Aceptémoslo.
En Venezuela practicamente no existe una cultura impulsora de la
investigación, la innovación, la creatividad para la producción de
tecnologías de ningún tipo para fabricar nada. Las excepciones son
raras, escasas y, para colmo, muy poco difundidas por lo que tampoco
hay acicates para el esfuerzo creador de nuevas invenciones. Hace
varios años, la Revolución Bolivariana intentó adelantar algunos
planes y programas, creó un Ministerio que se encargaría del asunto
pero, luego, como también es costumbre, el impulso inicial se quedó
en eso y, sinceramente creo, que esa llamita se consumió. Lo que
haya por ahí rondando en centros de investigación es practicamente
un secreto bien guardado, sobretodo. aquel hermoso programa de apoyo
a los poderes creadores del pueblo; es decir, a la inventiva popular.
De
la misma manera como he criticado acérrimamente a los empresarios
privados por su poco o nulo interés en invertir para desarrollar
nuevos productos, nuevos métodos, nuevos sistemas de producción o
simplemente la sustitución de piezas, partes o componentes
importados y; por el contrario, compran ese conocimiento a empresas
extranjeras por lo cual deben pagar abultados royalties
que se traducen en desangramiento del país; así también critico al
Gobierno por su aparente denodado interés en promover la llamada
transferencia tecnológica; o lo que es lo mismo, pedir a empresas
extranjeras que nos enseñen sus conocimientos lo cual gustosamente
no harán, a menos que haya ciertas y determinadas compensaciones
cuyo monto, generalmente, se
diluye en los contratos y nunca se llega o se llegará a saber el
monto a pagar por ello.
La
llamada tecnología, es decir el conocimiento técnico que se usa en
Venezuela teniendo en cuenta nuestro incipiente desarrollo
industrial, afirmo, es conocimiento al alcance de cualquier técnico
promedio de tantos que hay en el país en cualquiera de los campos
del saber humano. Salvo algunas escasas excepciones, tales como las
relativas a la ciencia aeroespacial, a las tecnologías de la
información o alguna que otra de menor impacto, aquí no elaboramos
ni fabricamos, todavía, productos para los cuales se requiere
“tecnología súper especializada”; antes, por el contrario, casi
me atrevo a afirmar, todo cuanto consumimos, hecho ahora o por hacer
en el próximo futuro, está al alcance o dentro de los límites del
conocimiento de cualquier profesional medio.
En
vez de importar maquinaria sencilla, ¿por qué no promovemos su
fabricación en el país? Para ello tan solo se requiere elaborar
sencillos proyectos, fabricar prototipos que es lo que nadie, ni el
mismo Estado, se atreve a financiar, probar esos prototipos y
fabricar aquellos que sean los más eficientes, teniendo en cuenta
que toda obra humana es sujeta a ser perfectible, de tal manera que
las sucesivas producciones en el tiempo le incorporen mejoras que
eleven su productividad. Un equipo así logrado sería nuestro y no
tendríamos que pagar por ellos a un fabricante extranjero ni mucho
menos pagar royalties o licencias.
Y
tal como ocurre con equipos y maquinarias, ocurre lo mismo con
procesos productivos. Todo cuanto digo, por supuesto, requiere
esfuerzo, estudio, dedicación, paciencia, pero que esos elementos
sean nuestros y no de otros.
Mucha
gente tiene la peregrina idea que el exterior van a conseguir
maquinarias o equipos
industriales en establecimientos, que
los tienen en exhibición y
que los comprarían tal como se compra una nevera, una lavadora o un
televisor. Quítense esa idea porque no es cierta. Aunque, de hecho
hay empresas que se dedican a la fabricación de maquinarias, equipos
y sistemas,
éstos
son establecimientos metal-mecánicos que fabrican por pedido y
los precios que piden son usualmente muy por encima de sus verdaderos
costos de producción. Lo que realmente ocurre es que muchísimas
empresas productoras de multiplicidad de productos finales, tienen
bajo sus nóminas a personal técnico dedicado a estudiar y crear
innovaciones que luego
convierten en equipos o sistemas específicos afines a sus propias
necesidades y que, a lo largo del tiempo, les van incorporando
mejoras; pero, estos artículos no son para la venta sino para su
propio y exclusivo uso. Esa
clase de máquinas o equipos privativos de ciertas empresas
industriales extranjeras sería lo que estaríamos negociando – y
pagando muy caro – como transferencia tecnológica. Más barato
sería poner a nuestra propia gente a estudiar, crear, diseñar,
innovar y finalmente construir lo que necesitemos. Esos sí serían
pasos concretos para lograr nuestra independencia tecnológica y no
olvidemos que, por lo general, un descubrimiento conduce a otro y así
sucesivamente.
Repito
lo dicho anteriormente, fabricar muchas cosas solo requiere
conocimientos al alcance de profesionales medios. No es ninguna
complicación diseñar y fabricar productos de consumo masivo o
no, como neveras, lavadoras,
cocinas, bicicletas, prensas hidráulicas, túneles de secado,
batidoras y mezcladoras de cualquier tipo, empacadoras,
embutidoras de chorizos y una
larguísima etcétera.
Y
si me preguntaran cuales serían los requisitos mínimos para poner
estas ideas en práctica respondería sin dudar:
¡¡Ganas
y mucha voluntad!!
Por los recursos financieros no
nos preocupemos, los hombres sabios sacan recursos de cualquier parte
que los necios son incapaces y no encuentran jamás.
¡INDEPENDENCIA
Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡CHAVEZ
VIVE Y VIVE! ¡LA PATRIA SIGUE Y SIGUE!