar el estilo. Nadie en el planeta quiere
recordar que desde que se inventó la historia, en los pueblos nórdicos que son
los únicos que entraron en ella oficialmente, se celebró en todas las llamadas
viejas civilizaciones el solsticio de invierno y a eso se le dieron las más variadas
interpretaciones en razón de que ese día era el más corto del año. Ahora “recientemente”
sabemos que el sur también existe y los pueblos meridionales también lo
celebraban y celebran por lo contrario, porque es el más largo del año. Así de
simple. Las interpretaciones de cada uno de los casos es harina de otro costal
y no voy a entrar en eso porque me volvería loco ante tanta elucubración.
¿Qué es lo que ha pasado?
Simplemente lo que todo el mundo sabe pero nadie lo dice. Tampoco voy a
analizar eso. Simplemente lo mencionaré.
Los capitalistas productores de
cuanta chuchería se les antoja para extraer el dinero de los bolsillos de
quienes no lo son, inventaron una cosa que tiene el pomposo nombre de “sociedad
de consumo” y su lema, también lo sabemos todos, es consume, consume, consume.
No importa que el coroto sirva o no, que sea útil, práctico, alimenticio o lo
que sea; lo importante, comprar sin importar que tengas uno igual o parecido
que todavía sirve o que en definitiva no lo necesitas para nada. Te han hecho
casi creer de manera religiosa como un dogma de fe que quien no GASTA es un
bembeperro. ¡Y te lo has creído! Y lo peor: ¡Consumes sin necesidad!
Para evitar que te domine la
tentación de guardar una cosa todavía útil para la próxima navidad, se les
ocurrió nada menos que otra cosa que también tiene nombre pomposo: la
obsolescencia programada. Nada de lo que venden en diciembre sirve más allá de
los primeros días de enero. ¿No lo crees? Prueba en febrero las lucesitas esas
que pones en los arbolitos o en los pesebres. ¿Te sirven para algo el muérdago
artificial, las guirnaldas, las bolas de santa Claus, etc., etc.?
Mis lectores, quienes han leído
hasta aquí, estarán preguntándose qué tiene que ver lo de arriba con lo de
abajo. Los saco de dudas ya.
El cuento ese del espíritu de
navidad o el fin del mundo de los mayas es simple y llanamente otro cuento
inventado por los comerciantes para extraer de tu bolsillo hasta el último
centavo.
El mundo se va a acabar. Claro
que se acabará. Pero no es cuando lo anuncian ciertas sectas evangélicas ni los
charlatanes que se apoyan en el calendario maya; del cual, por cierto no
entienden ni papa.
¿Cuándo se acabará el mundo?
Respuesta muy sencilla: cuando el SOL, una estrella enana haya consumido -
quemado - su masa crítica de hidrógeno y se convierta en una NOVA o tal vez en
SUPER NOVA, tendrá una gigantesca expansión lo que generará un calor
horripilante en la Tierra, el agua se evaporará y todo se achicharrará. Eso lo
saben incluso los pichones de astrofísicos.
Pero, ¿Cuándo será eso? Los
astrofísicos encabezados por el científico ruso Isaac Asimov han hecho cálculos
rigurosamente matemáticos a partir de la cantidad de hidrógeno que en el sol se
quema cada segundo, minuto, hora, día o el período de tiempo que sea y, como se
sabe cuál es la masa actual del sol, es relativamente fácil calcular el tiempo
que tomará consumir toda esa colosal masa de hidrógeno. Demás está decir que es
imposible que el cálculo arroje un número exacto de días, años, siglos,
milenios, etc. El cálculo solo arroja probables períodos de mayor o menor
duración. Dejo para el siguiente párrafo la respuesta y así los mantengo en
suspenso.
Los cálculos arrojan una
probabilidad que eso ocurra dentro de…………..
¡¡VEINTE A VEINTICINCO MIL
MILLONES DE AÑOS!!
Los mayas fueron sabios, sabían
muchas cosas que los europeos supieron siglos después e inclusive hay cosas que
no saben todavía. Aritmeticamente estaban más adelantados: usaban la numeración
vigesimal que es mucho más práctica y exacta que la decimal – inventada por los
árabes - que todavía usamos. Sabían más de astronomía y astrofísica y,
sobretodo, sabían cómo preservar y conservar el planeta. No hablemos de ingeniería,
botánica, hidráulica, acústica, óptica y otras especializaciones. Les debemos a
los exquisitos europeos del descubrimiento y conquista que la mayoría de esos
tesoros fueran destruidos. Los destruyeron mediante el fuego porque era lo
común y lo mandado en esos tiempos; la máxima de conducta decía: LO QUE NO
ENTIENDO ES OBRA DEL DEMONIO y ¡lo quemo!
¿Hasta cuándo vamos a seguir
siendo ingenuos e incautos para dejarnos engañar con babosadas de tendero avaro?
Ellos son vivísimos, nos edulcoran su canto de sirenas y nos lo atapuzan por
los sentidos siendo su mejor arma la televisión, la radio y los medios impresos.
La pregunta siguiente lógicamente es: ¿hasta cuándo nos dejamos apabullar por
la propaganda que obnubila nuestra mente y nuestros sentidos? ¿Hasta cuándo nos
dejamos ENGAÑAR?
José de San Martín, el Gran
Libertador del Sur dijo: Seamos libres y
lo demás no importa. Lo voy a parafrasear: Seamos felices y lo demás no importa. Y recuerda lo más
importante: la felicidad no está en ningún cachivache inútil, está dentro de
nosotros mismos.
PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA - ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
La estupidez humana es infinita, como el Universo (asi decia Einstein con mucha razon). Solo una educacion socialista puede hacer que el hombre piense racionalmente para el bien comun, y no para su manipulable deseo exclusivo de beneficio personal.
ResponderEliminarEsa si que seria una bonita Navidad o Solsticio de invierno, o nuevo amanecer, como se le quiera llamar: el despertar del hombre libre.
Saludos
"EL DESPERTAR DEL HOMBRE LIBRE". Tú José Luís, como siempre tan acertado, has dado en el clavo y pusiste exactamente la nota que yo fui incapaz de escribir.
ResponderEliminarGracias por tu excelente comentario, recibe un saludote y los mejores deseos para Navidad y Año Nuevo, lo cual viene a ser el fin y el comienzo de otro ciclo.