miércoles, 15 de febrero de 2012

El hombre más malo


Hace años leí un libro humorístico que, como el adjetivo calificativo indica, me hizo reír mucho. Su título “El Hombre mas malo del Mundo”, escrito por Otrova Gomas, pseudónimo del escritor Jaime Ballestas. Lo siento Otrova o Jaime, me estoy robando parte del título para aplicarlo a esta cosa que ahora empiezo a escribir. Es un viejo cuento que me echaron quien sabe quien y quien sabe cuando. Más o menos es así:

Al principio de la humanidad y durante varios milenios, los hombres vivían en comunidad, todos procuraban el sustento para todos. Cuando hablo de sustento englobo todas las necesidades personales y colectivas. Lo obtenido lo repartían equitativamente entre todos. Si alguno recibía algo más era porque lo necesitaba. Se implantó el dar a cada quien según sus necesidades y demandar de cada quien según sus capacidades.

Aparentemente, esas sociedades primitivas y primigenias vivieron normalmente, sin mayores confrontaciones durante un número considerable de miles de años. Lo absolutamente normal era la solidaridad entre todos.

De repente, un mal día, no se sabe en que parte ni cuando, apareció un tipo raro y extraño con una actitud todavía más rara y más extraña. El tipo de marras cercó un pedazo de terreno y afirmó ante todos que era suyo. Que de ahora en adelante exigía respeto por y para su propiedad privada.

Todos se carcajearon a mandíbula batiente. A muchos les dolió la barriga de tanto reír.

Lógico que así fuera. Durante miles de años la tierra había sido de todos y para todos. Sobre ella sembraban, criaban, cazaban, pescaban en las aguas que también eran de todos; en resumen, vivían y morían. Y los enterraban en esa tierra colectiva.

Nadie le hizo caso alguno. Todos le tuvieron lástima. Todos creyeron que sufría de algún mal. El tipo, no obstante, insistía en que esa propiedad era suya exclusivamente; y además, tenía el tupé de reclamar respeto.

Hasta ahí no había pasado nada. Todo pasó un cierto día cuando apareció otro tipejo – de peor calaña que “el loco”, digo yo – el hombre que más daño le ha hecho a la humanidad en toda su existencia, quien afirmó que todo era cierto, que la propiedad le pertenecía al otro, que él lo apoyaba. Después aparecieron otros y otros apoyadores y se armó el despelote universal que pervive hasta hoy.

El primero que apoyó aquella descabellada y absurda idea es, ha sido y será “El Hombre más malo de la Humanidad”

Sobre las consecuencias que generó ese abominable hecho, tal vez escriba otro día. Creo que son tantas. Entretanto pensemos en ellas. ¿Qué tal si me envían lo que han pensado? Gracias.


PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  -  ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!


jueves, 9 de febrero de 2012


¿La destrucción o la salvación de la humanidad?

Las noticias procedentes de todo el mundo ya me están fastidiando en extremo. No leo ninguna que me anime a nada. Solo tragedias de todo tipo, problemas, inconvenientes, muertos, aporreados, hambreados y una larga pero tenebrosa lista. ¿Qué pasa? ¿Están todos locos? Medito y llego a una conclusión aterradora: quienes dirigen casi todos los gobiernos del mundo no son humanos. ¿Cómo? No son humanos. Tiene forma figura y en algo se comportan como humanos, pero no lo son. La naturaleza o lo que llaman ciencia o tecnología ha producido unos abortos, unos engendros sin alma.

Por naturaleza soy y quiero seguir siendo optimista y auguro que los que sí somos humanos podemos sacarnos de encima esos bichos repugnantes.

Hago una propuesta a todo el género HUMANO, a todos los habitantes del planeta tierra. Quitémonos de encima esa plaga.

