La
Excelentísima, Honorabilísima, Señora Encopetada de Alta Alcurnia,
Ilustre Canciller de la no menos Ilustre República de Nueva Granada
– ahora llamada Colombia – nombre creado por Francisco de Miranda
y fundada por Simón Bolívar - me ha dado la clave para entender
los orígenes, causas y fundamentos del horrible problema que ahora
confrontan con Venezuela; así, a secas, sin títulos nobiliarios
porque aquello de “Bolivariana” debe ser para ellos algo como
vulgar, ergo despreciable.
Veamos.
Ella dijo, palabras más o palabras menos, que los culpables de todo
somos nosotros porque nuestro gobierno subsidia muchos productos para
que los venezolanos muertos de hambre podamos comer algo, resultando
esos productos muy baratos o, lo que es lo mismo, creamos una
tentación para que sus paisanos, nuestros vecinos, vengan en masa
a comprarlos. Estrategicamente olvidó mencionar todas las conquistas
sociales, por cierto, extensivas sin egoísmo alguno a los
colombianos y todas las demás nacionalidades que felizmente conviven
con nosotros.
Soy
medio tarado pero haré una analogía. Es como si a alguien le roban
una joya, o cualquier objeto valioso, va a la policía a denunciar el
robo y el encargado de recibir la queja le espeta en el rostro que el
o ella es el o la culpable por tentar al ladrón.
Confieso
que al principio estaba medio paralizado y tuve que ir a la historia
antigua para desentrañar la que creo la verdadera razón para que la
Señora Canciller - ¿o se dirá Cancillera? - diga esa profunda
aseveración, porque ella, en realidad solo dijo algo de la boca para
fuera, pero en el fondo, allá bien profundo, quiso decir otra para
que los inteligentes como ella, naturalmente, si lo comprendieran
todo incluyendo sus razones más íntimas.
Perdonen
lectores(as) si me pongo fastidioso pero no me queda más remedio que
remontarme en el tiempo. Retrocedamos solo unos 4 ó 5 siglos. En esa
reciente época la sociedad esta estratificada más o menos así:
primero El Rey, el Monarca, el Supremo, el ungido de Dios. Segundo
los y las cortesanas. Tercero los favoritos de los dos primeros.
Cuarto los nobles y luego, allá abajo, muy lejos los inexistentes
invisibles, es decir los siervos, la plebe, súbditos o vasallos o,
como se le dice modernamente, el pueblo.
Entre
los segundos, terceros y cuartos había intrigas, luchas, muertes y
muchas perversiones pero eso no tiene importancia y el denominador
común era que todos trataban de trepar hacia alturas mayores en esa
sociedad. Pero como la conexión con quienes se partían el lomo para
trabajar y mantener toda esa caterva de inútiles y flojos, es decir
el pueblo, la tenían los nobles, éstos se acostumbraron a mandar y
que los pendejos obedecieran ciegamente sin derecho a chistar porque
de lo contrario, ay Dios, las palizas, latigazos, tormentos o la
muerte les esperaba. En resumen, los nobles cuyo origen estaba en
algo por lo general oscuro en un antepasado criminal, ladrón o
ambos, se acostumbraron a que su palabra fuera considerada santa,
única, última, obedecida sin chistar por la gente del pueblo.
Siempre tenían la última palabra. Era superior a la de la Biblia.
Más adelante la denominación de nobles cambió a mantuanos,
burgueses u oligarcas aunque ellos siguen considerándose nobles de
prosapia y sangre limpia, desde luego imposibilitados de ensuciarse
permitiendo que un sucio y hediondo miembro del perraje siquiera los
mire, mucho menos hablarles y, peor aún, pensar en igualarse a ellos
poniéndose a su nivel. Y llevarles la contraria algo peor que una
profanación al Santísimo Sacramento.
Había
olvidado mencionar que de los segundos a los cuartos, como estrategia
para figurar, se acostumbraron a lamer los pies, oler los peos y
jalar bolas al supremo.
Pero
la historia de los dos últimos siglos ha sido una vaina rara. En
algunos países mandamos al carajo al viejo orden pero los burgueses
de otros no lo han notado y, ¡que vaina! No les queda más remedio
que tolerarlos a regañadientes pero siempre con el morboso deseo de
quitárselos de encima y poner a alguien de su prosapia y alcurnia. Y
como el supremo cambió, ahora no es el rey sino un capitalista
también burgués pero de otro imperio, siguen con su inveterada
práctica de lamer los pies, oler los peos y jalar bolas al
representante del imperio al cual sirven mansamente. Los que no
chillan son ellos porque están felices y satisfechos que su nuevo
supremo les diga todo cuanto tienen que hacer. Es decir, no han
cambiado nada en 500 años.
Volviendo
a la Señora Cancillera y su gobierno, entendamos, ellos no pueden
aceptar ni siquiera oír ninguna razón o explicación que les de
Venezuela. Ellos son ellos y nosotros nadie. Su palabra es la única,
la que debe ser oída y la que se debe imponer; así que, su
declaración aludida al principio debemos aceptarla porque sería muy
incómodo para ella, hoy en día, decir por todo el cañón que
nosotros somos una pila de pendejos, que ella es ella y tanto ella
como su gobierno tienen que tener la palabra final.
Para
mis lectores(as) de otras latitudes les aclaro que la República de
Colombia, después del desmembramiento causado por la burguesía al
país fundado por Simón Bolívar, para mal de ellos venezolano, ha
sido gobernado por una burguesía oligárquica criminal que no ha salido
todavía del siglo XVII, que sigue pensando, actuando y comportándose
como en aquellos tiempos y debemos entenderlo. Para ellos es normal
aplastar al pueblo colombiano, para ellos es normal aniquilarlos,
para ellos es normal desplazarlos de sus territorios ancestrales
cuando les convenga, para ellos es normal que se vayan sobre todo a
Venezuela que la tienen cerquita y muchas otras aberraciones más.
Pero también debemos entender que para ellos es normal hablar con
lenguaje y que refinado, muy modositos ellos y ellas para decir
eufemismos, es decir nada; que para ellos es normal manipular,
mentir, intentar confundir, para ellos es normal construir verdades
inexistentes a partir de falsos positivos (vaya contradicción
inclusive lingüística) y, también, es normal para ellos tener
siempre la última palabra porque, al igual que sus viejos y nuevos
reyes, son infalibles ungidos de Dios.
Pero,
¡que vaina otra vez! Cada día que pasa solo ellos se creen su
propio embuste. Por mi parte, mi deseo personal es que el sufrido,
perseguido, preterido y masacrado pueblo neogranadino emerja de su
gloriosa historia y se alce, haga su REVOLUCIÓN y se los quite de
encima. Que se libere de sus verdugos. Ya basta ya. Adelante
camaradas, como dice nuestro Himno Nacional en su última estrofa:
¡SEGUID
EL EJEMPLO QUE CARACAS DIO!
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!