A comienzos del Siglo XX, por
razones de sobra conocidas, comenzó el llamado éxodo campesino que prácticamente hizo colapsar las grandes
ciudades de Venezuela, fenómeno que se incrementó notablemente a partir de la
década de los 50. Bien sabido es que las condiciones de vida del interior del
país obligaron a grandes contingentes humanos a ese malhadado desplazamiento
que plagó a Caracas, Valencia, Barquisimeto, Maracaibo, Puerto Ordaz/San Félix
y Barcelona/Puerto La Cruz de los mal llamados cinturones de miseria.
La causa fundamental fue el
olvido de los gobiernos de turno de esos compatriotas a quienes no les quedó
más remedio que intentar paliar su miseria en esos polos de atracción. Creo que
se nos convirtió en un patrón cultural la idea de atender prioritariamente a
los habitantes de las grandes urbes en desmedro de las ciudades medianas y
pequeñas, campos y caseríos.
Los problemas de estas últimas,
por tener menos extensión y población, son problemas menos complejos y de
menores dimensiones; en consecuencia, de más fácil y rápida solución; pero,
hasta por inercia, se continúa con la vieja política de asumir resolver en primer
término los problemas más complejos, y más costosos, de las grandes
concentraciones humanas. No es que no se atiendan esos graves y complejos
problemas sino la sobrevivencia de la abulia respecto a las de menor población.
Gran ilusión me originaron las reiteradas
declaraciones del Sr. Presidente Chávez (QEPD) cuando se refirió a sus deseos
de establecer incentivos, planes y programas para impulsar el retorno de la gente a sus lugares de origen
y, así, desconcentrar las grandes ciudades con la consecuente aminoración de
tantos problemas de todo orden, pero, ¿cómo se puede lograr ese ansiado,
romántico e idílico retorno si no se hace nada para mejorar las condiciones de
vida de los pueblos y comunidades de menor envergadura?
Los habitantes de Caracas y las
demás ciudades grandes cuentan con todos los servicios aunque con deficiencias
mejorables, pero el problema es que los pequeños pueblos cuentan con muy poco
por no decir nada. Creo que no ocurre en otras partes del mundo, pero el costo
de la vida en los pueblitos es muy superior, todo es más caro en parte, porque
los organismos de supervisión y control son prácticamente desconocidos y nula
su acción; los servicios públicos son deficientes y tardíos, los trámites
administrativos hay que canalizarlos a cientos de kilómetros de distancia,
etc., etc.
Ignoro en estos momentos cuales
son los planes inmediatos del Sr. Presidente Maduro y, por supuesto no sé
cuales serán sus iniciativas para las siguientes fases de su Gobierno de calle, pero me da la
impresión – y deseo rectificarla pronto – que sus acciones van encaminadas
según el patrón cultural al que me he referido porque observo que a las
comunidades pequeñas no le ha dedicado la atención que merecen y su acción se
ha circunscrito al enganche de votos y simpatía donde hay bastante gente. De
esa manera nunca se desconcentrarán las grande urbes; al contrario, el
presupuesto de la nación se irá todos los años por el mismo desaguadero porque
los problemas causados por el hacinamiento nunca serán resueltos y, al contrario,
de ese círculo vicioso es muy difícil escapar a menos que se ejecuten acciones
heroicas, drásticas y definitivas. ¿Estará el Gobierno en condiciones y será
capaz de tomar ese tipo de medidas? Pues, aparentemente no. O al menos así lo
dejan entrever las soluciones hasta ahora anunciadas.
Escogí vivir en una localidad
pequeña porque quiero hacerlo en un lugar donde haya paz, tranquilidad, sin
ruido, sin otras molestias y, sobretodo, alejado de multitudes y me da tristeza
que las soluciones a problemas pequeños, tal vez insignificantes según la
escala de las grandes ciudades, fáciles de resolver no son ni siquiera tomados
en cuenta por los responsables de la administración pública, a quienes no culpo
si ellos ni siquiera lo saben. Y no lo saben porque sencillamente no vienen,
pero tampoco reciben o desoyen los reclamos si los llegan a visitar.
El mismo señalamiento de la dama
margariteña referida al comienzo lo hago yo. Los votos se fueron para la
oposición. Me parece un exabrupto que un pobre de solemnidad vote por la
extrema derecha pero no lo culpo, su desilusión y sus esperanzas frustradas lo
obligaron.
Rectificar a tiempo es de sabios.
La Revolución debe ser sabia. Ser cretino es contra revolucionario.
PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA -
¡CHÁVEZ VIVE! - ¡LA LUCHA SIGUE!