Sí, sencillo; somos muchísimos más que ellos. Ellos son poderosos, tiene acaparado todo el dinero y toda la riqueza del mundo, han diseñado en sus laboratorios métodos y procedimientos para manipularnos, esclavizarnos, explotarnos y…deshumanizarnos. Pero somos más. Eso deberíamos convertirlo en fuerza. Si nos unimos, los aislamos y los sacamos de nuestras vidas, quedarán solos y a mordiscos se aniquilaran entre ellos mismos.

¿Es muy difícil unirnos? Si. Ellos nos han preparado a lo largo de años, han condicionado nuestras mentes a rechazar la unión creativa y creadora, solidaria, espiritual y espiritualista, cooperadora y cooperativista, caritativa y comprensiva entre nosotros los miembros del género humano que nos diferenciamos de ellos en que tenemos alma y somos capaces de amar. Somos esa parte del mundo que es capaz de sufrir, amar y esperar. Pues bien, ya hemos sufrido bastante y quieren aumentarnos la dosis a niveles infernales pero hemos reducido nuestra capacidad de amar y, también, pareciera que no nos hemos cansado de esperar obnubilados, ¿y esperanzados?, por ofertas engañosas propias de los publicistas que, entre otras cosas, engañaron malévolamente a nuestra bellas mujeres para que se pusieran implantes PIP y se inyectaran los mal llamados biopolímeros, pagando previamente sumas astronómicas a ladrones criminales hábilmente disfrazados de científicos para que las acercaran a su propia destrucción.

Ha llegado el momento de escudriñar nuestra conciencia y escudriñar en que hemos fallado para inclinarnos a favor de quienes nos exprimen, explotan y conducen a la muerte cierta, sin darnos la menor oportunidad para disfrutar las cosas más elementales de la vida. Lo que ciertos sectores de la humanidad habían logrado alcanzar a punta de luchas y sacrificios para vivir un poquito mejor, se los están quitando. Vuelvo a las noticias para ilustrarlo algo. Se habían obtenido ciertos niveles de atención y mejoras a la salud; pues, los están echando abajo. Igual con la educación que se habían ampliado los horizontes, la inclusión y la calidad; pues, también los están reduciendo y pretenden eliminarlos. No hablemos de los beneficios sociales, alimentación, pensiones, jubilaciones, condiciones dignas para los últimos años de nuestros abuelos. Vivienda, ni hablar. No sigo, tú lector, agrégale tu parte. Pretenden dejarnos sin nada y vaya que lo están consiguiendo. Millán Astray, un cruel verdugo franquista de la despiadada Guerra Civil Española acuñó una frase macabra: Viva la Muerte. Duele comprobar que le están dando vigencia, importancia y concreción.

En Venezuela, gracias a Dios, y en otras partes de Nuestra América, estamos haciendo lo contrario y, ¡carajo!, hacen todo lo posible e imposible para que no tengamos éxito. Son tan despiadados, tan canallas y asquerosos miserables que también les duele el bienestar ajeno. Y eso que no lo hemos logrado todavía, tan solo lo estamos buscando y apenas hemos alcanzado pequeños logros. Nos quieren destruir porque señalamos un rumbo a otros que lamentablemente no lo han podido todavía diseñar todavía.

Ignoro la recóndita razón por la cual muchos pueblos no han llegado a comprender lo que les ha sucedido durante las últimas décadas, y esa incomprensión los lleva directamente al precipicio de su propia destrucción. ¿Qué de especial tuvimos o tenemos una buena parte de nosotros – desgraciadamente no somos todos – que nos dimos cuenta en buena hora? No lo sé. Solo sé que hemos podido hacer un alto en el viejo camino al despeñadero, reflexionar como consecuencia de los latigazos y medio voltear la tortilla.

¿Cómo lo hicimos o lo estamos haciendo? Sencillo. Volvimos al lógico punto de partida: pusimos los bueyes delante de la carreta. Otros, en otras partes, insisten ilógicamente en poner la carreta delante de los bueyes. O en permitir que la pongan otros.

