En tiempos de las bárbaras naciones
Colgaban los ladrones de las cruces,
Ahora, en el siglo de las luces,
Del pecho del ladrón cuelgan las cruces.
Esos versos forman parte de un poema, no recuerdo quien lo escribió, pero no lo he olvidado desde mis lejanos tiempos de estudiante de bachillerato. Si algún lector lo sabe, por favor recuérdemelo y, si lo tiene completo, le agradezco me lo haga llegar.
Pero, ¿a que vienen esos versos? ¿No lo imaginan? Se los diré. Al arroz con mango que se ha formado últimamente en el país que se reduce a esto:
Una enorme grupo de ladrones esquilma; aunque esquilmar es muy poco, engaña, roba, estafa, deja limpia sin sus haberes a un numeroso grupo de familias que se sacrificaron, entregaron todos sus ahorros, vendieron lo que pudieron para reunir unos realitos con la idea de adquirir una vivienda. Esos delincuentes de cuello blanco y manos mugrosas, valiéndose de embustes, de vivezas propias de timadores de oficio, de sofismas diz que legales, de manipulación, de abuso, de explotación de necesidades, les quitó toda su plata con la descarada y preconcebida idea de no darles nada a cambio, salvo en el caso de que se dejaran sacar sumas adicionales de dinero.
Veamos quienes son esos desvergonzados ladrones. Aparentemente y solo aparentemente, son honorables hombres de negocios, muy refinados ellos acostumbrados a mirar por encima del hombre a quienes no son de “su altura” social, cultural, académica, genealógica, etc. Sí, ellos son representantes de esa y que clase social llena de dinero – generalmente mal habido por ellos o por sus antepasados – que vive en elegantes mansiones, los llevan y los traen en lujosas limousines, despachan desde oficinas exquisitamente decoradas, se visten con diseños exclusivos de los modistos de Paris, pasan vacaciones en los lugares que se reseñan en la revista Hola, hablan inglés con sutaque miamero, se creen la última pepsi cola del desierto y no son más que una podrida lata de anchoas piche. Por dentro están llenos de algo peor que eso que ustedes imaginan.
Se creen con el sacrosanto derecho de hacer y deshacer lo que les dé la gana con los demás pobres mortales, a quienes ni siquiera consideran merecedoras de una miradita suya de soslayo. Se sienten seguros de tener el divino derecho propio de hacer harina a los demás para amasar sus ilimitadas fortunas.
Yo los conozco. Estudié y viví cerca de muchos de ellos. Sé de lo que hablo por experiencia propia. Ojala hubiera habido un gobierno como el actual hace unos veinte años y los “honorables” ladrones del Banco Hipotecario del Zulia, del grupo Banco de Maracaibo, no me hubieran robado, sí, ROBADO. Urdieron una serie de trampas y maniobras escudándose en la honorabilidad de los banqueros impolutos y se quedaron con mi dinero y con el de muchos otros. Fue una situación tan terrible la que viví que estuve cerquita de la desgracia de convertirme en asesino. Me dieron ganas de matar a varios de esos crápulas. La gran rabia no fue que me robaron sino que encima me humillaron a placer.
Poco tiempo después descubrieron su verdadera condición y ralea, como no les bastó con unos pocos, se robaron descaradamente todos los ahorros de todos los depositantes, se robaron dinero del pueblo y se fueron a disfrutarlo en el exterior. Recordemos solamente que el gobierno de entonces los apoyó. Claro, sí eran parte del gobierno ellos mismos.
Hasta aquí todo bien. Pero lo que más me molesta es que los políticos de esa porquería de oposición que tenemos en el país, más los editores y opinadores de los medios de comunicación, salen a defender a capa y espada a esos peor que mafiosos. ¡¿Habrase visto?! Encima los justifican.
Es el mundo al revés.
Da asco. ¿Qué concepto de la moral y de la ética tienen esos vergajos, políticos y periodistas? Coño, busquen otra manera más discreta y elegante de cagarse en nuestras almas.
PATRIA SOCIALISTA O MUERTE - ¡VENCEREMOS! (y no volverán)
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