La POLÍTICA, así, escrita con mayúsculas, debe ser el motor que impulsa cualquier sociedad. No, nunca jamás los tecnócratas económicos. La economía debe ser tan solo uno más de los instrumentos que usa la Política para beneficio de los pueblos. Los resultados económicos tienen que ser para apuntalar los beneficios sociales que facilitan la REDENCION SOCIAL de los pueblos o, lo que es lo mismo, pavimentar el camino hacia ese largamente ansiado desideratum de alcanzar la ansiada utopía que nos señaló Tomás Moro.

Hago una salvedad. Cuando hablo de POLÍTICA, y por antonomasia de POLITICOS, me estoy refiriendo a POLÌTICOS de verdad. No hablo de tecnócratas u sus acólitos hábilmente disfrazados.

He repetido muchas veces una fórmula práctica que nos enseñó ese ser, con quinientos o más años de sabiduría acumulada en sus genes, llamado Evo Morales. El dijo, más o menos:

Nos cansamos de pedir a los gobernantes la solución de nuestros problemas, hasta que nos decidimos a tomar el poder y resolverlos nosotros mismos.

Huelgan más palabras.


PATRIA SOCIALISTA Y VICTORIA  -  ¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!

viernes, 3 de febrero de 2012

Españoles de tercera edad

El pasado domingo 1º de Febrero me impactó un programa transmitido por Venezolana de Televisión, “Reverso”, que les ruego vean accediendo a:

http://www.vtv.gob.ve/index.php/multimedia/viewvideo/102360/reverso/reverso-12-capitalismo-en-crisis-arrebata-sus-casas-a-los-espanoles

Repito, me impactó, me entristeció, me puso a meditar, reflexionar y recordar.

A Venezuela han llegado a lo largo del tiempo varias oleadas de inmigrantes españoles, y de muchas otras partes. Una de esas, la más grande, sin duda, fue la ocurrida como consecuencia de la Guerra Civil (1939 – 1939) y la inmediata II Guerra Mundial. Como todos sabemos, España sufrió durante mucho tiempo las consecuencias de esa horrible confrontación creada tanto por los nazi-fascistas, como también por las otras potencias capitalistas nada democráticas y lo cual, por cierto, es ocultado de manera interesada. No olvidemos que Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos también conspiraron y actuaron en contra de España para que el país fuese destruido, lo cual supuestamente les resultaría conveniente y provechoso para sus intereses capitalistas. Las consecuencias y sucesos posteriores a lo largo de más de 50 años así lo han demostrado y quien no lo vea o entienda sus razones tendrá.

Desde mediados de los 40 hasta entrados los 60 del siglo XX, llegaron a Venezuela aproximadamente unos 600.000 españoles en búsqueda de una nueva vida. Huelga decir que se les recibió solidariamente, jamás hubo discriminación de ningún tipo contra ellos, ni contra nadie, tuvieron absoluta libertad para vivir, crecer y desarrollarse y la consecuencia directa de cuanto afirmo es que muchos de ellos, quienes llegaron con una mano delante y otra detrás, progresaron y unos cuantos de esos pobres de solemnidad se convirtieron en prósperos millonarios. Lamentablemente, también unos cuantos de esos “prósperos” olvidaron sus sufrimientos especialmente el hecho de haber sido explotados y, burla burlando, se volvieron ellos explotadores de quienes les dieron cobijo, asilo y ayuda. Sé que le dolerá a muchos pero la verdad es la verdad, cuando se hicieron ricos despreciaron al pueblo que fue generoso con ellos, despotricaron y despotrican y, para colmo, ahora son aliados de las fuerzas más retrógradas en contra del país que los acogió con desinteresa fraternidad. Sus mentes se pudrieron con el dinero que ganaron y de explotados miserables, hambreados, perseguidos y despreciados por los falangistas (la peor expresión del nazi-fascismo), increíblemente, se volvieron ellos explotadores fanáticos empedernidos de las más rancia y asquerosa ultraderecha. Para colmo, inculcaron en sus  descendientes esa “mala leche”, el racismo ridículo, la superioridad inmunda, la arrogancia de los cretinos y lo atorrante de los más degenerados y podridos imbéciles.

De esta caterva de larvas ponzoñosas, muchos escaparon de esta tierra de mestizos salvajes subdesarrollados, orgullosamente obtuvieron sus pasaportes de la Unión Europea y con el dinerillo de sus papis se largaron a España. Allá, como era natural, no tardaron en unirse a los peores gamberros más ignorantes y nos acuñaron, al igual que al resto de los suramericanos, el despreciativo cognomento de sudacas con la correspondiente dosis de violencia, no solo verbal y fáctica sino física también.

La crisis generada por el capitalismo neoliberalista los está afectando a ellos ahora. Muchos han vuelto y muchos más regresarán calladitos y con el rabo entre las piernas a tragarse su propia atorrancia. Ahora vuelven mostrando, esta vez, sus pasaportes venezolanos de los cuales se avergonzaban hasta hace muy poco tiempo.

Volvamos a la referencia indicada al comienzo. Mientras en España se vive y se sufre lo mostrado sin eufemismos en el programa de televisión, en Venezuela ocurre todo lo contrario gracias a la Revolución Bolivariana que en hora afortunada liberó al país de la afiladas garras del capitalismo explotador (todavía falta mucho por hacer), del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial; se apoyó en los poderes creadores del pueblo y ha venido reimplantando la siempre olvidada justicia social en pro de la redención social.

En España los botan de las casas, aquí se les dan. Allá crece el desempleo, aquí crece el empleo. Allá hay más de 5.000.000 de “parados”, aquí cada día menos; allá aumentan impuestos y la edad para jubilarse, aquí los impuestos no inciden sobre quienes menos tienen, se rebaja la edad para ser pensionados, se pensiona a todos hayan o no cotizado al Seguro Social; hay salud y educación, incluida la universitaria, gratuitas y las cifras de mortalidad y morbilidad en franco descenso. Y mucho más.

No comparo las cosas con ánimo de ofender a nadie. Al contrario, ansiamos que todos los pueblos del mundo sean felices como lo somos nosotros; que tengan lo que nosotros tenemos, que la justicia social sea universal, que desaparezcan los explotadores, que la miseria y el sufrimiento sean palabras abolidas de todos los diccionarios. No nos alegramos con los males ajenos y la comparación que solo sirva para cotejar los modelos de desarrollo de uno y otro. De veras lamentamos las desgracias ajenas y nos hacemos solidarios con todos los sufrientes del mundo.

Ignoro los agravios directos e indirectos provenientes de la canalla. Ni siquiera los ignoro. ¿Lo pruebo? Lanzo una propuesta y espero el apoyo y solidaridad de mis lectores de todas partes para que se materialice:

Que el Gobierno Venezolano ofrezca a esos viejitas y viejitas españoles(as), (lo digo con afecto y cariño), una vivienda digna de esas que construye la Gran Misión Vivienda Venezuela y los pensione para que pasen sus últimos años en santa paz en esta Tierra de Gracia.

Lo que la “madre patria” les niega, que se los dé la “hija patria”.

Que lindo sería que grupos de ellos sean montados en aviones de Conviasa, y traídos a nuestras playas o donde a ellos les guste más, para que olviden esas terribles situaciones que ahora están atravesando mientras viven en las calles como animales abandonados. Ya imagino la cariñosa recepción que nuestro pueblo sano, alegre, generoso y solidario les daría.

La palabra la tiene el pueblo y el Sr. Presidente. Hagamos que la oiga. Y gracias en nombre de todos esos abuelitos y abuelitas que ahora sufren hambre, frío y, sobretodo, ausencia de afecto. Piensen un momentico, ¿qué esperanzas pueden ellos y ellas tener? Les pido solo un minuto de reflexión.


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